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En descargo de Benoit: Intervención estaba definida desde 24 de abril

Por Claudia Fernández

Tal como han declarado oficiales de uno y otro bando que participaron en la guerra civil de 1965, la intervención norteamericana estaba definida desde el mismo 24 de abril, se había contenido esperando el curso de los acontecimientos, pero realmente los preparativos para hacerla se iniciaron el lunes 26, mucho antes del llamado de Benoit, que no fue más que un instrumento de los norteamericanos.

Coronel Benoit

Tal como lo presentan los documentos de Leavenworth, “los preparativos habían empezado el lunes 26 de abril, cuando la Junta de Jefes de Estado Mayor emitió un alerta a dos equipos de combate del batallón de paracaidistas para que se prepararan con transporte aéreo, unidades aerotácticas y fuerzas del comando de apoyo en el nivel de alerta 3 (es decir, listos para el combate y preparados para abordar la aeronave en la que todas las cargas esenciales para la misión ya estaban preparadas para el lanzamiento aéreo)”.

Las tropas norteamericanas estaban bien preparadas para cualquier tipo de contingencia, incluyendo una intervención militar en una crisis como la de República Dominicana, pues cada una de las tres brigadas había recibido adiestramiento exhaustivo y había participado en una gran variedad de ejercicios de campaña.

Al respecto, Yates, en el documento de referencia indica, “no importa lo bien que estuviesen entrenados los paracaidistas, antes de que alguna de las unidades de la 82ª compañía pudiera empeñarse en una crisis, sus tropas tenían que ser alertadas, agrupadas, colocadas a bordo de las aeronaves y transportadas hasta su destino; el equipo tenía que prepararse con amarres y aparejos, y se debían formular las misiones y planear su ejecución, nadie podía esperar que estos requisitos se llevaran a cabo siguiendo simplemente los procedimientos de rutina. Invariablemente aparecieron problemas imprevistos ajenos a la situación y otros, típicos de las operaciones conjuntas”.

Estos problemas que se confrontaron antes, durante y después de la intervención, se encontraban en la cadena de mando, razón por la que se retrasó un tanto la “Operación Power Pack” cuando el 26 de abril en la tarde, una copia de la información sobre la orden de alerta de la Junta de Jefes de Estado Mayor llegó a la 82ª compañía y al XVIII Cuerpo de Ejército, “mucho antes que la notificación llegara a través de los canales oficiales de comando”.

Órdenes confusas y precipitadas

 Expresa Yates que, según una fuente le comunicó, Wheeler “complicó aún más las cosas al llamar por teléfono al general de división Robert York, comandante de la 82ª compañía para notificarle a él personalmente de la inminente alerta, otros cuerpos del Ejército recibieron también la información prematura y contradictoria que tomó largas horas para aclararse”.

Esta confusión reveló al alto mando militar y político norteamericano que había muchas deficiencias en el sistema de administración de crisis de ese gobierno.

Lyndon Johnson

Muchas interrogantes surgieron en esos momentos, una de ellas era ¿cómo podrían el presidente Johnson y sus asesores en Washington ejercer un severo control sobre la situación si no podían recibir información oportuna y precisa desde el área de los acontecimientos? De igual manera, la Junta de Jefes de Estado Mayor insistió en que no se tomara ninguna acción sin haber recibido la adecuada orden de ejecución y que todo desplazamiento fuese informado al Pentágono inmediatamente. La crisis dominicana dividió a los mandos político y militar estadounidenses.

Otra cosa, para no antagonizar ni herir susceptibilidades de los gobiernos latinoamericanos, la administración Jonson tuvo que jugar con el pretexto de la neutralidad norteamericana y la salvaguarda de los intereses de sus nacionales en República Dominicana para esconder el verdadero motivo de la intervención.

De esta manera se justificó el envío de soldados de Infantería de Marina exclusivamente en términos de “protección de la vida de los ciudadanos” y aquí fue preponderante el papel que jugó la prensa para develar las verdaderas intenciones del gobierno norteamericano,

La prensa, testigo de cargo

Así lo comenta Yates en el informe: “Los periodistas que llegaron a aguas dominicanas al día siguiente del desembarco pronto decidieron desafiar la posición oficial sobre la crisis. A bordo del “Word County” escucharon conversaciones de radio entre Bennett y Benoit en las que la embajada parecía estar prometiéndole a la Junta Militar equipo de comunicaciones, alimentos y otros abastecimientos, a pesar de la anunciada neutralidad de Estados Unidos”.

Se dice que en algún momento, en estas conversaciones Bennett le dijo a Benoit: ¿Necesitan más ayuda? Considero que con determinación tus planes tendrán éxito”. Cuando los periodistas abordaron el Boxer para tener una conferencia de prensa con el comandante Dare, el comodoro les dijo que los soldados de Infantería de Marina se quedarían en tierra mientras fuese necesario “para velar por que los comunistas no se adueñaran del gobierno”.

Para muchos de los comunicadores ese fue el primer indicio de que, al mandar tropas a tierra, la administración Johnson tenía otros motivos además de la seguridad de sus nacionales; de esas discrepancias entre los pronunciamientos de las autoridades y el comportamiento militar surgió una “falta de credibilidad” que pondría a muchos medios de comunicación en contra del gobierno durante y después de la crisis dominicana, por lo que era inevitable que en cierto momento las fuerzas militares norteamericanas fueran parte de esa confrontación.

Llegan los yankees. ¡Go home yankees!

Ya para el jueves 29 de abril la Tercera Brigada (segundo equipo de combate del batallón de la 82ª División Aerotransportada) recibe órdenes de salir de la base aérea Pope a la base Ramey, en Puerto Rico, mientras el vicealmirante Masterson, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta 122, llega a aguas dominicanas, desembarcando más de mil 500 soldados.

 Al ver el apoyo logístico dado a sus recomendaciones, el embajador Bennett de inmediato propuso el establecimiento de una zona neutral, que abarcaría desde el hotel El Embajador hasta la sede diplomática, en tanto, la Tercera Brigada de la 82ª División, que está en camino a la base aérea de Ramey, recibe órdenes de continuar vuelo directo hacia San Isidro, y se nombra al general Robert York comandante de las fuerzas terrestres.

Robert L. Delashaw

Un “pequeño” obstáculo se presentó en ese momento. “Para determinar la misión que los elementos de la 82ª División desempeñarían de ser enviados a Santo Domingo, los comandantes con sus planas mayores desde York hasta el general Robert L. Delashaw, de la Fuerza Aérea, necesitaban una inteligencia exacta y actualizada, especialmente sobre la identidad, condición y ubicación de las fuerzas amigas y enemigas y la ubicación de las instalaciones claves en Santo Domingo”.

La información que ellos habían recibido no llenaba esos requisitos, por lo que York y su Estado Mayor afirmaron después que “existía un vacío crítico de inteligencia durante las primeras y vitales etapas de la operación, ya que como generalmente sucede, dada la escasez de oficiales de inteligencia y la fácilmente ignorada labor de mantener los planes actualizados, el Plan de Operaciones del Comando del Atlántico ofrecía muy poco al comandante de paracaidismo respecto a información o análisis útiles”.

Es en estas condiciones que llegan a República Dominicana las tropas interventoras con un gran despliegue de fuerzas militares y sin un canal claro y seguro para recibir información oportuna de los mandos superiores.

“El comandante en jefe del Comando del Atlántico tenía sus propios problemas adivinando las intenciones de la Junta de Jefes de Estado Mayor y debido a la falta de comunicaciones seguras, la 82ª División recibió muy poca información del Comando del Atlántico hasta el día 29, cuando un oficial de enlace enviado a Norfolk el día 27, pudo hacer que la inteligencia disponible al comandante del Comando del Atlántico fuera transmitida regularmente al Fuerte Braga en Estados Unidos”.

Antes de eso, de los únicos diez mensajes de inteligencia que recibió la plana mayor de la 82ª División, “la mayoría se basaba en informes publicados en los diarios y todos estaban obsoletos”, y los que llegaron a la embajada en Santo Domingo y de la CIA, la oficialidad de la división aerotransportada los consideró “alarmistas, inciertos y debido a su énfasis en el tema comunista, virtualmente carentes de importancia para el planeamiento militar”.

Según relata Yates en el informe de los ”Documentos de Leavenworth”, las evaluaciones posteriores, hechas a la operación interventora por los propios participantes, determinaron que los propios preparativos de la operación “difícilmente representan un modelo de planeamiento operacional conjunto, las violaciones a la cadena de mando, el establecimiento de prioridades conflictivas, los requisitos de concentración, la escasez de personal y equipo, las dificultades de coordinación, los planes de operaciones obsoletos y la información de inteligencia inexacta e inadecuada, representaron problemas que los comandantes y sus planas mayores tuvieron que hacer frente”.

Más problemas de comunicación e información

Pero no solamente esta situación se dio en República Dominicana hace varias décadas, ya que “algunos de los problemas generales que encontraron los militares durante la fase preparatoria de la crisis, continúan presentándose hoy día en las operaciones conjuntas de contingencia”.

El apoyo tácito y ya casi público del embajador Bennett a los militares “de aquel lado” queda patente en la información que el diplomático envió a Washington acerca de la situación imperante en la capital dominicana.

Este le informó al Departamento de Estado que el combate había mermado y que la Junta Militar se preparaba a realizar una “operación limpieza” a pesar de los continuos problemas de la comunicación, coordinación y moral, y presentó la posibilidad de que los infantes de Marina tomaran parte en ésta.

Esto era una “solemne falsedad, aun en el caso poco posible de que se llevara a cabo tal operación; sin embargo, Bennett no trató de poner fin al rumor, ya que éste podría elevar la moral de los leales, mientras que tendría un efecto contrario en los rebeldes. Ambos lados, asumió Bennett en su informe a Washington, estaban cansados y desmoralizados. Ante esa situación de falsedad en que Bennett informaba a sus superiores, los “rebeldes” iniciaron un contraataque.

Yates describe así el episodio. Los constitucionalistas estaban atacando el Centro de Transporte, que había sido tomado por los leales en la parte Norte de la ciudad, la Fortaleza Ozama, y varias estaciones de Policía, “en donde se dice que los defensores estaban siendo asesinados al ser capturados, y las oficinas del grupo asesor de asistencia militar de Estados Unidos, que estaban en el centro de Santo Domingo, habían sido saqueadas”, por lo que para las autoridades de la embajada, los rebeldes estaban de nuevo en movimiento.

Además de que la Junta Militar se había paralizado y la situación se deterioraba otra vez sin lugar a dudas, a pesar del desembarco efectuado el día anterior miércoles. “A media tarde, la embajada fue víctima del ataque de francotiradores cuando Bennett celebraba una reunión en su oficina con Dare y Daughtry”. A partir de este momento había llegado la hora para las autoridades norteamericanas de efectuar la verdadera intervención.

El informe manifiesta que, por primera vez, Washington estaba más adelantado que los oficiales en campaña y a media tarde del jueves 29, Johnson había decidido desembarcar el resto de las tropas que él pensaba todavía se encontraban a bordo del Boxer y desplazó dos equipos de combate de batallón de la 82ª División Aerotransportada.

“Washington había decidido que Estados Unidos no toleraría la continua inestabilidad de República Dominicana exponiéndose a que fuera tomada por los comunistas. Más aún, el presidente Johnson y sus asesores habían acordado que emplearían una fuerza abrumadora para estabilizar la situación. Con el relativamente fresco fiasco de Bahía de Cochinos en su mente, el presidente necesitó solamente un pequeño estímulo de McNamara y Wheeler para aceptar la sabiduría del precedente de Eisenhower en la crisis del Líbano en 1958”.

Bennett toma decisiones particulares

Supuestamente, Bennett sabía la decisión del presidente Johnson de enviar más soldados antes de la reunión con Dare y Daughtry, la que fue interrumpida por el fuego graneado de los francotiradores constitucionalistas, aunque no se sabe con exactitud lo que habló con los dos oficiales, en un informe del Departamento de Estado se indica que el diplomático instruyó a Dare para traer los barcos que transportaban a los soldados y al equipo pesado más cerca de la costa dominicana en preparación para el desembarco total.

Bennet diría más tarde, “esto tomará de dos a tres horas y nos dará tiempo para revisar la situación nuevamente antes de empeñar finalmente las tropas en la costa”.

Veinte minutos después, Bennett le informó a Washington que le había ordenado a Dare que preparara para desembarcar a los restantes mil 500 soldados de la Sexta Unidad Expedicionaria de la Infantería de Marina que estaban en el Boxer, conjuntamente con su equipo pesado, tanques, vehículos de oruga y otros; el “embajador supo de pasada que no quedaban soldados a bordo del Boxer, contrario a lo que el presidente y sus asesores militares parecían pensar”, refiere el informe.

El diplomático volvió a enviar un mensaje al Departamento de Estado en el que informaba cómo los soldados norteamericanos deberían desplegarse al desembarcar, así como la composición de las fuerzas hostiles que encontrarían a su paso.

Respecto del despliegue de las tropas interventoras, Bennett favoreció el establecimiento de una zona de seguridad desde el hotel El Embajador hasta el Palacio Nacional, un área que incorporaba a la mayor parte de residencias norteamericanas y misiones extranjeras.

Sobre los constitucionalistas escribió: “Nuestra mejor conjetura indica que cerca de mil 500 rebeldes están bajo el liderazgo de los comunistas; menos de mil son soldados regulares y entre mil y 4 mil son “gorristas” -revoltosos-; estimó, de igual manera, que las fuerzas de la Junta Militar sumaban cerca de mil 700 efectivos, esparcidos por varios lugares de la ciudad, estando la mayoría en San Isidro”.

En tanto, luego de su reunión con el diplomático, el comodoro Dare regresó al Boxer junto a Daughtry. Al llegar, cuál no sería su sorpresa al encontrar a bordo al vicealmirante Kleber Masterson, comandante de la Segunda Flota.

¿Qué sucedió? “El día anterior, el comandante en jefe del Comando del Atlántico había activado la Fuerza de Tarea 12. Bajo el Comando del Atlántico, Masterson tendría, mientras tanto, la responsabilidad de conducir todas las operaciones militares norteamericanas en República Dominicana.

Ese mismo día, la junta de jefes de Estado Mayor seleccionó el nombre en código para las operaciones, denominándolo “Power Pack”.

Posteriormente, Masterson disolvió el Grupo de Tarea 44.9 y en su lugar activó una fuerza de tarea naval, la 124. Dare se convirtió en el comandante de la Fuerza de Tarea 124, que asumió la responsabilidad bajo la Fuerza de Tarea Conjunta 122, de todas las unidades navales norteamericanas que participaban en la crisis dominicana. El desenlace de los acontecimientos históricos nacionales a partir de esta decisión de Estados Unidos ha gravitado y gravitará durante mucho tiempo en el espectro político nacional. Pero eso lo veremos más adelante.

Sábado, 26 de abril de 1997.

RELÁMPAGO INFORMATIVO, 11 DE MAYO 2005.

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