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Fuerza excesiva del poder

 

Por Augusto Álvarez

Las redes regresan con furia, tras el apresamiento de un joven que a su modo, cuestionó la fortuna de un legislador.

Además de las informaciones de las redes sociales, un diputado reformista por La Romana, también condenó el barbarismo que fuerzas al servicio de Radhamés Camacho ejercieron contra el fanático.

De igual modo se pronunció la joven diputada Faride Raful y otros políticos, como su padre, el poeta Tony Raful, vivió en carne viva esos horribles sucesos durante el sangriento régimen de Balaguer.

Si eres un funcionario que no ha tenido la suerte de sacarte dos veces la Lotería en Nueva York, y ni siquiera la dominicana, es lógico que el ciudadano común se pregunte ¿de dónde sacó la fortuna, que él mismo admite tener?

Recordamos una trifulca que se originó en un estadio de Boston, entre los peloteros de los Yanquis con los Media Roja, y el alcalde de la Gran Manzana, favorecía la intervención policial.

La actuación de policías y militares, al detener a un ciudadano, posiblemente no manchado por la corrupción, tirarlo como un saco de papa en la cola de un camión ¿cómo la justifica el propio presidente de los diputados?

Escasas voces del oficialismo se han escuchado (para no decir ninguna), condenando el bochornoso y degradante espectáculo.

De existir la figura jurídica del Director de Policía, o de ser nombrado el señor Radhamés Camacho como Fiscal General, ¿habría libertad de expresarse?

En realidad, antes y durante las primarias, el expresidente Leonel Fernández marcó la oposición, escoltado por una joven del PRM y un diputado del PRSC, otras voces se tragaron y/o extraviaron sus roles.

La pregunta que se hace la ciudadanía, cuando se refiere al despótico caso, es ¿estamos reculando a la época de los 12 años del balaguerismo?

No hubo represión ni detenciones y, mucho menos cuestionamientos, cuando, precisamente el mismo domingo, en el estadio de los Nacionales de Washington, tras anunciarse la presencia del presidente más poderoso del mundo, Donald Trump, éste fue recibido con un estruendoso abucheo.

Como todo político democrático, el presidente Trump, sonrió, aunque nadie le gritó ¡corrupto!

 

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