La Victoria, un recinto letal

Por Augusto Álvarez
La visita del ministro de Salud Pública al penal La Victoria, fue epilogada por el fuego de las armas y los incendiados de colchones.
Tras seleccionar a unos cuantos presidiarios, dentro de varios atrapados en las garras del coronavirus, el ministro de Salud Pública, quizá asesorado por un fiscal general, supecuestionado, así como por una Policía muy, pero muy especial, trasladó a quienes, posiblemente no debió, pero que alguien le recomendó.
Qué técnica utilizó el ministro de Salud, quién determinó la escogencia de los reos que recibirían atención primaria. ¿Saben las autoridades que el peligro potencial (oculto) son los asintomáticos?
El fantasma de la muerte se oculta entre el hambre, las enfermedades, ahora agravada por el virus letal del COVID-19.
¿Qué produjo la furia de los reos amotinados, prácticamente cuando el ministro salió de las edificaciones de la prisión?
Nos inclinamos por una advertencia gris, flotando en un micromundo que los prisioneros percibieron, quién sabe, en un país en donde se aspira a conocer al primer enjaulado por robarse fondos del Estado.
¿Por qué no se moviliza a la población carcelaria, aun sea por una semana y se desinfecta a fondo cada rincón de ese penal y se retornan los reclusos? ¿Cuál es el temor?