Haití sigue navegando entre dos tragedias

Cualquiera no comprendería que varias de nuestras más importantes figuras, en el plano político y militar, conforme la historia, sin necesidad de haberse realizado tipificación sanguínea, pues la sangre haitiana corre por sus venas.
Parecería que la naturaleza ha decidido castigar a los corruptos y dogmatizados políticos haitianos, aunque de paso, se llevó a infelices que esa jauría sumió en la más extrema miseria.
Una nación no se conduce ni se desarrolla con creencias, sino con la conjunción de voluntades, con la mezcla de ciencia y tecnologías, desplazando lo superados por la dialéctica que motoriza la vida misma.
Cada cambio de mando de las autoridades en las naciones con instituciones débiles, siempre habrá de suceder lo mismo, que cuando dichas autoridades se tambalean, en sus caída arrastran, se llevan hasta la respiración.
Somos por tradición, el refugio de delincuentes políticos y asesinos haitianos, desde los tiempos de Concho Primo y de otros gobernantes. ¿Dónde se refugiaron Batista y Perón?
La sangre haitiana ha circulado entre políticos y militares dominicanos, desde antes y después del sanguinario régimen de Rafael Leónidas Trujillo, cuya abuela, Ercina Chevalier, era haitiana.
En nuestro camino hacia un relativo desarrollo, las manos de obras haitianas, siempre ha estado presente y activa en la industria azucarera, en la construcción y en la agropecuaria.
Durante la gran lección que nos ha dado el coronavirus, Haití siguió siendo nuestro segundo socio. ¿Qué debemos aprender de esa nación? Posiblemente poco, salvo su indomable combatividad y resistencia.
Salvo escasísimas excepciones en la lucha del pueblo dominicano en sus procesos políticos, en mayor o menor grados, la presencia haitiana ha estado presente antes y durante el combate al enemigo en abrir.
En la solidaridad oficial, ninguna administración política ha reculado a la hora de respaldar al pueblo haitiano, pese a una industria del odio que no pausa.
En esta última tragedia natural, la administración del presidente Luis Abinader, pronta y oportunamente, respondió como tenía que ser, tal y como lo han hecho otras naciones.