REFLEXIONES: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”

AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
Hola, amigos, ¿qué tal? Esta Semana Santa pasada, tuve que convertir este lugar en mi propia iglesia, todos parten a sus actividades cotidianas y me quedaba inmerso en el silencio absoluto, rodeado de hermosos paisajes los cuales es mejor contemplar desde lejos, por las ventanas, por el inmenso frío.
Yo me levanto a las 6:00 a.m., ustedes se están acostando a esa hora, 11:00 p.m., debo esperar las 2:00 p.m. que ustedes se levanten, durante esas 8 horas en las que ustedes duermen, yo no tengo con quien hablar, se impone mi retiro de silencio, es momento de orar por ustedes, quienes me piden oración, de enviarles a mis pacientes, programaciones mentales positivas que influyan en sus formas de pensar y actuar, de generar grandes ideas y lo que es mejor, de conectar con el universo para encontrarme con el Rey, el Creador y tener largas conversaciones.
En algún momento veía desde lejos a mi país y le preguntaba al Señor ¿cuántos me estarían necesitando para asistirlos y ayudarlos?, pero al leer el evangelio de san Juan del día, una frase me respondió: “A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen.” Era como si escuchara la voz del Padre que me decía aquieta tu corazón y déjate conducir, tu eres quien necesita ayuda en este momento.
En mi segunda reflexión del martes santo, al leer el evangelio, no pude dejar de preguntarme cuántas veces ha cantado el gallo de mi vida, sin embargo, el Señor me sigue amando, perdonando, conduciendo, porque tú Señor eres mi luz y mi salvación.
Es esta la razón por la que el miércoles santo en mi retiro espiritual, llamó mi atención Isaías 50, cuando decía:
“El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás”.
Víctor Martínez siempre ha aceptado su voluntad y por eso me ha ayudado, ha sido mi defensor en momentos difíciles, y aunque no siempre he actuado conforme a lo que Dios manda, siempre termino buscando su rostro y dejándome abrazar, pues en cada caída Él me ha tomado de mi mano, invitándome a ser mejor persona.
El aprendizaje y el crecimiento espiritual alcanzado, me ha costado muchas lágrimas, tormentos y sufrimientos, convirtiéndome cada día en un hombre más humilde, que expresa con alegría: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”.
Hasta la próxima