¿Por qué matar la inocencia?

Los padres, escoltados por el gran comercio, guÃan hasta el borde del abismo,la frágil inocencia de la niñez.
Antes solÃan los niños acostarse preñados de sueños, a la espera de los Reyes Magos, a quienes depositaban hierbas, cigarrillos y mentas debajo de la cama.
Ahora quién sabes si para bien o para mal, los hijos van de brazos de los progenitores a escojer el juguete preferido en la tienda, según lo permita el bolsillo, como si ellos, ¡los Reyes!, previamente cruzaron por los establecimientos a dejar la carga.
En las más apartadas y empobrecidas zonas, sepultaron a la Vieja Belén, y amplÃan la zanja para depositar a los Reyes, según avanza el estilo Norteamericano, imponiendo su cultura.
Para muestra, ya tenemos un «viernes negro, también, aunque en escala menor el ¡pavo!, asà continúan sustituyendo los polÃticos lo que en el pasado fueron tradiciones de nuestra cultura e inocencia de la niñez.
Aunque claro, algunas cosas del modelo no se arrastran, como demandar a la PolicÃa cuando mata a un inocente, que las altas cortes sigan estudiando a un condenado después de ser juzgado, reclamar la presencia de un abogado antes de hablar…
Con los escrúpulos insaciables, los polÃticos y funcionarios siguen fragmentando un paÃs de apenas 48 mil kilómetros cuadrados, con más de 30 provincias, 25 más que Cuba que nos dobla en extensión territorial.
Ya en su lecho de moribunda, la Vieja Belén mira su entorno y pide perdón porque la brutal hambruna bloqueó la posibilidad de darle a beneficiarios residuales, un Ãnfimo juguete.