La Policía y el arte de encubrir

En los actos de crímenes en que han quedado en evidencia los excesos de los agentes del orden, siempre se habla de investigarlos.
Los ejemplos sobran, sin que, en los últimos años, para no decir que nunca, se digan los nombres de los culpables, ni el castigo ni el tipo de prisión dónde son enviados.
Así aconteció con el real o supuesto delincuente que se habría ¡fugado? de Nagua, y que fusilaron en las proximidades de Villa González, Santiago.
Posteriormente, un selecto equipo de SWAT (comando de acción rápida) exterminó otro buscado, y grabó la acción, manifestando el vocero que se investigará.
Después siguieron otras ejecuciones sumariado, como la del carajete que hirió a dos oficiales en Boca Chica, para sólo poner ejemplos.
En ningún momento el cuerpo de “orden” ha dado informaciones relativas al castigo de los agentes implicados en ejecuciones, y lo que ya es habitual, la presencia del ministerio público ha brillado por su ausencia.
Constituiría un absurdo negar los niveles de delincuencia extrema de que somos víctima, pero nos preguntamos ¿por qué algunas víctimas silenciadas de algún modo han tenido relación con agentes de la Policía?
Se podría pensar en una lucha de intereses en pugna dentro de la Policía, y hasta un «voy a dejar que hagan y el que nombren por mí que actúe contra los incontrolables».
El párrafo de una canción satírica de una artista dice “…todo saben lo que pasa y pasan cosas muy raras, pero si usted le pregunta, dicen no saber nada». ¿Sucede así en la Policía?
Encubrir las actuaciones sucias de los agentes corruptos, no es una exclusividad nuestra. ¿Recuerdan el caso de Frank Serpico en Estados Unidos?