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Abril de 1965: EU advertía descontento en población civil y mandos militares

 

Por Claudia Fernández

Poco a poco, el descontento iba acrecentándose no solamente en la población civil, sino en los mandos armados dominicanos. Uno de los detonantes que precedió a la “Revolución de Abril de 1965” fue la posposición de manera indefinida de las elecciones que se celebrarían ese año, de parte del presidente doctor Donald Reid Cabral, así como la cancelación de un grupo de oficiales del Ejército, los que estarían involucrados en el complot para retornar al profesor Juan Bosch a la Presidencia. En ese discurrir llega el mes de abril y los acontecimientos se precipitan.

Donald Reid Cabral

La versión está contenida en los Documentos de Leavenworth, un análisis del profesor Lawrence Yates, de la Escuela de Combate, Comando y Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, en Texas.

Los preparativos del gobierno del doctor Reid Cabral para celebrar las elecciones en septiembre de 1965 iban supuestamente “viento en popa” con los auspicios del gobierno estadounidense pero en la medida en que se daba cuenta de la extrema inseguridad de su posición política, el presidente dominicano comenzó a insinuar acerca de una posposición de la fecha de los comicios y a comentar que “ciertos individuos desestabilizadores”, llamados Bosch y Balaguer, no se podrían tomar en cuenta como candidatos.

El caos en el orden político, económico y social era patente. Esto, sumado a la retórica de Reid Cabral, en lugar de aprovechar la división latente que había entre sus oponentes, unió a sus enemigos cada vez más, mientras tanto, el elemento pro-Bosch entre los conspiradores contra el Triunvirato esperaba con poca convicción que Estados Unidos garantizara unas elecciones libres.

Fue esta situación de inseguridad y tambaleo de Reid Cabral que llevó al grupo de la oposición a decidir que de no presentar el gobierno norteamericano las garantías necesarias para efectuar los comicios en la fecha prevista, el primero de junio, primer día de la campaña electoral, tomaría acciones para derrocar al gobierno.

Llega el mes de abril de 1965 y la Embajada de los Estados Unidos todavía no había dicho si insistiría en las elecciones nacionales, ya que los informes de los agentes de la Central Intelligence Agency (CIA) no eran muy alentadores al respecto.

Un candidato sin fuerzas

“Una encuesta de la CIA indicaba que, en unos comicios libres, Reid Cabral recibiría no más de un 5 por ciento de los votos, mientras que Balaguer posiblemente obtendría el 50 por ciento y Bosch un 25 por ciento. Lo que se debería hacer en vista de esta inquietante noticia dividió a las autoridades políticas de la Embajada, algunos, incluyendo a Bennett, favorecieron explorar alternativas no electorales que podrían mantener a Reid Cabral en el poder; otros abogaron por facilitarle la retirada y buscar la base para llegar a un convenio con Balaguer”, manifiesta el documento de Leaveworth.

Pero el debate tendría que dilucidarse y decidirse en Washington. Todos consideraron los riesgos involucrados en tardar la decisión, y a medida que aumentaban los rumores de un golpe de Estado, el embajador Bennett advirtió a Washington que “pequeñas zorras, algunas de ellas rojas, estaban mordiendo las uvas”, en referencia a la amenaza de los “comunistas” de hacerse con el poder.

William Connett

Detonante de la Revolución: Despiden oficiales

Cuando parecía que el tiempo se estaba acabando, Reid Cabral, el 22 de abril de 1965 despidió a 7 oficiales jóvenes envueltos en el complot para regresar al depuesto presidente Bosch al poder. Los funcionarios de la Embajada creyeron en ese momento que tendrían tiempo suficiente para maniobrar y deliberar antes de que Estados Unidos decidiera cómo manejar la situación.

Los miembros de la legación diplomática se confiaron demasiado. Creyendo que con el despido de los 7 oficiales las cosas volverían a tomar su rumbo, al día siguiente, viernes 23 de abril, el embajador Bennett salió rumbo a Georgia a visitar a su madre que se encontraba en delicado estado de salud, para pasar después por Washington a presentar el caso de República Dominicana y buscar ayuda gubernamental para Reid Cabral.

A cargo de la Embajada quedó el jefe auxiliar de la misión, William Connett, hijo, quien tenía solamente seis meses en el cargo.

“La misión militar norteamericana acantonada en Santo Domingo también bajó la guardia, envió a doce de sus trece miembros a una conferencia en Panamá. El director de la AID y el asesor de seguridad pública asignados a la Embajada estaban en Washington, y el agregado naval, un teniente coronel de la Marina, se fue de fin de semana al interior, a un viaje de cacería de patos con el general Antonio Imbert Barreras, uno de los dos únicos sobrevivientes entre los ajusticiadores de Trujillo. Imbert también era uno de los pocos generales que no estaba activamente comprometido en alguna conspiración contra el gobierno, quizá porque su rango era honorario y su relación con las fuerzas militares regulares era tensa”, según dice el informe en la página 27.

Y continúa explicando que el hecho de que el embajador, la mayoría de los asesores militares y otras autoridades norteamericanas claves se encontraran fuera de Santo Domingo a inicios del último fin de semana de abril “fue un vívido testimonio de la habilidad de los conspiradores pro Bosch de retener un alto grado de reserva, incluso después de la pérdida de siete de sus miembros y de la incapacidad de las autoridades norteamericanas encargadas de reunir inteligencia, de penetrar los grupos de oposición”.

Rápidamente se hizo claro que el despido de los oficiales el 22 de abril, lejos de proporcionar al gobierno un descanso político, eliminó el tiempo que le quedaba para solucionar la creciente crisis política, pues, temerosos de que un retraso pudiera poner en peligro el complot, los conspiradores adelantaron la fecha del golpe del 1º de junio al 26 de abril, “también decidieron que cualquier movida de Reid Cabral contra sus rangos antes del 26 ocasionaría una acción inmediata contra su régimen. Fue una decisión previsora”.

Inicia la Revolución: Apresan jefe de Estado Mayor EN

General Marcos A. Rivera Cuesta

El sábado 24 de abril, día decisivo para la República Dominicana, el jefe de Estado Mayor del Ejército, general Marcos A. Rivera Cuesta, informó al presidente Reid Cabral que había descubierto a cuatro oficiales más que estaban en el complot contra el gobierno, y el ejecutivo, ajeno todavía a la magnitud del sentimiento a favor de Bosch dentro de las fuerzas militares, ordenó a Rivera Cuesta que los despidiera.

“Cuando el jefe de Estado Mayor llegó al cuartel general del Ejército sin escolta armada –un movimiento que Reid Cabral calificó posteriormente de estúpido–, fue arrestado por los conspiradores. El golpe de Estado estaba en marcha dos días antes de lo programado, por lo que la mayoría de los conspiradores fueron tomados por sorpresa cuando se les llamó, y luego al regresar a sus puestos y ser informados de los acontecimientos ocurridos en la mañana”.

Un dato curioso en este primer día de la insurrección, que se hace notar expresamente en los documentos de Leavenworth es que hasta que las unidades comprometidas en el complot se organizaron y otras pudieron ser persuadidas de unírseles, el coronel Hernando Ramírez “no podía implementar su plan de operaciones militares contra el gobierno porque como dijera un analista en esa oportunidad, el teléfono, mucho más que la ametralladora, fue el arma que se usó el primer día de la revuelta constitucionalista”.

Lo primero que se hizo fue notificar a los oficiales y a los civiles comprometidos en la conspiración. Y ya en la tarde del sábado, entre mil y mil 500 militares desafectos al Triunvirato, en su mayoría procedentes de un batallón del Ejército en el Campamento 16 de Agosto y la unidad de 250 hombres del Campamento de Artillería 6 –ambos ubicados al noroeste de a ciudad—fueron los primeros que se unieron al esfuerzo para derrocar a Reid Cabral, así como otro batallón del Campamento 27 de Febrero; y en la tarde del 24, el Batallón Mella, en San Cristóbal, también prometió su apoyo.

“El PRD y otras organizaciones civiles anti-Reid, incluyendo los comunistas, también estaban movilizando sus recursos”. Otro dato curioso que llama la atención y que consigna el profesor Yates, es que “por una casualidad, José Francisco Peña Gómez, uno de los jefes civiles de la conspiración, recibió noticias de la revuelta mientras emitía una transmisión radial. Rápidamente anunció que el gobierno había sido derrocado y llamó a todos los simpatizantes a lanzarse a las calles; miles se volcaron a la celebración”.

“Tomada por sorpresa, la Policía no hizo ningún esfuerzo por detener las demostraciones; esa falta de acción aumentó el sentimiento general de que el informe de Peña Gómez era verídico, mas no era así. Reid Cabral no había capitulado y estaba tratando frenéticamente de determinar lo que estaba sucediendo. En la misma situación se encontraba el personal de la Embajada de los Estados Unidos, que empezaba a recibir con frecuencia informes conflictivos de sus contactos locales”, se puntualiza en los documentos de Leavenworth.

El panorama político que se estaba presentando era confuso, impreciso y alarmante, como para hacer que Connett despachara un cable a Washington marcado “CRITICO UNO”, el que empezaba diciendo: “Santo Domingo está lleno de rumores sobre un derrocamiento”.

Cuando Connett envió el cable, la unidad del CEFA agregada a la guardia del Palacio Nacional se estaba movilizando hacia Santo Domingo, que había sido tomada por los conspiradores temprano en la tarde. Las fuerzas militares que participaban en la revuelta todavía no habían entrado a la ciudad, y la desarmada población no podía hacerle frente a los tanques del CEFA.

Las fuerzas progubernamentales recapturaron la estación de radio y procedieron a arrestar a varios “agitadores”. Más tarde, Donald Reid Cabral transmitió un discurso a través de la radio y la televisión, en el que aseguró al país que tenía control de la situación, explicando de paso el origen de la revuelta militar y las medidas que se estaban tomando para suprimirla, dando a los conspiradores un plazo hasta las 6 de la mañana del día siguiente para rendirse, al tiempo que anunció la implantación del toque de queda.


El asesor Connett, “obedientemente informó del discurso a Washington, pero no pudo dar información adicional sobre la situación. Las autoridades de la Embajada de los Estados Unidos no podían identificar a una organización o a un grupo político como responsable del levantamiento, pero sí señalaron la presencia de los jefes laboristas izquierdistas y de los fanáticos de la clase izquierdista del PRD, entre los manifestantes”.

Los cables enviados al Departamento de Estado desde el país advertían, sin embargo, “los comunistas parecían estar envueltos en el levantamiento”, por lo que, durante el primer día de la crisis, la Embajada suscitó el tema ideológico, “que dominaría las deliberaciones de los formuladores norteamericanos de políticas en los días venideros y la controversia pública sobre la intervención norteamericana en los años subsiguientes”.

Así las cosas, al atardecer del sábado 24, los sucesos en Santo Domingo habían culminado con la aparición pública de Reid Cabral, lo que dio la impresión de que el Triunvirato había restablecido su autoridad y de que casi se había suprimido la revuelta; esta impresión fue apoyada por los errados informes de la Embajada que daban cuenta de que Wessin y Wessin y otros militares claves se estaban agrupando rápidamente en apoyo de Reid Cabral.

El informe da cuenta de que “el grado en que esta impresión estaba equivocada se hizo evidente el domingo, cuando lo que había empezado como un intento de golpe de Estado acompañado de demostraciones antigubernamentales, se tornó en una guerra civil en las calles de la capital”.

Los informes de la inteligencia que llegaron a la Embajada de los Estados Unidos en la mañana del domingo indicaban que casi dos tercios del Ejército acantonado en Santo Domingo y sus alrededores se había sublevado y estaba armando a los civiles simpatizantes y en la noche del 24-25 de abril fuerzas rebeldes entraron a la capital, capturaron una estación de bomberos, establecieron unas posiciones defensivas en sitios claves y continuaron armando a los civiles.

“Los extremistas izquierdistas ahora parecían estar agrupándose, estableciendo puestos de mando, distribuyendo armas reunidas en arsenales militares e incitando a la violencia. Voceros militares y rebeldes del PRD demandaron el derrocamiento de Reid Cabral y el retorno al gobierno constitucional, ocasionando con esta última demanda que se bautizara su movimiento con el nombre de “Constitucionalistas”.

Las fuerzas constitucionalistas retomaron la estación de Radio Santo Domingo y avanzaron hasta la Fortaleza Ozama, “uno de los principales arsenales en la ciudad”.

Wessin

Con relación al papel de la Policía Nacional, los documentos de Leavenworth dicen textualmente: “La policía local, ahora superada en armas por los rebeldes no hizo intento alguno por intervenir. Tal como Piero Gleijeses –profesor norteamericano de política exterior–irónicamente observó, el jefe de la Policía, general Hernán Despradel Brache, ansioso por no quedar alineado con el grupo perdedor, cualquiera que éste fuese, descubrió con insospechada agilidad mental…el concepto de una fuerza policíaca apolítica”.

La “neutralidad” de la Policía, no obstante, no garantizó su seguridad. “El recuerdo de sus tácticas represivas –apalearle un poco el sentido común a la oposición– todavía estaba vivo. Así, los policías se quitaron sus uniformes a medida que se extendía el rumor de que muchos de sus compañeros habían sido ejecutados sumariamente por grupos insurrectos de civiles armados, especialmente por jóvenes pendencieros que se llamaban a sí mismos Los Tigres”, refiere el informe en cuestión.

Al ver Reid Cabral que los rebeldes habían entrado a Santo Domingo, se dedicó a redoblar los esfuerzos que había iniciado el sábado 24 en la tarde para asegurar el apoyo de altos jefes militares. El jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, comodoro Francisco Rivera Caminero, prometió su apoyo al triunviro, al igual que el general Wessin, ambos hablaron a Reid y a los agregados militares norteamericanos sobre la inminente acción militar, “pero ninguno de los dos hizo nada por proteger al gobierno, incluso después que en las primeras horas del domingo 25, Reid Cabral nombrara a Wessin secretario de las Fuerzas Armadas”.

Le toca el turno a Wessin y Wessin

Esta vez le tocó el turno a Wessin y Wessin de devolver el desaire público que le había hecho Reid Cabral cuando se refirió a la relación entre el Triunvirato y el CEFA, al adoptar un enfoque cauteloso en el que “el oportunismo excedió al deber hacia un régimen impopular”.

Contrario a los golpes anteriores en los que había participado, en esta ocasión el todopoderoso jefe del CEFA, ya secretario de Estado, se enfrentaba a unas Fuerzas Armadas de tamaño incierto; sus tanques podrían ser capaces de someter a los rebeldes, pero no estaba seguro, “y perder sus tanques significaba perder su poder”, dice Yates en el documento.

Agrega que Wessin tenía buenas razones para dudar de la lealtad de la Fuerza Aérea en San Isidro, ya que las tropas del CEFA marchaban hacia la ciudad capital y la fuerza se dividía, “podría tener que hacer frente a fuerzas hostiles en el frente y en la retaguardia. Basado en estos cálculos, le pareció más prudente pararse firme en San Isidro y dejar que se desarrollara la situación”.

Este estado de cosas, junto a la renuencia pública del jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, general de brigada Juan de los Santos Céspedes, de combatir a los rebeldes, le dio a Wessin la excusa que necesitaba para su falta de acción.

“Denunció a la Fuerza Aérea por su falta de apoyo y en una conversación con Reid el domingo en la mañana, le explicó que los tanques de San Isidro no se podían enviar contra los rebeldes sin contar con la protección aérea”, lo que demuestra, además, las desavenencias existentes entre los diferentes mandos armados en la época de la Revolución.

Intervención no va, dice Washington

Al comprender que Reid Cabral no podría contar con el apoyo de sus fuerzas militares, William Connett, quien estaba a cargo de la Embajada, llamó a Washington y conferenció con Kennedy M. Crocket, director del Departamento de Estado para el Area del Caribe, sobre los diversos cursos de acción que los Estados Unidos podrían tomar. Todavía es domingo 25.

“Ambos descartaron en ese momento la posibilidad de una intervención norteamericana para salvar a Reid; acordaron, en su lugar, que el mejor medio para evitar un derramamiento de sangre y evitar la toma del poder por los comunistas era incitar a los jefes militares de ambos lados a establecer una junta temporal que se comprometiera a llevar a cabo elecciones en otoño”.

Al discutir esta alternativa, Connett y Crocket calcularon mal dos puntos, “ambos dieron por sentado el apoyo popular al establecimiento de una junta y asumieron que los oficiales rebeldes estarían anuentes a esta solución, ahora que la participación comunista había contaminado el movimiento insurreccional”.

A esto siguió el mensaje oficial del Departamento de Estado instruyendo a Connett a estimular las negociaciones a favor de una junta militar, aunque este documento no llegó a manos del jefe asistente hasta después de su reunión de media mañana con Reid Cabral, en la que éste último manifestó poco interés por la idea del establecimiento de una junta.

El documento expresa en torno a este punto, que “no es que las reservas que sintiera Reid importaran en ese momento, pues los agregados militares norteamericanos ya estaban discutiendo la formación de la junta militar con líderes militares dominicanos, haciendo así menos posible que sus unidades salieran en defensa de Reid, tampoco Estados Unidos lo haría, y así se lo informó Connett ‘al americano’, como llamaban a Reid Cabral en el seno del pueblo”.

Al comprender Reid Cabral lo irremediable de su situación, se rindió ante lo inevitable. “Poco después de su reunión con Connett, llamó a la Embajada de los Estados Unidos y anunció su intención de renunciar al poder a favor del establecimiento de la junta militar, para entonces, su gesto fue en vano. En una hora, las tropas constitucionalistas bajo el mando del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, se tomaron el Palacio Nacional y arrestaron a Reid Cabral. Todavía no se había formado la famosa junta a la que según había dicho el triunviro, le entregaría el poder”.

Quién y qué llenaría el vacío político, era la preocupación de todos los partidos interesados, aunque persistía la idea de la Junta, tal como fuera expresada por Estados Unidos, idea que fue bien recibida por los oficiales militares llamados “leales”, que no se habían sumado a la revuelta, “y los oficiales rebeldes indicaban que estaban dispuestos a discutir el asunto”.

“Pero a medida que avanzaba el día, Connett empezó a perder las esperanzas en estas negociaciones, los rebeldes estaban claramente a cargo de la situación y no tenían ningún motivo para ceder, más aún, los informes de la CIA indicaban que los jefes comunistas, cuya influencia en las calles parecía aumentar por horas, nunca estarían de acuerdo con el establecimiento de un gobierno militar”.

Yates manifiesta en su informe que el vocero más expresivo entre los civiles y militares rebeldes –se refería a José Francisco Peña Gómez–, declaró la intención de devolver el poder a Bosch y al gobierno constitucional.

Los planes ya se estaban ejecutando para traer al ex presidente del exilio en Puerto Rico, en tanto, el profesor Bosch había autorizado a sus seguidores el establecimiento de un gobierno provisional a cargo del “prominente político del PRD, José Rafael Molina Ureña”. A partir de la toma de posesión de Molina Ureña, los acontecimientos se desencadenaron, provocando la división entre los aliados, lo que será tratado en otro capítulo.

EL SIGLO: Martes, 22 de abril de 1997

RELAMPAGO INFORMATIVO: Martes, 7 de mayo de 2019

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