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Benoit confiesa culpabilidad por intervención EU

Atribuye actitud a irresponsabilidad de superiores

Por Claudia Fernández

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Es duro soportar el baldón infame de traidor, de cobarde, de vende patria, por lo que no es extraño encontrar a un hombre resentido, un tanto amargado por las traiciones de grupos de poder del país, que hipócritamente lo utilizaron como chivo expiatorio, como instrumento para una situación que ha pesado y gravitado en la vida nacional durante décadas. Aunque hoy trata de conciliarse con los fantasmas que rondan sus pesadillas noche tras noche, como él mismo confiesa, trata de minimizar un poco el peso de lo que hizo.

A veces, la amargura le brota por los poros; otras, parece que le resbalara. Dice que a pesar del daño moral, social y militar que le provocaron esos grupos decisorios del país, los que celebraron y brindaron en un momento dado, él cargó con las culpas y pecados de muchos “sinvergüenzas y charlatanes hipócritas” que se escudaron tras una decisión que aún hoy, a pesar del tiempo transcurrido, sigue pesándole como una gran cruz. Pero no se arrepiente de su acción, al contrario, la justifica diciendo que lo hizo para evitar un mayor derramamiento de sangre en el país.

El general (r) Pedro Bartolomé Benoit Vanderhorst expresa que le es muy duro tener que oír repetir lo mismo año tras año y considera que si las nuevas generaciones, el pueblo en general, ignora lo que sucedió, “sería mucho mejor porque muchos santos caerían de sus altares”.

[Esta entrevista al general retirado Pedro Bartolomé Benoit Vanderhorst (13 de febrero de 1921-5 de abril de 2012) fue realizada en 1997.]

Sin embargo, evita mencionar nombres a menos que sea estrictamente necesario o ante la insistencia de las preguntas, porque al cabo de los años dice que se debe aprender de las “patadas morales, porque los pueblos escupen la cara de sus libertadores”, y además trata de olvidar sus errores, si es que así puede llamarse a la acción que decidió la suerte de un país, y que todavía sigue pensando en que fue la mejor solución a una crisis que pudo haber tenido proporciones insospechadas: la intervención norteamericana de 1965.

Es sorprendente cómo conserva sus recuerdos vívidos, tanto como si los estuviese viviendo como el primer día cuando tuvo que tomar la penosa decisión que lo convirtió en el chivo expiatorio de muchos “cobardes”, como les llama, y rememora con precisión los primeros días de la Revolución de Abril, cuando evitó el primer bombardeo y su papel de mediador ante los militares sublevados, frutos que no pudo lograr y de cuyo episodio dice que “en parte tengo la culpa al no permitir que se bombardeara porque quizás yo hubiera estado fuera de toda esta porquería”.

Para este hijo de un conocido periodista de principios del siglo XX, de Samaná, el señor Pedro José Benoit, fundador del periódico “Prensa Local”, que nació en el local de la imprenta, si le hubiesen oído el día 24 de abril, “aquí no hubiera habido revolución”, aunque dice que en esos momentos había muchos odios, factores negativos, intereses de por medio y como todos los demás entrevistados, coincide en declarar que todo comenzó con el derrocamiento del gobierno del profesor Juan Bosch, suceso que calificó de inconstitucional.

El general Benoit todavía insiste en que de haber seguido sus consejos de buscar un entendimiento entre sublevados y militares afectos al régimen de facto, la guerra civil no se habría producido ya que la instauración de un gobierno militar habría permitido la realización de elecciones libres. Y lo dice con el convencimiento de su ¿testarudez? o de sus ¿convicciones?

Donald Reid Cabral

El ya agotado ex militar aún guarda los resabios de aquellos tiempos y habla de su enfrentamiento con el general Wessin, jefe de la todopoderosa maquinaria bélica del CEFA, de su intento de convencer al coronel Hernando Ramírez de deponer su posición y abocarse a un diálogo y hasta de su decisión de conversar para obligar al triunviro Donald Reid Cabral a abandonar el poder, pero todo resultó infructuoso y llegó tarde al escenario de los hechos, del que, en un momento dado, se hizo protagonista pero el protagonista malo de la película, estigma que ha tenido que soportar con estoicismo y entereza. Esa fue, a decir verdad, la impresión que me dejó, la de un hombre íntegro que sigue considerando que obró en bien de la patria y se queja de que toda la “canana” del asunto se la dejaron a Benoit, y defiende su postura contra viento y marea.

Porque no intenta limpiarse ante la historia. No, eso jamás. Acepta sus culpas con la misma decisión con que firmó la petición de intervención pero le molesta que sea él solo quien cargó con el dado, cuando otros muchos antes que él, pidieron la intervención, “pero yo firmé y moralmente soy responsable”. En la humilde casita del kilómetro siete de la carretera Mella, rodeado de papeles amarillentos que le servirán de base para su autobiografía, cuadros de su época dorada de militar y un anacrónico “pick up” y muchos discos de pasta –no puedo comprar un equipo sofisticado, dice–, el general Pedro Bartolomé Benoit vive con su esposa de hace más de 60 años, doña Luisa Tejeda de Benoit y cinco perros que cuidan su hogar. Transcurre esta entrevista, que más que eso es la confesión de un hombre incomprendido que no busca perdón ni justificación alguna ante un hecho que lo ha estigmatizado de por vida, mientras los verdaderos culpables pasean sus glorias por las narices del pueblo, transcurre decíamos, de manera sorprendente, pues descubrimos al ser humano que hasta hoy no había dicho esta boca es mía.

Con gestos enérgicos, como si estuviera todavía al mando de un algún batallón de subordinados, empieza otra entrevista con la historia dominicana reciente, a veces dando saltos para aclarar ciertos sucesos y volviendo a la etapa de la Revolución de Abril, cuando por un azar de la vida se convirtió en el eje central de una situación que lo marcó para el resto de su vida, y que lo ha dejado esperando la muerte como si de una fiel amiga se tratara.

P.- General, ¿cómo entra usted en el papel protagónico que asumió al inicio de la Revolución?

R.- Resulta que yo tenía diez días de haber regresado de los Estados Unidos, en donde estuve un año haciendo un curso de profesionalización. Al regresar, que lo hice el 14 de abril, tenía una licencia de 15 días que me permitía volver a la base el 29, pero el día 24 oigo por la radio la explosión de la Revolución. Mi deber era reportarme a mi estación de servicio, la base aérea de San Isidro. Al llegar allí me encontré que los pilotos ya estaban con sus paracaídas, se dirigían a los aviones para ejecutar una acción, algo que militarmente procede, pues si hay un levantamiento hay que tratar de sofocarlo.

Pero no sé por qué, voy a creer que fueron mis principios militares, les pregunté que por qué iban a realizar esa acción y me responden que se levantaron los campamentos 16 de Agosto y 27 de Febrero y ellos habían recibido esa orden. Les dije, no puede ser, son nuestros compañeros y debemos ver cuál es la razón que los mueve, y una vez hablemos con ellos, entonces buscaremos razones o aceptaremos definitivamente lo que se iba a hacer.

Pude notar una cosa, aunque en el grupo había varios coroneles igual que yo, me oyeron, no porque me impuse sino porque les razoné.

P.- ¿Quiénes eran esos coroneles?

R.- Bueno, eran pilotos, no los voy a mencionar, oficiales todos. Ahora bien, iban a cumplir con su deber, quizás el que cometió el error fui yo, que debí dejarlos que cumplieran su misión y quizás yo hubiera estado fuera de toda esta porquería. Quiere decir que en parte tengo culpa al no permitir que se bombardeara y que se produjera el desenlace que todos sabemos.

Wessin

P.- Pero Wessin dijo en días pasados que fue él quien impidió el bombardeo…

R.- Espérate, yo no quiero discutir con Wessin, ojalá pudiéramos sentarnos en un sitio a hablar, yo no quiero acusar a nadie, pero si me hubieran oído a mí, el único que en ese momento hablaba de mediación, aquí no hubiera habido Revolución, lo que pasa es que había muchos intereses, odios, factores negativos, entonces la razón se estableció el mismo día que se derrocó el gobierno de Bosch.

El tumbar el gobierno de Bosch fue un acto inconstitucional, una violación a la Constitución, indiscutiblemente. Al producirse el hecho –el golpe de Estado de 1963–, las Fuerzas Armadas que fue la cabeza visible siguiendo directrices de políticos, debió instalar un gobierno militar y no entregar el poder a un grupo de civiles. Pero el día 26 de abril se realizó un acto muy bonito y en ese momento consideré que estábamos enterrando el hacha de la guerra y fumando la pipa de la paz, que ya no íbamos a seguir hablando de esa charlatanería. Eso fue lo que fue, una charlatanería que vivimos desde la muerte de Trujillo hasta este momento, creía que eso ya iba a cesar porque los pueblos que viven lamentándose de las cosas del pasado, por mucho que quieran no pueden llegar muy lejos.

P.- Me hablaba usted, general, de que el 24 de abril impidió el bombardeo. Entonces, ¿qué sucede?

R.- Que cuando se para el bombardeo, se determinó que íbamos a dialogar con los insurrectos, porque uno de los consejos que ofrecí fue que nosotros no éramos gobierno para tomar una acción, nosotros somos una parte de las Fuerzas Armadas, y como tal, iba a ser una acción aislada, unilateral e impropia de las Fuerzas Armadas, ya que están subordinadas a la Secretaría, lugar en donde se aglutinan los cuerpos armados para cualquier decisión, es decir, que unilateralmente no podíamos tomar ninguna decisión, a excepción de que partiera de allí –la Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas–, y de allí no podía haber partido porque precisamente se permitió la violación de la Ley Orgánica al dejar que el jefe del Triunvirato ocupara esa posición sin antes llenar los requisitos que demandaba esa misma ley.

P.- Acláreme un poco esto, ¿quién era el secretario de las Fuerzas Armadas en ese momento?

R.- el doctor Donald Reid Cabral, quien se nombró secretario de las Fuerzas Armadas.

P.- ¿Eso fue en qué año?

R.- En el mismo 1965, y las Fuerzas Armadas, que lo llevaron al poder, no le llamaron la atención. Pero repito, no quiero que mis declaraciones puedan echar a perder algo tan bonito como el acto del día 26 porque esa noche nos abrazamos todos. Entonces, yo no quiero dar una declaración que dé la impresión de que yo quiero mantener ese predicamento estúpido que quisiera olvidar, es una especie de pesadilla porque no debió suceder, y por cierto, quien le está hablando fue quizá el único que se preocupó en que aquí no hubiera revolución.

P.- ¿Cómo así, general?

R.- Claro. A mí me apena que muchos de esos que tomaron parte en la revolución, unos toman gloria, y otros tratan en todo momento de echarle la canana a Benoit, y yo, si no fuera Benoit, admirara a Benoit, porque la victoria tiene muchos padres, pero la derrota sólo uno.

          Si hubiese sido algo bonito, todo el mundo hubiese sido el héroe, Benoit se habría quedado abajo, pero Benoit dijo, sí yo lo hice. Lo hice, pero yo ahora me pregunto ¿Benoit dio algún golpe de Estado para ser jefe de las Fuerzas Armadas y de la nación, para tener la potestad de pedirle a Johnson que mandara tropas?

P.- Pero no se ponga así general…

Johnson

R.- Sí, sí, déjame decirte, porque es que todo el mundo se esconde aquí. Ahora, yo firmé, yo soy el responsable, yo firmé, sí, ¿qué decía el documento? Solicito ayuda para poner en orden el país, para eliminar el desorden que hay en el país. Eso es todo, no dije mándenme 42 mil soldados. Tenemos que saber y resaber que si yo le hubiese pedido a Johnson diez pesos prestados, él no me los hubiera mandado, ni siquiera me contesta. Entonces, ¡no sean estúpidos, estúpidos, y requete estúpidos! de pensar que yo ordené a la nación más grande del mundo a que enviara tropas, entonces, yo soy un superhombre, un supermacho, que puse a esa nación a hacer lo que yo quería. No.

Incluso, en el Departamento de Estado tienen el dato de lo que se invirtió en esa acción, fueron más o menos 400 millones –no aclara si de dólares o de pesos–. Como me han dicho vende patria, que me den el diez por ciento, serían 40 millones y me sacarían de la miseria que tengo.

Pero déjame decirte, estoy pasando muy rápido de una cosa a otra. Una vez, creo que fue en 1966, fui a un acto en el Palacio Nacional y entre tragos y copas, vino el embajador de Guatemala, que era una de las personas que veía en mí el deseo de resolver los problemas de este país, y unos cuantos embajadores más, y se sumó el licenciado Casanova, a quien no conocía, y me dijo, coronel Benoit, ¿usted no sabe cómo llegó a la Presidencia de la Junta Militar? Le dije que realmente no lo sabía. Entonces me dijo, se lo voy a decir. Me comentó que en una reunión realizada en el hotel El Embajador, fulano, mengano y zutano, los nombres no los voy a decir porque la mayoría está muerta, y no vayan a pensar sus familiares que quiero hacer leña del palo caído, el caso es que esos hombres eran de la clase dirigente del país. Deciden hablar con un coronel americano que estaba en el hotel y le dicen, frente a lo que está pasando ustedes van a tener que intervenir.

P.- ¿En qué fecha fue eso?

R.- Eso fue el 26 de abril de 1965, antes de que los americanos vinieran. Y le dijeron al coronel, ustedes van a tener que intervenir para que aquí no se produzca una segunda Cuba. Todos sabemos que la Revolución comienza por la reacción al golpe de Estado a Bosch, indiscutiblemente. Todo el mundo sabe que se produce o mejor dicho, esa situación la aprovechan esos elementos subversivos que nunca han querido a su patria, de los que han querido crear un sistema ideológico y se aprovechaban de esa situación, que se podía conseguir en cualquier lugar, pues bien sabemos que los dirigentes de esas ideologías aprovechan las situaciones caóticas de los pueblos, sabiendo como un viejo dicho conocido, que las masas no tienen convicción, sino emoción.

P.- Esos de los que usted habla, ¿son los dirigentes de partidos de izquierda o estamos hablando de otros sectores?

R.- Claro que de los partidos de izquierda.

P.- Pero entonces, ¿y los militares que dieron el golpe al Triunvirato?

R.- Los que se sublevaron tenían sus razones, incluso muchos consideraron que lo correcto era volver a la constitucionalidad, trayendo nuevamente al profesor Bosch; otros veían que el Triunvirato, puesto por las Fuerzas Armadas, que debieron tomar el poder en virtud de la responsabilidad histórica que contrajeron en el momento en que dieron el golpe de Estado, pero las cosas no funcionaban. Al ver ellos –los militares a favor de la vuelta de Bosch– que ese gobierno de facto estaba dando demostraciones de que quería incursionar en la política, aprovechando la oportunidad, ahora, sabemos que hay una cosa, los mismos militares que dieron el golpe de Estado olvidaron principios muy definidos, que toda acción tiene una reacción igual u opuesta, por lo que tenían que esperar sus consecuencias a la larga.

No debieron derrocar el gobierno legalmente constituido, pero si creyeron que procedía, entonces debieron instaurar un gobierno militar que se hiciera responsable, que cargara sobre sus hombros la responsabilidad histórica de lo que habían hecho, quiere decir que aquello, bien o mal, era una protesta y dio origen a la revolución.

P.- O sea, que usted considera un error el hecho de que no se instaurara un gobierno militar a raíz del derrocamiento del profesor Juan Bosch…

R.- Sí, porque esa situación llevó a esos militares descontentos a conspirar. Siempre, por debajo, aquí en Santo Domingo han existido candelitas que mueven a los demás. Lo mismo de Bosch, las mismas Fuerzas Armadas fueron las que llevaron a Bosch al poder.

P.- ¿Por qué las Fuerzas Armadas?

R.- Porque en esas elecciones que ganó Bosch, el contendiente opuesto era el doctor Viriato Fiallo, quien tenía como banderín de combate la destrujillización de los cuerpos armados, entonces, puso las Fuerzas Armadas contra él, y ¿qué hicieron esas Fuerzas Armadas? Que no votaron pero tenían familiares y esos familiares votaron y le dieron la victoria al profesor Bosch, quiere decir que no había nada contra Bosch en las Fuerzas Armadas. Pero sí hay una cosa aquí, es la candelita de abajo de los políticos y unos cuantos grupos que no voy a mencionar pero conoce todo el mundo, que comenzaron a crear situaciones, a hacer ver a las Fuerzas Armadas que ese gobierno no convenía.

P.- Usted no quiere revelar nombres, pero sin embargo, en un informe de los norteamericanos sobre la intervención, y siempre el punto de partida es el derrocamiento del gobierno de Bosch e insisten en la participación del entonces coronel Tessin, de la adhesión de éste hacia Donald Reid Cabral a pesar de los desaires públicos que le hacía el triunviro, entonces, no veo razón por la que usted no quiera mencionar los nombres de las personas que participaron.

R.- Bueno, el informe lo hacen ellos, quizá tienen la razón  o no la tienen, pero yo quiero decir lo que yo percibí, porque es muy fácil para ellos –los norteamericanos—y para los escritores hoy día, hablar caballá. Cada quien tiene su manera de ver las cosas pero yo también tengo la mía, lo que yo vivó, porque vuelvo y le digo, ¿por qué tengo yo que figurar allí, habiendo generales, oficiales superiores a mí?

P.- Es verdad, ¿por qué?

R.- Yo no sé, la respuesta puede ser muy extensa.

P.- No se preocupe que yo tengo todo el tiempo del mundo.

R.- O fui el más estúpido o el más cobarde, o quizás le faltaron pantalones a otros.

P.- ¿A quiénes?

R.- Yo no sé, pero la verdad es que donde yo mando ningún subalterno va a mandar, y si yo lo permito, entonces soy un cobarde o no sé lo que tengo en las manos. No quiero herir a nadie, como te digo acabamos de pasar una fecha muy bonita y no quiero, bajo ninguna circunstancia, con una declaración que dé, echar a perder, no para nadie, sino para mi propia conciencia, echar a perder esto que para mí fue tan bonito porque yo soy muy amante de la paz, la guerra nada más es destrucción. Ahora, yo soy militar, nunca esperé cubrirme de gloria matando dominicanos, me preparé para pelear con otros, no con dominicanos, la guerra civil es lo más sucio que puede haber en un pueblo.

P.- ¿Qué sintió usted cuando tuvo que asumir la responsabilidad de la petición de ayuda a Estados Unidos?

R.- ¡Ah, bueno! Fácil. De esa guerra, que circunscribimos al perímetro de Ciudad Nueva, si seguíamos atacando íbamos a levantar a toda la nación, y en lugar de morir dos o tres mil personas que murieron aquí, iban a morir 600 ó 700 mil porque a la larga, no nos íbamos a rendir, y ellos eran también valientes, quiere decir que íbamos a pelear y al pueblo lo iban a enardecer más porque una vez que la población observara la matanza, se iba a involucrar y cuando un pueblo se levanta, no hay armas que lo contengan.

Por eso había que parar de cualquier manera. ¿Dónde estaban los grandes políticos, los grandes pensadores, los que hoy discuten en la prensa, los que hablan mucha caballá en los grandes estrados? ¡Ah! Querían seguir el romance ese. No, había que pararlo. Ahora, yo le dije que alguien había pedido esa intervención militar, y esos elementos, cuando fueron donde el coronel americano, éste les dijo, nosotros no intervenimos a menos que un gobierno nos lo pida. Esos son subterfugios ¿sabe?, y en consecuencia, ese grupo fue donde el general Tessin y ahí es que toma cuerpo el asunto.

P.- ¿Usted quiere decir la Junta Militar?

R.- Eso mismo. Pero el coronel Benoit en ningún momento pensó que en ese instante se estaba produciendo algo con su nombre, ¿por qué? Porque a él le pidieron que ocupara la Presidencia de la Junta. Después, el licenciado Casanova mencionó algunos nombres de oficiales cuyos nombres no voy a decir, porque no los recuerdo. Todo el mundo huyó pero yo, que estaba ignorante de eso, a mí se me exceptuó de esa reunión. Y hay momentos en que una serie de factores, entre ellos el momento álgido que se vivía, entonces, la crítica a que yo dije que sí, está bien, y acepté, pero lo hice en virtud de que creía que tenía la oportunidad de pacificar el país.

La segunda parte de esta entrevista que duró cerca de dos horas, tiene nuevas revelaciones de situaciones extrañas que sucedieron durante la revuelta armada de abril de 1965, y habla en torno a las distorsiones históricas que se han tejido sobre su decisión, de la que, insiste, no se arrepiente.

El Siglo: Viernes, 2 de mayo de 1997

RELÁMPAGO INFORMATIVO: Jueves, 23 de Mayo 2019.

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