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Dominicanos consideraban Junta Militar de Benoit “represiva y reaccionaria”

Por Claudia Fernández

A pesar de que Washington insistía en que con el establecimiento de la línea de comunicación por las tropas norteamericanas, en Santo Domingo se había controlado la guerra civil, las maniobras políticas de todas las partes en conflicto apenas comenzaron al día siguiente del establecimiento del corredor que supuestamente demostró “el poder de Estados Unidos y puso fin a cualquier posibilidad de ataque rebelde a la Junta Militar en San Isidro”.

Coronel Caamaño

El documento de Leavenworth indica al respecto que al impedir la victoria militar a los rebeldes, éstos rápidamente cambiaron de táctica y lanzaron una vigorosa ofensiva con propaganda política.

La primera de ellas el 4 de mayo, “cuando un Congreso constitucionalista eligió a Caamaño como Presidente del país, y mientras esta ceremonia se estaba realizando, las autoridades norteamericanas estaban organizando su propia campaña para formar un gobierno más adecuado. Eso significaba esencialmente facilitarle la salida a la Junta del coronel Benoit en San Isidro, tildada por muchos dominicanos de represiva y reaccionaria y encontrar un gobierno alterno que pudiera disfrutar de apoyo popular”.

Es así que el emisario de Johnson, John Bartlow Martin, con apoyo del embajador Bennett, tomó la “batuta” abogando por el general Antonio Imbert Barreras, un hombre “que aún muchos dominicanos, aunque menos de los que Martin pensaba, consideraban un héroe nacional por su desempeño en el “asesinato” de Trujillo”.

Un país, una guerra, dos gobiernos

De Imbert cuenta el profesor Yates en el documento en cuestión que “tenía un ejército privado de cerca de dos mil hombres, pero lo que lo convertía en un atractivo candidato a los ojos de Martin, era la desavenencia existente entre el general Imbert y los oficiales de San Isidro, incluyendo a Tessin, porque Caamaño, sabía Martin, nunca entraría en tratos con Tessin, el hombre que la mayoría de los rebeldes culpaba de haber iniciado la guerra civil y creía, no obstante, que una reconciliación entre Caamaño e Imbert no era imposible”.

Ante esa estrategia norteamericana, es claro entender el hecho de que Imbert encabezara la lista de cinco candidatos, quienes constituirían el Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN). “Imbert escogió inmediatamente a Benoit como el segundo candidato para no enemistarse con la Junta, pero hubo cierto retraso para reclutarlos”.

La dificultad estaba en que, como Bennett informó al Departamento de Estado, pocas personas estaban calificadas para las posiciones y la mayoría de las que lo estaban se mostraban renuentes a aceptar, pero después de una rigurosa búsqueda aparecieron los candidatos y el 7 de mayo, Imbert fue juramentado como presidente del Gobierno de Reconstrucción Nacional.

Bennett

“Bennett recomendó el inmediato reconocimiento de Estados Unidos al nuevo gobierno pero el Departamento de Estado objetó que tal movimiento podría afectar adversamente el próximo paso en el proceso de estabilización, según lo contemplaba Washington y la OEA, es decir, arreglar un acuerdo entre el Presidente Caamaño y el Presidente Imbert para formar un gobierno provisional empeñado en celebrar elecciones pronto”.

Aun cuando ambos “gobiernos” manifestaron esta esperanza cuando firmaron el “Acuerdo de Santo Domingo”, documento redactado por la OEA que detallaba el acuerdo de cese de fuego, la reconciliación que Martin predijo se veía difícil, ya que al comienzo, el principal obstáculo a un acuerdo entre el GRN y los constitucionalistas “pareció ser la insistencia de Caamaño de no reunirse con Imbert hasta que ciertos oficiales relacionados con el grupo de San Isidro abandonaran el país”.

Las autoridades norteamericanas persuadieron a Imbert de aceptar la condición pero la clave del proceso la constituía Tessin, a quien Bennett consideraba “un hombre honorable pero el personaje detestable de la revolución”; entonces Tessin prometió a Bennett y a Palmer que renunciaría por el bien del país y aceptaría una posición en el exterior, con lo que aumentaron y disminuyeron al mismo tiempo las posibilidades de paz.

Los esfuerzos por reunir a Caamaño e Imbert se fueron por los suelos debido a las constantes violaciones al cese de fuego por ambos bandos. Bennett, Palmer y Martin dudaban que Caamaño fuera “un agente libre”, pues sospechaba, incluso, que los elementos radicales dentro del séquito del coronel estaban tratando deliberadamente de sabotear cualquier compromiso político.

Caamaño, en tanto, expresó tener iguales sentimientos hacia Imbert, a quien él veía “como el títere de los generales trujillistas, particularmente de Tessin, quien había incumplido inmediatamente su promesa de abandonar el país. Ante esta situación, el embajador norteamericano informó a sus superiores que el Gobierno de Reconstrucción Nacional después de un comienzo bastante alentador, ahora estaba teniendo dificultades para gobernar el país, lo que atribuía en parte al hecho de que el GRN no controlaba las principales instituciones económicas, localizadas en Ciudad Nueva.

Radio Santo Domingo fue la espina en el pie de Imbert y norteamericanos

Yates dice al respecto, que “más que todo, Bennett consideraba que el gobierno sufría por una constante andanada de oprobios antinorteamericanos y antigobiernistas lanzada desde Radio Santo Domingo; denunció la ofensiva propagandística como la principal espina clavada en el Gobierno de Reconstrucción Nacional (o de nuestro lado)”.

Pero si los constitucionalistas estaban siendo intransigentes, también lo estaban siendo Imbert y las autoridades norteamericanas, que comenzaron a dudar si el general Imbert aceptaría a Caamaño o a cualquiera de sus seguidores en el nuevo gobierno, ya que Imbert “hablaba cada vez más de tomar una acción militar contra los rebeldes, un curso del que Martin quería disuadirlo, manteniendo que las fuerzas del GRN no podrían derrotar a Caamaño aun si Estados Unidos las dejara tratar, cosa que, declaró Martin, no sucedería”.

Yates critica la intransigencia de Martin en este sentido, pues dice que a medida que se desvanecía la posibilidad de un acuerdo político, aumentaba la de iniciar alguna forma de acción militar y un incidente ocurrido el 13 de mayo, seis días después de que Imbert fuera posesionado al alto cargo por los norteamericanos, “sin consultar a las autoridades norteamericanas, Imbert envió a cinco P-51 a acabar con Radio Santo Domingo”.

El informe da cuenta de que los aviones dieron en el blanco y la estación dejó de transmitir durante el resto del día pero un piloto disparó erráticamente sobre las posiciones norteamericanas, rebeldes y leales cerca de la estación de radio, hiriendo a un infante de Marina norteamericano. Respecto de esta acción, Yates expresa que “en, quizá, la única demostración de verdadera unidad durante la intervención, los norteamericanos, los leales y los constitucionalistas, todos, devolvieron el fuego y tuvieron éxito en derribar al errante piloto, quien posteriormente fue rescatado por un helicóptero norteamericano”.

Bennett sentó una protesta ante la Comisión de la OEA sobre esta violación al cese de fuego, pero en su informe a Washington “admitió que era difícil reprender al Gobierno de Reconstrucción Nacional por haber tomado una acción contra una instalación que estaba envenenando a todo el cuerpo político del país”, dejando muy en claro que la protesta sólo era para cumplir los requisitos de rigor ante un caso semejante.

El favoritismo de Bennett hacia el gobierno de Imbert Barreras quedó demostrado cuando expresó su preocupación por la neutralidad norteamericana durante las negociaciones políticas, lo que, a su entender, estaba ayudando a los rebeldes a consolidar las posiciones que ocupaban en la importante área industrial al norte de la ciudad; la situación militar, según el punto de vista del diplomático, no estaba clara y no era buena y dijo que mientras Estados Unidos continuara trabajando para encontrar una solución política, no podría descontar la posibilidad de sentirse “obligado a asistir militarmente al Gobierno de Reconstrucción Nacional si se deteriorase la actual situación hasta el punto de convertirse en insostenible”.

General Palmer
General Palmer

Para Palmer y Bennett el asunto de principal preocupación militar era la situación al norte de la línea de comunicación. Desde el 10 de mayo, las fuerzas constitucionalistas habían estado atacando a las tropas del GRN acantonadas en el estratégicamente localizado Centro de Transporte, y en respuesta a esos ataques, Imbert estaba infiltrando refuerzos dentro del área, en tanto la vida económica de esa parte de la ciudad estaba paralizada y las fábricas cerraban sus puertas.

“Las protestas por alimentos pronto estallaron, era una situación intolerable que había que manejar con rapidez si la ciudad esperaba evitar un caos económico aún mayor”. Basados en sus propias observaciones y en un desalentador informe de la Comisión de la OEA, Bennett y Palmer tenían pocas esperanzas de encontrar una solución política al problema.

Como escribiera Palmer a Washington, haciéndose eco de las advertencias de Bennett, “quizá pronto se requiera emprender acciones militares para romper el actual estancamiento y lograr algún progreso hacia la estabilidad y el establecimiento del orden público”, pero la pregunta en Estados Unidos era “¿quién emprendería esta acción?”

Mientras Washington se hacía la pregunta, Palmer y Bennett recomendaron una acción fulminante en 3 fases para “restaurar” el orden al norte de la capital, previendo, no obstante, que los habitantes de la zona no verían con agrado dicha “restauración” del orden y la estabilidad económica mediante el uso de las armas.

En esas estaban, cuando Imbert informó a Martin que sus fuerzas en el norte, unos 600 ó 900 hombres, “habían recibido la orden de extender su control gradualmente a través del área industrial. Una confrontación militar importante con los rebeldes, iniciada por las fuerzas norteamericanas, las tropas del Gobierno de Reconstrucción Nacional o las dos juntas, parecía estar apenas a unas horas de distancia”. Esto contradice lo expuesto por el general Imbert a esta redactora de que durante su permanencia en la Presidencia no había tomado acción de fuerza alguna contra las tropas constitucionalistas.

Esta no fue una noticia que agradó al presidente Johnson, quien, contrario a las autoridades de su país en el escenario del conflicto, se inclinaba a culpar a Imbert del giro hacia una acción militar, dice Yates en su informe. Ante esa situación, el mandatario norteamericano dijo: “Yo no voy a entrar a la historia como el responsable de poner otro Trujillo en el poder”, refiriéndose al general dominicano Imbert Barreras.

Para evitar una confrontación de este tipo que podría dañar aún más su imagen ante la opinión pública de su país y la internacional, el presidente Johnson decidió enviar a Santo Domingo a Bundy, Vance, Mann y Vaughn para tratar de restablecer el orden a través de recursos diplomáticos, que incluían “sacrificar, si era necesario, el Gobierno de Reconstrucción Nacional a favor de un gobierno más moderado que pudiera garantizar la seguridad de la institución militar dominicana y la eliminación o detención de los comunistas y castristas”.

El enterarse de que ya la misión de emisarios estaba en camino, no le gustó a Palmer, para él este era otro ejemplo de interferencia de altas autoridades políticas “que carecían de una apreciación detallada de la complejidad del panorama local”. El equipo de Bundy, comentaría después Palmer con sarcasmo, “esperaba lograr un acuerdo rápido y sucio en un plazo de 48 horas”. Para Palmer esto no era más que pura fantasía.

“Operación Limpieza”, historia de un genocidio

Los emisarios llegaron el 15 de mayo, el mismo día que Imbert iniciaba la llamada “Operación Limpieza, para eliminar a todos los rebeldes en el norte de la capital”, acción a la que la mayoría de autoridades y oficiales estadounidenses en Santo Domingo había dado su bendición, ya que sabían sobre el inminente ataque de antemano.

Sobre esto, Yates escribe: “nunca se ha podido comprobar la acusación de que tropas norteamericanas ayudaron en la operación, ya fuera activamente o permitiendo a las tropas de Imbert atravesar la línea de comunicación hacia el Norte”, aunque dice que “Palmer sí autorizó la formación de equipos de enlace norteamericanos compuestos por dos hombres para que se reunieran con los soldados del Gobierno de Reconstrucción Nacional en campaña, de forma que cuando los elementos de Imbert se aproximaran a la línea de comunicación, se pudiera disminuir el riesgo de dispararle a las posiciones norteamericanas”.

En estas circunstancias, parecía que la Operación Limpieza tendría éxito, aunque a un costo muy elevado en vidas de rebeldes e inocentes civiles. En la Embajada, mientras tanto, Bundy y su gente consultaron con Washington el envío de tropas para establecer una nueva línea de comunicación de Norte a Sur que podría separar a los dos bandos, pero Palmer criticó esto, oponiéndose tajantemente, ya que se mostraba escéptico de que esto pudiera solucionar la situación y por el contrario, pensaba que era un peligro para sus hombres exponerse al fuego cruzado.

Todavía estaba Washington pensado en la propuesta de Bundy, cuando Imbert “completó su limpieza del Norte de la capital, eliminando a los rebeldes y capturando a Radio Santo Domingo. El éxito de la Operación Limpieza tuvo varias consecuencias, unas previstas, otras no; los rebeldes estaban ahora aislados en Ciudad Nueva, por lo que Imbert empezó a presionar a Estados Unidos para que dejaran cruzar sus tropas por la línea de comunicación, que era la única barrera que había para una victoria total”.

Mando militar en Santo Domingo se enfrenta a decisión presidencial norteamericana

York simpatizó con la solicitud de Imbert pero Washington se opuso enfáticamente, “no habría más empeños militares importantes por ninguna de las dos partes, Estados Unidos se encargaría de eso”.

El 16 de mayo, cuando la ofensiva de Imbert estaba en marcha, Palmer tuvo un indicio de lo que estaba por venir, cuando el presidente Johnson le ordenó usar las fuerzas a su mando para impedir que las unidades navales y aéreas de Imbert tomaran parte en el combate. El 21 de mayo, cuando una tregua negociada por la Cruz Roja se convirtió en un nuevo cese de fuego a solicitud de la OEA, por primera vez desde el comienzo de la intervención y de la crisis, el comportamiento de Estados Unidos fue verdaderamente neutral.

Pero esta neutralidad no ayudó a la solución política, ya que después del revés sufrido en el Norte de la ciudad, “Caamaño esta más dispuesto a hablar, pero Imbert, rebosante de éxito, no. Los esfuerzos de Bundy por organizar un gobierno provisional alrededor de Silvestre Antonio Guzmán, un miembro moderado del Partido Revolucionario Dominicano, no tuvieron éxito porque Imbert no aceptaba el acuerdo y porque a último momento, Guzmán no cumplió su promesa de exiliar a varios líderes comunistas”.

Palmer no sufrió por el fracaso de la fórmula Guzmán; aunque como militar no lo dijo, consideraba, al igual que Imbert, que un gobierno tipo Guzmán sería tomado o dominado por los comunistas, cuando Bundy se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos, empacó sus maletas y le entregó el asunto de las negociaciones de paz a la OEA.

“Con el fracaso de la misión de Bundy a finales de mayo, la solución política a la crisis dominicana parecía ser, si acaso, una esperanza distante, las tropas norteamericanas permanecerían en el país por un tiempo indefinido, no tanto para combatir, sino para mantener la paz. El trabajo, en algunos momentos sería desafiante y peligroso y en otros, frustrante y tedioso”.

Pero muy pocos soldados en realidad comprendían por qué Estados Unidos, con la potencia militar que había reunido en Santo Domingo, simplemente no emprendía una acción militar para asegurar el acuerdo político, impedir que los soldados realizaran las funciones para las que habían sido adiestrados parecía confuso, hasta absurdo.

Esa situación creó una especie de inercia entre las tropas norteamericanas, hasta que el 29 de mayo el general Alvim, de Brasil, asumió el mando de la Fuerza Interamericana de Paz.

Esas incidencias, hasta llegar al gobierno provisional del doctor Héctor García Godoy y el intento de Tessin de derrocar este gobierno a seis días de instaurado, constituyeron los principales acontecimientos en los últimos días de la Revolución de Abril de 1965.

El Siglo: Viernes, 2 de mayo de 1997

RELÁMPAGO INFORMATIVO; Jueves, 16 de mayo 2019

 

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