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Imbert Barrera revela su actuación en la Revolución de Abril

Por Claudia Fernández

Treinta y dos años de silencio son más que suficientes. Tenía que llegar la hora de develar la verdad y limpiar el nombre tantas veces escarnecido por la burla del pueblo, la “mala fe” de algunos y la ignorancia de otros, porque el silencio tiene un límite y el momento de romperlo ha llegado. El porqué de tanto tiempo sin decir nada para lavar la honra es la pregunta que obsesiona, y la contesta con la simpleza del cibaeño “cepillao”, al que nunca habían preguntado al respecto y tampoco había llegado la hora.

General Antonio Imbert Barreras, abril 1965

Hablamos con Antonio Imbert Barrera, quien se refiere a la gran amistad que le unía al profesor Juan Bosch, tanta que, al momento de salir del país a raíz del golpe de Estado, exigió salir en su compañía, ya que era persona de “su entera confianza”.

[Esta entrevista al general Antonio Imbert Barreras (3 de diciembre de 1920-31 de mayo de 2016) fue realizada en 1997. ]

Este hombre, hecho general por decreto debido a su participación en el ajusticiamiento de dictador Trujillo, mantenía muy buenas relaciones tanto con militares como con sus antiguos compañeros del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, más popularmente conocido como 1J4.

Es un personaje pintoresco y más que pintoresco, “folklórico”, sorpresivamente simpático pero con los aires de un abuelito regañón.

Esta entrevista, que se convirtió en un momento dado en un diálogo de tres, por la ¿coincidencial? llegada del ex contralmirante Olgo Santana Carrasco, miembro de la primera Junta Militar de San Isidro, pone en claro muchas cosas hasta ahora ocultas a la mayoría de los dominicanos, y, como el mismo general Imbert refiere, “ya llegó el momento de decir las cosas como fueron”, sin explicar el porqué de su obsesionante silencio ahora dejado en el pasado.

Una hora de conversación entre Imbert Barrera, Santana Carrasco y esta reportera, pone los puntos sobre las íes a muchas situaciones confusas hasta hoy, para que la historia se escriba de la manera más verídica posible, porque los hechos, como el sol, no pueden seguir tapándose con un dedo.

Olgo Santana Carrasco

En medio del humo de siete cigarrillos –es un fumador empedernido– y entre las interrupciones de las llamadas telefónicas y el ladrido de Cookie y Lassie, las dos perritas poodle que le acompañan en su despacho de la administración de la Rosario Dominicana, da inicio a este diálogo con el tiempo y la historia, el que transcurre entre interrupciones, precisiones y aclaraciones de lugar.

P.- General, ¿cuál fue su participación real junto a los militares llamados “leales” durante la Revolución de 1965?

R.- Para poder decirte eso, déjame primero decirte que cuando el golpe de Estado al profesor Juan Bosch, yo no estaba metido en eso. Eso vino de San Isidro, fue Wessin, ya que ni siquiera Viñas Román, que era el secretario de las Fuerzas Armadas sabía de eso. Eso vino de la gente del CEFA –Centro de Entrenamiento de las Fuerzas Armadas–. A mí me llamó Belisario Peguero, que era el jefe de la Policía, a las dos de la mañana, y eso -el golpe de Estado- fue como a las doce de la noche.

Belisario fue a mi casa y me tocó la puerta de mi habitación, cuando le abrí, pregunté qué pasaba. Belisario me dice: “Tumbaron al profesor Bosch”, y entonces de inmediato cogimos para la Presidencia, cuando llegamos allá, todo estaba hecho. Después, me contó Elvis Viñas que la discusión comenzó como a las 10:30 de la noche, porque se descubrió que Wessin iba a dar un golpe y Juan Bosch dijo que si él no podía quitar a un coronel, mejor renunciaba. Viñas Román me dijo que ellos estuvieron varias horas en eso, hasta que vino el grupo de la base aérea y lo cogieron preso en su despacho.

Yo tenía muy buenas relaciones con el profesor Bosch, tanto, que cuando se toma la decisión de sacarlo del país, y eso está en la prensa nuestra, él puso como condición que con la única persona que él se iba del país era conmigo, si yo lo acompañaba, y me fui con él en la fragata Mella. Me llevé a mi esposa Guarina, la que murió en el accidente de aviación, para que acompañara a doña Carmen, y lo llevé hasta Guadalupe. Ahí surge el Triunvirato, cuyos miembros fueron renunciando uno tras otro por todas las mierdas y fuñendas que ocurrieron en esa época.

P.- Entonces, ¿usted no tuvo ninguna participación en el gobierno del Triunvirato, de ninguna índole?

R.- ¡Cómo va a ser! Si cuando don Emilio de los Santos renunció por el asesinato de Manolo (Manuel Aurelio Tavárez Justo) y los muchachos en Las Manaclas, yo estaba haciendo un cursillo de cristiandad con el padre Torra, en San Lázaro, y cuando salgo del cursillo, ya don Emilio había renunciado. Ahí es que mandan a buscar a Donald Reid Cabral, que creo estaba en Israel, no estoy muy seguro. Yo ahí no ocupé nada, no tenía ninguna posición, es más, una vez me mandaron a buscar a Sosúa, estando Donald Reid en el Triunvirato, porque, fíjese bien, yo estaba ayudando a darle un golpe de Estado.

P.- ¿Cómo fue eso?

R.- Bueno, yo estaba en Moca, en casa de Che Espaillat, yo estaba dando armas a los muchachos del 1J4 para tumbar dizque a Donald Reid, oiga hasta dónde llegaban las cosas, llegando yo a Sosúa y sonando el teléfono, que venga enseguida a Santo Domingo. Cuando llego, me encuentro en un pasillo con Rivera Caminero y le pregunto qué estaba pasando, me dice: “hay un lío grande contra usted”. ¿Contra mí?, pregunté. Y él dice: “sí, hay jodienda, dizque usted estaba repartiendo armas por allá a los muchachos del 1J4 para tumbar el gobierno”. Esas son las intrigas. Entonces entré. Donald es muy emotivo, estilo Freddy Beras Goico, una pendejá de esas. Pasa esa, estalla la Revolución.

P.- Bien, ahora usted me va a responder sinceramente, ¿cuál fue su papel ahí, en la Revolución?

R.- Yo no tenía nada que ver con eso, yo estaba cazando patos con Valdez Hilario y Olgo Santana. Y en ese preciso momento, la secretaria anuncia que el general Olgo Santana está en el antedespacho, por lo que el general Imbert se frota las manos y como un niño al que dan un caramelo dice con cierta picardía en la voz…”Siiiiiii, vamos a llamar a Olgo que fue de la primera Junta Militar de San Isidro, que no funcionó”. Entra al despacho el ex contralmirante, imponente, erguido, impecablemente vestido con una chacabana blanca de lino perfectamente planchada, pantalones con filo más perfecto aún, si cabe, y un sombrero Panamá. Luego de las presentaciones de rigor, la entrevista se convierte en un intercambio de impresiones, correcciones y precisiones. El general Imbert retoma el hilo de su conversación y continúa explicando que al estallar la revolución él se encontraba cazando patos en la finca del entonces jefe de la Policía, Germán DespradelBrache.

Olgo.-Sí, señor, con el agregado militar P, Cash.

Imbrt. –Nooo, era el agregado naval.

Olgo.-Ralph Heiworth, teniente coronel de la infantería de Marina, agregado naval.

P.- Ustedes, entonces, ¿no estaban al tanto de la situación?

Imbert.-No sabíamos nada de la conspiración en esos momentos, sino hasta que nos llaman por los teléfonos de los carros.

Olgo.-Estábamos comiendo en la casa del cuñado de Valdez Hilario, un hermano de doña Griselda, arrocero, y Donald Reid lo llamó a usted y le dijo que había un levantamiento, una sublevación en el 25 –se refiere al campamento militar–. Le dieron instrucciones para controlar la situación en el Cibao.

P.- ¿Qué sucedió entonces?

Imbert.-Cogimos para La Vega y Santiago y volvimos en la noche, como a las ocho, ¿verdad?

Olgo.-dígale a ella que la carretera estaba bloqueada y nos mandaron a Eligio Bisonó Jackson a interceptarnos en el kilómetro 28.

Imbert.-Y nos metieron por San Cristóbal.

Olgo.-¡Oh! Pero qué coincidencia que yo me encontrara aquí.

Imbert.-Sí, cuando la secretaria lo anunció, yo dije, vamos a traerlo, que Olgo sí sabe.

Olgo.-Ahora usted va a tener información de primera mano, que no la tiene nadie.

Imbert.-Entonces –retomando el hilo de la conversación interrumpida–, llegamos al Palacio Nacional y preguntamos qué estaba pasando, me explican y yo digo, pero ¿quién ha ido a hablar con esa gente? Todo el mundo se queda callado. Me fui al 25 a hablar con Hernando, pero no estaba; quien me recibe es Cuco Rodríguez Landestoy, y yo le dije: ¿dónde está el coronel Hernando Ramírez? Y él me dijo: Salió para Artillería, que estaba donde hoy se encuentra la Universidad Pedro Henríquez Ureña. Entonces yo le pregunté quién más estaba ahí, y me respondió que el coronel Caamaño y Alvarez Holguín. Mandé a buscar a Francis, porque Francis y yo toda la vida fuimos amigos.

Olgo.-Buenos amigos, en su casa nos encontrábamos siempre con el general Imbert.

Imbert.-Y cuando peleaba con Chichita, el que tenía que intervenir era yo, eso era la del carajo.

Olgo.-Sí, sí, sí, y cuando llevamos al profesor Bosch, entre la escolta que yo me llevé estaba Francis, yo me lo llevé en la fragata porque era de la gente de mi confianza. Entonces, en el Palacio nadie sabía nada de que había gente sublevada; que habían cogido preso al jefe de Estado Mayor del Ejército. El Estado Mayor completo, estaba Similito Díaz Ruiz, el M-1, Héctor García Tejada y los demás.

Imbert.-Bueno, pero el asunto es que en el 25 hablo con Francis y Alvarez Holguín y les digo, vamos para donde Hernando. Había muchos civiles armados ya, las armas las repartió Cuco. Cuando volví al Palacio me dijeron que creían que yo estaba preso o que me habían matado. ¿Usted se acuerda?, dice dirigiéndose a Olgo Santana. Pero antes de nosotros llegar al Palacio Nacional, ya Donald Reid había pronunciado un discurso y dijo que si no se entregaban los iban a bombardear. Ahí fue que yo me fui a hablar con Hernando Ramírez.

 

P.- Cuando usted habló, ¿qué sucedió?

Imbert.-Cogimos para la Jefatura de la Marina de Guerra, donde el general Rivera Caminero, pero yo salgo de donde Hernando Ramírez con Francis en mi carro.

Olgo.-Usted comenzó a hacer los contactos con la gente del Palacio Nacional y la de los campamentos.

Imbert.-Convencí a Hernando Ramírez de que cómo íbamos a tirarnos a una guerra civil, a matarnos unos con otros. Que si el problema era Donald Reid, vamos a hacer renunciar a Donald Reid, y así mismo fue. Entonces, cojo a Francis Caamaño, lo subo conmigo al carro y lo llevo a la Marina. Reunimos a la mayoría de los jefes, quienes estuvieron de acuerdo con el plan. Frank Rivera estuvo de acuerdo, Germán Despradel también y Pimpo de los Santos que era el jefe de la Fuerza Aérea.Wessin fue que se paró en dos patas, y se dañó la cosa. Yo me fui para mi casa. Al otro día, a las 6 ó 7 de la mañana, entraron al Palacio Nacional, cogieron presos a Donald Reid y al otro triunviro y los sacaron en una ambulancia. ¿Usted sabe quién fue que los sacó? El coronel Giovanni Gutiérrez, y los llevó a la casa de José Antonio Caro, cerca del Colegio Santo Domingo, ahí estuvieron ellos.

Olgo.-Dígale a ella que cuando usted está dialogando con ellos, tratando de que haya una avenencia, que no haya choques ni guerra civil, algunos de los militares se mostraron al principio renuentes a aceptar el plan suyo de hacer renunciar a Donald, empezando por Hernando Ramírez, quien era el que estaba más opuesto a que se formara una junta militar.

Imbert.-Y que se celebraran elecciones en 60 ó 90 días. Pero él aceptó porque dejó que Francis se fuera conmigo a la Marina. Entonces, estando negociando en la Marina, que Wessin no quería entrar en nada, comenzaron los disparos en la Voz Dominicana. Francis se fue en mi carro porque yo le dije: coronel, váyase allá y aguanten eso porque así no se va a llegar a ningún lado. Francis se fue con mi cofre para la Artillería, y nosotros espera y espera, hasta que llegó mi chofer y le pregunto por el coronel Caamaño, y él respondió: “se quedó, se quedó, me dijo que ya no se puede hacer nada”. Nos desperdigamos, yo me fui para mi casa. Entonces se hizo una Junta Militar en San Isidro, en la que usted participó –le dice Imbert Barrera a Olgo Santana–, Casado Paladín y otros.

Olgo.-Viene el choque el domingo 25, en la tarde como a las dos, se embarca el Estado Mayor.

Imbert.-Yo no sé de eso porque ya yo estaba en mi casa.

Olgo.-El primer choque fue en esos momentos, cuando la Fuerza Aérea hizo una demostración de fuerza, bombardeando el Palacio Nacional; ya estaba montado como presidente Rafael Molina Ureña, eso es el domingo en la noche, visitamos el Palacio Nacional Frank Rivera Caminero, Frank Amiama y yo. Estaba Giovanni Gutiérrez con el Presidente Molina. Fuimos a buscar una negociación. Corríjame.

Imbert.-No, no. De ahí en adelante, usted es el que sabe, ya yo me salí del juego.

Olgo.-En la noche del domingo hablamos con Rafael Molina Ureña y éste le pide a Rivera Caminero, que era jefe de la Marina, bombardear desde Caucedo a San Isidro, y Rivera se lo prometió. Cuando salimos del Palacio, nos vamos para la base, al centro de operaciones que estaba en Haina y cuando llegamos nos encontramos que la mayor parte del personal había desertado, se había ido para la ciudad en la fragata, a unirse a los constitucionalistas. Bien, esperamos la madrugada, el lunes 26, la flota naval se dirige frente al Placer de los Estudios y comienza el bombardeo en coordinación con la Fuerza Aérea; ahí renuncia Molina Ureña, se asiló y siguen las cosas que usted conoce. Ahí comienza, el lunes 26, la guerra civil.

P.- Volvamos a la Revolución, a la invasión de los gringos, que se dice usted fue uno de los artífices de ella.

Imbert.-Yo no estaba en eso, eso lo sabe Olgo que estaba de aquel lado.

P.- Pero para mucha gente, usted, el coronel Benoit y Wessin fueron quienes solicitaron la intervención…

Imbert.-No señor, yo estaba en mi casa muy tranquilo.

P.- ¿Cuándo es, entonces, que entra usted en juego?

Imbert.-El 7 de mayo, porque la Junta de San Isidro, en la que estaban el coronel Olgo Santana, el coronel Enrique Casado Saladín, Pedro Bartolomé Benoit…

Olgo.-No se consigue base de sustentación, entonces se opta por darle paso a un gobierno de amplia base social. Acordamos retirarnos nosotros y darle paso a un gobierno que nos sugieren, que es el gobierno de Reconstrucción Nacional.

P.- ¿Quién lo sugiere?

Olgo.-El alto mando militar.

Imbert.-Como yo tenía mis relaciones, porque yo era catorcista, tenía mis relaciones con todo ese grupo de muchachos que estaban del lado constitucionalista y con los militares también.

En este momento, el general Imbert Barrera se adelanta y la pregunta que teníamos a flor de labios la hace él.

Imbert.-¿Quién pide la intervención?

Olgo.-La intervención no se pide, en vista del deterioro de la situación política y comienzo de la matanza, a fin de evitarla, se hace contacto con la Embajada de los Estados Unidos…

Imbert.-Ven acá, aclárame una cosa, ¿pero la intervención se pide estando ya la junta de ustedes formada?

Olgo.-El 28 de abril llegan los primeros aviones a San Isidro, un emisario de la Embajada…

P.- ¿Quién los pide?

Imbert.-Los aviones no vienen si no piden que vengan, vamos a dejarnos de vainas.

Olgo.-Es que no hay control de la situación de parte de ninguno de los bandos. Hay una anarquía, no se pide la intervención.

Imbert.-¿Por qué a Benoit le voceaban “El Santana”, el traidor?

Olgo.-Es natural, porque los aviones entran por San Isidro.

Imbert.-Bueno, pues entonces hubo uno que pidió la intervención.

P.- Un documento del gobierno norteamericano dice que el coronel Benoit pidió mil 200 infantes de Marina al embajador.

Imbert.-¡Aaaaaaaaaaaaah!

Olgo.-Entonces, pregúnteselo a Benoit porque yo no recuerdo eso, sería una reunión de Benoit con el embajador.

Imbert.-Pero si a Benoit le voceaban el Santana del 65.

Olgo.-Auténtico, con Gabirondo, que era su escolta.

Imbert.-Ah, entonces alguien la pidió.

P.- Entonces fue Benoit que pidió la intervención.

Olgo.-No, yo no he dicho que fue Benoit, he dicho que le pregunten a él.

Imbert.-Tú ves, que yo no sé de eso.

Olgo.-Yo quiero singularizar, puntualizar, especificar, que no había control de la situación, ni de parte de ellos ni de nosotros; hay una anarquía, una crisis total, y en vista de esa anarquía, hacen contacto, quizás, ellos con el alto mando militar y se acuerda el envío de tropas para la pacificación o para el control de la situación. Ahora, eso fue lo que yo supongo que ocurrió, pero bueno que se haga contacto con el que la presidía.

Imbert.-Olgo, déjate de vainas, que tú estabas en San Isidro, y de allá fue que salió la pedidera.

Olgo.-No es así, general, ellos iban a venir como quiera, pídase o no, ellos iban a venir. No vamos a llamarnos a engaño, había una anarquía.

P.- Año tras año se ha acusado al general Imbert de “vende patria”, traidor, ¿por qué usted nunca ha aclarado esa situación y ha callado durante tantos años?

Imbert.-Porque nunca había llegado el momento de eso, y nadie me lo preguntó. Ahora llegó, simple y llanamente. Es más, cuando fueron a atacar el hotel El Embajador, detrás de Bonillita –se refiere al comunicador Rafael Bonilla Aybar, ultraderechista en esa época–, todos esos muchachos entraron en mi casa armados, y yo les dije a ellos: tengan cuidado que ahí hay muchísimos extranjeros, eso es un hotel. ¿Qué pasa? Después que fracasó la Junta Militar y en medio de la desbandada, ellos pensaron que buscándome a mí, como yo tenía contacto con todos esos muchachos, fueron a mi casa Rivera Caminero, Olgo y no me acuerdo quién más y me pidieron que presidiera el gobierno de Reconstrucción Nacional para buscar una salida a la situación. Eso fue el 7 de mayo y la revolución se inicia el 24 de abril.

Olgo.-En ese ínterin, se está negociando para formar el gobierno que presidió usted.

P.- A partir de ahí, ¿qué sucede?

Imbert.-Empiezo a negociar con los muchachos de allá dentro y una de las condiciones que me ponen es sacar a todos esos oficiales que eran de los viejotes de aquí.

Olgo.-Efectivamente, esos militares eran Félix Hermida, Julio Rib Santamaría, Atila Luna, Salvador Montás Guerrero, Belisario Peguero, eran siete, incluyendo a Elías Wessin. Se embarcaron en un patrullero y se los llevaron a la isla Saona y de ahí a Puerto Rico.

Imbert.- La cosa se daña porque Wessin no fue a la cita que hicimos, a los demás los invitamos a comer en la fragata Mella, y ahí los hicimos presos.

Olgo.-Sí, señor, fueron hechos presos, desarmados y trasladados a un patrullero que estaba abarloado a la fragata, es decir, pegado a la fragata.

Imbert.-Esa fue una de las condiciones pero no cumplimos porque a Wessin no pudimos echarle mano. Ahí fue la jodienda, se dañó la cosa.

P.- Entonces, ¿usted tampoco ordenó hacer bombardeos?

Imbert.-No, yo no estuve en eso, ya Olgo se lo dijo, eso vino de San Isidro.

Olgo.-Sigue la “Operación Limpieza”. Los americanos vienen y montan un corredor.

Imbert.-Nosotros nos llevábamos bastante bien con los americanos, pero nos tenían rodeados.

Olgo.-No nos dejaban hacer incursiones militares en la parte de la zona colonial, no dejaban despegar aviones, separaron los bandos en pugna.

Imbert.-  Paralizaron el puerto con dos destructores, invadieron la Fuerza Aérea.

P.- ¿Usted no hizo nada en contra del pueblo durante su gobierno?

Imbert.-Yo no. Incluso renuncié cuando trataron de poner el gobierno dizque de Conciliación Nacional.

P.- ¿Por qué, qué sucedió?

Imbert.-Yo dije que renunciaba pero no iba a legalizar una intervención, una imposición de un gobierno extranjero en mi país. Me fui a Radio Santo Domingo, sin saberlo los americanos ni nadie. Yo hablé y renuncié para buscar la paz y que se parara el derramamiento de sangre. Pero no firmé, yo no firmé eso. Yo no sé si los otros lo firmaron, los demás miembros del Gobierno de Reconstrucción Nacional, que eran el licenciado Carlos GrisolíaPoloney, Alejandro SellerCocco, Leonel Bernard Vásquez y don Julio Postigo. En relación al bombardeo, sí hubo uno, pero fue un piloto que se subió a un P-51 y ametralló cerca de Radio Televisión. Núñez Salcedo, recuerdo que se llamaba.

El Siglo: Martes, 29 de abril de 1997.

RELAMPAGO INFORMATIVO: 22 de mayo de 2019.

 

 

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