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La vista de un delincuente

Por Augusto Álvarez

Oculto en una zona «in» donde cualquier pobre es sospecho, se escondía un personaje muy buscado.

Bronco y desconfiado hasta de su propia sombra, el perseguido se asoma a una ventana y observa a un chofer cambiando una llanta y conversando con un motoconcho.

Eran las 5:30 am. Y pregunta al dueño de la vivienda, si resultan normales los motores en la zona, recibiendo la respuesta que nunca antes, en los años, había visto a ninguno.

Suficiente, el buscado salió con la hija del departamento, él dentro del baúl, dejando el pelerío.

20 minutos después, fuerzas de la DEA, la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) y efectivos militares peinan el lugar.

¿Qué significa? Un fino olfatear de la delincuencia para oler el peligro, o un soplo discreto.

¿Quién en la tranquila hora mañanera sospechó del conductor y el motorista?

No importa, su nombre podría ser el que piensa. Sin embargo, investigadores ¿casi logran atrapar la liebre?

 

 

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