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La mancha de una sombra

En caso de grandes conflictos, en los Estados Unidos, se ha dicho, se acostumbra a proteger la segunda figura, por si llegara a faltar el presidente.

En nuestro país se entiende, que en ausencia del jefe del Estado, el vicepresidente asume, pero en realidad, no es necesariamente así.

El doctor Joaquín Balaguer nunca creyó en la necesidad de un segundo de abordo e incluso, cuando se ausentó dejó un encargo, y como se recordará, el licenciado Augusto Lora, siendo vice, no podía entrar a palacio.

¿Quién se inventó que un hombre, como el ingeniero Juan Guaidó, compañero ocasional y seguro sucio del estiercol de reconocida figuras del narco de Colombia, podría ser un presidente Encargado?

Dependiendo del tipo de constitución se puede ser o no ser. Sin embargo, el solo hecho de haber compartido con las figuras, constituye una razón de primer orden, para regresar a Guaidó al mismo laboratorio de donde lo sacaron.

En la lucha para desalojar el chavisto de una Venezuela que el presidente Nicolás Maduro heredó del fallecido gobernante, se ha improvisado mucho.

Ahora, ni Capriles ni otras fichas de las utilizadas y echadas al zafacón, han estado tan contaminadas como «el presidente encargado». ¿Encargado, de qué?

El conjunto de naciones obligadas a reconocer a Guaidó, necesariamente se estarán diciendo ahora, al observarlo con tal compañía: ¡Oh, Dios! ¿En que nos han metido?

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