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Adiós a la gran diva de la cultura

Por Augusto Álvarez

La cultura desde hoy aparece con una cinta de color oscuro, tras la desaparición física de una superestrella.

Una edad preñada de vida, una existencia en escalada que nunca dejó de subir, y aún después de las limitaciones visuales, desafiaba, cargada de coraje, al escenario.

Cuando empezó a escribir el prólogo  de su vida de danzarina, aún era temprano, muy temprano para lo que vendría 39 años después.

Ya en enero, de 1959, cuando los barbudos llegaron con los pies del pueblo, Alicia había escrito la primera parte de su propia leyenda.

Sin embargo, en las nuevas condiciones de una Cuba recién inmersa en consolidar su propia hazaña, la vida cultural de Alicia Alonso siguió rompiendo espacios aéreos y golpeando diversos escenarios.

Nueva York, Italia, Londres, el exquisito Boishoi, de Moscú, y otros grandes escenarios, donde sólo van las superestrellas.

Ahora, corresponde a los amantes de la cultura, inmortalizar a la gran diva de la danza que, aunque cubana, su legado pertenece a la humanidad.

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