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Goyo el enviado de la decencia que acabó con la soberbia

Por Augusto Álvarez

Quisiéramos ser testigo de excepción del nacimiento de un político con olor a campechano, como luce ser, Gregorio Reyes, Goyo.

Como se estila decir en lenguaje popular, Goyo dio una pela de calzón quitao (no es igual calzón aquí que en México y Centroamérica) a la señora Sonia Mateo.

Campechano, un legislador que añora la lámpara humeadora, la parte trasera del bohío, techada de cana o yagua… ese sería el sagrado hogar de Goyo.

Ahora, y con el permiso de sus especiales seguidores, y gracias a Gregorio Reyes (Goyo), asistimos a los funerales de la Mamá grande, perdón, quisimos decir, de la senadora Sonia Mateo.

Durante el show mediático de la senadora, al presentarse a una mesa que no era la suya ¿a qué acudió? A desconocer la autoridad de un oficial que, en ese momento, era subalterno de la JCE, no del Ministerio.

Hoy, gracias a una casualidad, a un chepazo histórico, así como a la arrolladora popularidad de Goyo, la fusta y la arrogancia se pierden en el tiempo.

Si en algún momento el emergente futuro senador Goyo desea, pese a su posición, sentir la frescura de un hogar campestre, debe hacerlo y olvidar el protocolo.

¿Sabes Gregorio Reyes que existen naciones donde funcionarios y congresistas utilizan bicicletas para ir sus labores?

Si algún mareado por la corrupción intenta confundir a Goyo, entonces éste debería gritar, «asumo el ejemplo de Mojica, que llegó a la presidencia en un escarabajo, y luego de salir del poder, anda en él».

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