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Pedro Mir bautizó su inmortalidad

Por Augusto Álvarez

Ciertamente, el exquisito y extraordinario poeta nacional se creció aun más con sus Mariposas.

El vuelo de las mariposas nunca se ha detenido, su ejemplo es el de las aves migratorias que llegan más allá de las fronteras artificiales que tratan de imponer los zares del crimen.

Heroínas cuyo legado sirvió de brújula a valerosas combatientes por nuestra libertad, aún siguen dejando caer semillas que se multiplican.

Las hermanas Mirabal, Patria, Minerva y Maria Teresa, años después de ser masacradas por la tiranía de Trujillo, las reconocemos en cada víctima de feminicidio.

Algunas víctimas, por lo que en vida encarnaron, suelen ser utilizadas como «mil» para atraer a inocentes que recién se inician en el quehacer político, lo que finalmente terminan sin explicar cuáles intereses persiguen.

Resulta muy difícil para un informador honesto, precisar si el poeta Pedro Mir escribió el prólogo o el epílogo de Amén de Mariposa ¿por qué?

Muy simple, en cada fiminicidio, visualizamos a las hermanas Mirabal, observamos a un chacal que no merece perdón, así como una política oficial que en cierto modo, tiende a minimizar ese tipo de asesinato.

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