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Boda Laura-Covid, destrucción y muerte

Por Augusto Álvarez

La tormenta Laura se presentó, y al darse cuenta de que el COVID-19 se había apoderado de importantes zonas, tuvo un violento romance con el virus, destruyó y se largó.

Mientras el COVID-19 prefiere matar en silencio y hacer menos distinción de sus víctimas, en cambio Laura prefiere golpear en los sectores de la ciudad y la economía más vulnerables.

En Hato Mayor y Ramón Santana, en San Pedro de Macorís, al parecer, Laura tenía prisa por marcharse.

Marcharse, pero no sin dejarse sentir en el Gran Santo Domingo, y otras zonas de tierra adentro, donde golpeó con furia.

En La Ciénaga doble, es decir, la que está a la altura del kilómetro 14.5, en las proximidades de Los Alcarrizos, la furia de Laura disparó las alarmas de las autoridades, al igual que en La Ciénagas, del Distrito Nacional.

Laura demostró ser un fenómeno de acción rápida y que actúo a la vista  de todo, dejando su rastro de destrucción y con dosis letal, sin importarle el enojo colectivo, en lo que quizás coincidió con el COVID-19.

Si se puede valorar la magnanimidad de Laura, es que permite despedir a sus víctimas, en tanto que el coronavirus, mantiene el distanciamiento social, aún después de la muerte.

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