El siniestro mundo de la corrupción y la impunidad

Dicen que la mejor terapia o higiene mental, ahora mismo, es estar lejos del apestoso mundo de las operaciones Pulpos y Coral.
En ese submundo de la corrupción al más alto nivel, lo único real es la religiosidad de los inculpados, los cuales citaron más versículos de la biblia, que los sacerdotes en la Semana Mayor.
Por ahora no existen culpables, sino ciudadanos sujetos a un proceso de investigación, acusados, hasta que un juez hable por sentencia.
Recientemente, el vocero de la Policía Nacional, coronel Miguel Balbuena Álvarez, llegó hasta donde indican los reglamentos, pero patinó, pese a su condición de su formación en el arte de maquillar.
Negó lo que ha denunciado sobre el asunto de vender especialismo, y aseguró que la institución sabe dónde está, en cada momento, cada agente.
Conocedor de la institución de orden público, fue claro en apuntar que «sólo puede referirse a los meses de la presente gestión”, cabe preguntarse, ¿cuándo fue ejecutado el matrimonio religioso en Villa Altagracia? ¿Durante cuáles administraciones un oficial policial construyó una mansión en Monseñor Noel, utilizando manos de obras de extranjeros, a los cuales únicamente pagaba 125 pesos por día?
Aún se recuerda a infelices tras las rejas por robarle al vecino una mano de plátanos.
Mientras sucede, andan por ahí como si nada hubiese pasado, quienes estafaron al país para beneficiarse del desastre de los brasileños con Odebrecht. Y nos referimos, principalmente, a quienes fueron protegidos por el señor del pasado.
Es temprano para formular una perspectiva de los entramados de las operaciones Pulpos y Coral, y podría llegar el 2024, sin que los tribunales buscan en los textos jurídicos una salida o sentencia salomónica.
La presunción de inocencia se mantendrá hasta tanto no se produzca la decisión final de un tribunal.