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REFLEXIONES: Un tío llamado Cucho

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Hola amigos, ¿qué tal? De pequeño tenía un tío a quien le decimos Cucho, a quien admiraba mucho por ser contemporáneo conmigo, por los pocos años que me llevaba, por el cariño con que me acogía, por lo sabio que era, por el corazón de oro que tenía y por que yo llevaba su nombre, ambos nos llamamos Víctor Martínez.

En estos días lo contacté, pues no recordaba bien la magistral explicación que me dio para que yo entendiera el misterio de la Santísima Trinidad, se sorprendió por mi pregunta, quedó pensativo, pues han pasado muchos años y prometió tratar de recordar, hoy recibí esta comunicación.

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“Hola Víctor, tardío pero seguro. Hoy me tomé un tiempo para pensar en lo que te conté de niño. En ese entonces, la persona que me hizo la anécdota no me dijo nombre de personaje, pero parece que ocurrió durante la Edad Media y se trató de San Agustín: Él se paseaba por la playa reflexionando sobre el misterio de La Santísima Trinidad, tratando de comprenderlo, cuando se encontró a un niño que, con un recipiente, echaba agua de mar en un pequeño hoyo que había hecho en la arena. ¿Qué haces niño?, le preguntó el santo. «Estoy echando toda el agua del mar en este agujero». ¡Pero eso es imposible!, le replicó. «Así de imposible es comprender los misterios de Dios». Ahora yo (Cucho), te hago este comentario: Mi creencia en la existencia de Dios, se basa además de la fe, en una reflexión que he hecho desde hace mucho tiempo y que va en la misma dirección de la anécdota: Si hacemos a un lado la necedad que nos limita como seres humanos, tenemos que aceptar nuestra incapacidad para explicar la realidad en que vivimos. Uno de los más grandes filósofos de la humanidad tuvo que aceptar humildemente: «yo solo sé que no se nada». Pues nada Víctor, me ha dado muchísimo gusto tener este intercambio contigo. ¡Bendiciones compartidas!

Es esta mis queridos hermanos la razón por la que debemos sembrar en los corazones de los niños, predicarles la Palabra con anécdotas, buen ejemplo y sobre todo con amor, dejará en sus corazones marcas indelebles, el tío Cucho fue uno de los que sembró en mí desde muy temprana edad, llevándome a ser lo que hasta hoy he sido. Gracias Padre por nuestros familiares y por mi tío Cucho.

Hasta la próxima.

 

 

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