El poderoso reo, experto en comunicación, no tiene nombre

Augusto Álvarez
Las autoridades carcelarias, bajo jurisdicción de la Procuraduría General de la República, debieron actuar con responsabilidad, con transparencia y no ocultar ningún detalles sobre todos los elementos ilegales ¿desmantelados? en el penal La Victoria.
El turpén, el poderoso reo que había sido autorizado a instalar un centro de comunicaciones en ese recinto, el más grande e importante de República Dominicana, debió ser identificado, ¡perdón!, debe ser identificado públicamente.
La gente exige que se diga: ¿Quién es el dueño del emporio? ¿Por qué está tras las rejas? ¿Qué tiempo tenía este centro de comunicación operando en una cárcel?
¿O es que acaso tienen miedo de que si dicen su nombre, éste hable e identifique quiénes son sus cómplices en la Policía y/o en la Dirección de Prisiones? Ambos organismos tienen control de ese penal.
Si hubiese sido un hijo de Machepa, ya todo el país, las redes, mudos y ciegos, sin lugar a dudas, conocieran su nombre.
La capacidad instalada en el penal de La Victoria, en la técnica comunicacional, es posible que supere o esté a la par con las dos grandes compañías comerciales establecidas.
Lo de La Victoria, en lo referente a comunicación era un emporio. Y el jefe de esa compañía, sin equivocación, era un hombre de la más extrema confianza o de la Dirección de Prisiones o de la Policía Nacional. Ambos organismos, tienen ¿control? de esa cárcel.
¿Qué tipo de instrumental técnico de alta definición cayó del cielo y fue directamente a manos de los internos sin que las autoridades competentes se enteraran? Juzguen ustedes.
Establecer la red comunicacional que se descubrió en manos de la población carcelaria, sorprende a expertos.
La realidad es que los organismos de seguridad del país dejan mucho que decir. Ni siquiera fueron capaces de olfatear la podredumbre de su entorno.
¿Quién suplía el material de alta tecnología a los prisioneros?