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Audio Mi costoso abrigo de vaquero

REFLEXIONES...

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Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasiliniz?

Cuando éramos pequeños nos compraban una ropa de vaquero con dos pistolas y para el cumpleaños del amigo.

El chaleco era como de una piel natural, piel joven y suave, color marrón, al parecer en mi subconsciente quedó grabado aquel recuerdo de niño y aquí en Turquía cada vez que veía en esa inmensa cantidad de abrigos en las tiendas al mencionado, se me iban los ojos, pero al ser un poco caritos siempre lo posponía.

Al final, gracias a Dios lo pude adquirir, pero, la segunda vez que me lo puse, que por cierto me veía bien apuesto y juvenil con mi gorra de piel marrón, se me ocurrió ir al colmadón de la esquina, donde el vendedor, un señor muy mayor, quien siempre me trata de manera muy cordial y ya hasta me fía, se impresionó tanto al verme, que me celebraba el abrigo y me preguntó dónde lo había comprado y cuánto me había costado.

Su rostro sonriente, sus ojos abiertos reflejaban el deseo inmenso de un abrigo así, fue entonces cuando me lo quité y le pedí que se lo pusiera, su rostro se transformó y se convirtió para mí en un Jesús Resucitado que me llenaba de amor, procedí a regalárselo.

El buen amigo me decía que no, se lo quitó rápidamente y yo con mi pan ya comprado debajo del brazo, salí corriendo con la franela que tenía puesta, aguantando el frío, para entrar a la casa y no resfriarme, pero con mi corazón ardiendo del fuego que el Espíritu Santo irradiaba llenándome de alegría y regocijo.

Luego pensé tanto trabajo que me dio reunir ese dinero, para darme ese placer, pero… qué importa, Dios se encargará de devolvérmelo engrandecido, además me he sentido tan feliz.

Si Víctor Martínez se hubiera imaginado que eso iba a suceder, hubiese puesto una estampilla de la Virgen de la Altagracia en el bolsillo.

Recordé a Mateo 25: “Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recogiste; estuve desnudo, y me cubriste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a mí”. Palabra del Señor.

¡Cuánto he aprendido en estos mundos de Dios, cómo ha cambiado mi forma de pensar, cómo he modificado mi forma de ser! He aprendido a comportarme tan diferente y a ser un empleado fiel y digno de esta Empresa de Dios 24/7.

Ojalá que muchos digan que SÍ, un día al Padre, Dios los bendiga.

Hasta la próxima.

 

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