Abinader, el presidente que olvidó todo lo que prometió
¡Cógelo, Picante! En la oposición veía todas las cosas claras; ahora está ciego, sordo y mudo

Buenos días…
Cuando Luis Abinader estaba en la oposición, se mostraba como un verdadero estadista. Superaba a Joaquín Balaguer y Leonel Fernández en proyectos de desarrollo, y no perdía oportunidad de calificar de «mafioso» al presidente Danilo Medina, quien actuaba como “pichón” de dictador.
Abinader sabía que el país estaba harto de las atrocidades del gobierno de Danilo Medina, y por eso se presentó como el salvador. Prometió todo: rebaja de combustibles, reducción de los precios de la canasta familiar, medicamentos más baratos, y una disminución del 50% de la delincuencia en solo dos años. Se vendió como un fenómeno político. Criticaba a la “momia” de Danilo, acusándolo de estafar a la población con los precios de los combustibles. Hoy, con él al frente, todo está peor. ¡Ave María Santísima!
Además, fue el ideólogo de la llamada «Marcha Verde», que prometía acabar con la corrupción e impunidad. Sin embargo, tan pronto como llegó al poder, abandonó su rol de estadista y se transformó en un presidente olvidadizo, con un barril de promesas vacías. No ha cumplido ninguna de ellas. Pasó de ser el gallo de calidad de la oposición a un gallo manilo en el gobierno. Y Marcha Verde, desapareció como por arte de magia.
Y para colmo, su partido, el PRM, bajo su liderazgo, donde él es la ley, la batuta y la constitución, se ha visto envuelto en denuncias de narcotráfico. Criticaba los préstamos del Congreso del PLD, pero ahora su propio congreso aprueba préstamos a un ritmo récord. ¿Y las obras? Ni una sola, y las que se han concluido son un desastre, caracterizadas por vicios de construcción.
La ciudadanía define a Abinader como un presidente incumplidor, que hoy promete una cosa y mañana hace todo lo contrario. Prometió villas y castillas, y lo que trajo fueron desastres. Había dicho que traería un cambio, pero lo único que ha traído es más de lo mismo. Nada de menudo para devolver. Un gobierno desastroso que va caminando de espaldas al futuro. En pocas palabras, estamos retrocediendo.
La seguridad está peor que nunca. Estamos viviendo la peor gestión de la jefatura de la Policía Nacional, con una gran dosis de corrupción, prevaricación y escándalos. Abusos, maltratos, ejecuciones públicas… y su director, Ramón A. Guzmán Peralta, no solo es un mentiroso que niega lo evidente, sino que ha hecho, de acuerdo con sus obras, una fortuna personal de la noche a la mañana. Ha construido “más obras” para su beneficio personal que el propio gobierno de Abinader para el país.
Abinader es un presidente populista que ha logrado silenciar a los medios, aquellos que antes eran verdaderos comunicadores al servicio de la sociedad. Hoy, muchos de esos medios se han convertido en asalariados de la publicidad estatal, y los medios críticos no reciben un solo centavo en publicidad pública.
El presidente Abinader, quien se presentó como el defensor de la lucha contra la corrupción y la impunidad, hoy es cómplice de ambos. Se hace el ciego y el sordo ante las denuncias contra sus funcionarios, señalados como corruptos. Los ejemplos sobran, y la mayoría, en lugar de ser procesados, han sido premiados. Guzmán Peralta, el jefe de la Policía, es solo uno de los tantos casos.
De hecho, hay una sospecha generalizada, tanto en la ciudadanía como en nosotros, de que entre Guzmán Peralta y Abinader existe un “acuerdo secreto”. Recordemos su rol protagónico en las elecciones de febrero de 2020, cuando, de forma sorpresiva, denunció un fraude en la JCE que, horas después, obligó a suspender las elecciones municipales. Ahí, algo oscuro pasó. Y con el paso del tiempo, se hace cada vez más claro. Por eso, no hubo consecuencias. Hoy Guzmán peralta comete todo tipo de atrocidades y Abinader no se atreve a destituirlo. Ojo con eso. ¡Que desmientan!
Un gobierno que se respete no puede permitir tantos escándalos, premiar tantos actos de corrupción, tolerar ejecuciones, abusos y maltratos policiales. La Policía Nacional está llena de escándalos internos: narcotráfico, ascensos y pensiones irregulares, la reintegración de oficiales puestos en retiro forzoso (por incurrir en acciones penales), y lo peor de todo: sacar de la institución a oficiales que, en investigaciones, detectaron graves irregularidades que involucran a altos mandos. Cualquiera diría que Abinader es una vergüenza como gobernante.
Abinader fue un feroz crítico de las «mafias» en la frontera dominico-haitiana durante el gobierno de Danilo Medina. Pero hoy, esa mafia está peor que nunca. Los haitianos son expulsados por un lado, y entran por otro. Es un negocio que está haciendo millonarios a guardias y civiles. Investíguenlo y verán. Cobran hasta 60 mil pesos por permitir a un haitiano cruzar desde territorio haitiano hasta su destino en la República Dominicana. Es cierto que estas mafias existieron antes, pero ahora son mucho más poderosas.
Cualquier ciudadano extranjero que agreda a una autoridad, sea haitiano o alemán, debe ser castigado conforme a lo que estipula el Código Penal. No obstante, nos dijeron que el haitiano que le dio un pescozón a un inspector de Migración “estaba jarto” de ser arrestado y extorsionado. Esto no justifica su acción, mucho menos en público. Pero esos hechos bochornosos son muy frente. La extorsión de haitiano es algo que se ha hecho común y frecuente.
La famosa reforma policial de Abinader ha sido un mito. La inseguridad que prometió reducir, se ha multiplicado por cinco, y aún más. La delincuencia está desbordada. La ciudadanía vive con miedo y trata de protegerse, incluso de su propia sombra. Si no me creen, entren a las redes sociales y lo comprobarán. Las “estadísticas” oficiales son manipuladas. En muchos destacamentos, se ponen obstáculos para recibir las denuncias de los ciudadanos que son asaltados o despojados de sus pertenencias en la vía pública. Incluso dentro de sus propias casas, los ciudadanos se sienten inseguros. Mientras tanto, la policía persigue haitianos, morenitos y ocupan bocinas, ya que en esas acciones sí hay beneficios económicos.
Abinader, abra los ojos, escuche lo que no quiere escuchar y verá la realidad. ¡Estamos retrocediendo!