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Hablar de reforma policial es burlarse del pueblo… eso es un mito

¡Cógelo, Picante! Lo que hay no es reforma, es más escándalos sobre corrupción, abusos, maltratos, ejecuciones y violaciones a la ley y a su reglamento, que son hechos trizas y pisoteados

Buenos días…

Hablar de “reforma” o “transformación” de la Policía Nacional es una burla. Es un insulto a la inteligencia del pueblo dominicano. Es querer seguir cogiendo a uno de pendejo. La “reforma policial” del gobierno del presidente Luis Abinader no es más que eso: un mito barato, una novela mal escrita con final predecible.

Si de verdad quisieran reformar la Policía, hubieran designado tres generales en retiro como comisionados. Gente de aquí, que conozca la calle, el colmado y el callejón. No un español con aires de conquistador, ni un colombiano con recetas ajenas para una enfermedad que aquí mutó hace décadas.

Porque no, señor presidente, la realidad dominicana no se resuelve copiando el modelo colombiano. ¡Son contextos distintos! Aquí no se trata de importar soluciones, sino de construirlas con identidad propia. Pero claro, es más fácil fotocopiar patrullas y uniformes que enfrentarse al monstruo de verdad.

¿Reforma? ¿Dónde? ¿En qué parte? Aquí lo que hay es más escándalos, más corrupción, más maltratos, más abusos y más ejecuciones extrajudiciales. ¡Más de lo mismo! ¿Y nos quieren vender que eso es transformación? La Policía Nacional no necesita maquillaje ni cambio de ropa. El cáncer está en la médula.

Una reforma real comienza por la educación y capacitación, y aquí ni lo uno ni lo otro. Si hablamos claro —como hay que hablar— el primer policía que necesita clases urgentes es el director general, Ramón A. Guzmán Peralta. Porque no sabe ni hablar ni escribir ni leer. ¡Y así dirige!

Los famosos “siete ejes” de la Policía están oxidados, y ni los altos otros mandos se salvan. Carecen de capacidad. Son constantemente cuestionados. No hay plan de formación continuo, y cuando lo hay, es castigo. Si el policía no está “enllavado”, lo mandan a un curso de seis meses o un año como si lo metieran preso. Así no se forma una institución. Se sabotea. Ahí lo que hay es recursos, administrados por personas ricas, que no saben nada de policía.

La transparencia brilla por su ausencia, y eso empieza desde arriba. Porque los que dirigen tampoco son ejemplo. Y si no hay ejemplo en la cúpula, ¿qué se puede esperar en la base?

¿Y el trato al ciudadano? Bien gracias. Desde la misma Dirección General salen órdenes para ejecutar, y luego, para disfrazar el hecho, se reporta que hubo un “intercambio de disparos”. ¿Qué intercambio? ¡Si la víctima nunca disparó! Y hay pruebas. Ahí están. No las borren. La ciudadanía está clara y las redes, han testificado con videos.

Una reforma con dignidad comienza sancionando las acciones deshonrosas. Pero, ¿cómo exigir si los jefes no tienen calidad moral ni para regañar a un subalterno? Y Hay que educar para no castigar.

Mire, si aquí existiera un mínimo de vergüenza, los primeros policías que llegaron a la discoteca Jet Set, el día de la tragedia, hubieran sido separados deshonrosamente. Pero ni siquiera se investigó que, según denuncias, algunos de ellos robaron prendas, dinero y hasta celulares de las víctimas. ¡Qué nivel de podredumbre!

Ahora quieren revivir el patrullaje por cuadrantes. Ya fracasó antes. ¿Y por qué fracasó? Porque no hay policías suficientes. Porque seis policías para tres turnos de 8 horas cada uno, significa que no tienen día libre. ¡Eso es inhumano!

Ese modelo no es nuevo, ni mágico. En la gestión pasada se intentó aplicar, pero se cayó antes de arrancar. ¿Por qué? Porque con 16 horas libres y sin poder salir de su zona, los policías reventaban. Por eso, cuando lo aplicaron por 12 horas, hubo resultados. Ahí están las estadísticas. A menos que las hayan quemado.

Pero esto va más allá. Hablemos también del sueldo prometido por el presidente en campaña. Otro mito. Y eso, lo ampliaremos, pero no ahora.

El patrullaje por cuadrantes no puede improvisarse. Requiere un estudio de factibilidad serio. No hay forma humana ni institucional de ejecutarlo con el personal que hay, a menos que empiecen a sacar fotocopias de policías.

Así que, presidente Abinader, no se deje engañar. No hay reforma. No existe. Si se quiere hablar en serio de transformación, empecemos por aquí:

Para que haya reforma real, por lo menos, se necesita:

  • Dignificar al policía. Señores, un general de la Policía gana menos de 60 mil pesos mensuales. ¡Una vergüenza! Y con los descuentos, recibe menos de 41 mil pesos. Una miseria.
  • Hay que depurar la institución de arriba abajo. No importa el rango. Y usted, presidente, en vez depurar, ha designado oficiales señalados en casos de corrupción. Peor aún, ha reintegrado a muchos que fueron retirados forzosamente.
  • Hay que crear un programa de capacitación continua. Eso no existe y así no hay reforma.

Presidente Abinader, su “reforma” está enterrada en escándalos, violaciones a la ley y al reglamento policial, corrupción descarada y ejecuciones sin juicio. En definitiva, y es bueno resaltarlo, con la «reforma» lo que hay es enriquecimiento ilícito y prevaricación. Y se lo demostramos.

Y al pueblo, señor presidente, no se le reforma con cuentos. Se le respeta con hechos. Los únicos que se han transformado son el director de la Policía y sus colaboradores. Guzmán Peralta se ha hecho rico de la noche a la mañana. Ahí están las construcciones y su maravillosa finca.

Presidente, es lamentable que usted se esté dejando engañar o esté eligiendo ignorar lo evidente. Es una pena que la ministra de Interior y Policía parece enfocada en todo, menos en lo que realmente le compete. En materia de seguridad, demuestra un desconocimiento preocupante. Estamos dispuestos a debatir y demostrar que el patrullaje por cuadrantes es una estrategia válida y necesaria, pero actualmente no existe la capacidad operativa para implementarlo, mucho menos a nivel nacional. Pensar lo contrario es una ilusión, un sueño desconectado de la realidad.

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