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Audio: Extraño los domingos

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Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?

Si, extraño los domingos, por años me levantaba a las 5:00 a.m. me alistaba y salía para Los Casabes y Guaricano dos parajes de Villa Mella, en mi adorado país, a celebrar y predicar la Palabra de Dios, recuerdo que en Los Casabes un gran número de personas que trabaja y vivían entre los cañaverales, siempre entonaban antes de iniciar la celebración la canción:

“Alegre la mañana que nos habla de Dios, alegre la mañana”.

Aquel pequeño salón con piso de tierra, techo de zinc, de aproximadamente 40 metros cuadrados se llenaba de gente muy humilde, entre ellos haitianos, para esperar a su hermano Víctor Martinez, a quien recibían con tanto amor y devoción a Dios.

Al iniciar mis celebraciones tenía que dedicar mucho tiempo al arrepentimiento, al perdón, al reconocimiento de sus pecados, a la reconciliación con Dios, pues como nunca podía ir un sacerdote, de alguna manera tenían que confesarse antes de recibir la Eucaristía, era Dios quien los escuchaba y los perdonaba y era yo quien cargaba con la responsabilidad y el peso de sus pecados haciéndolos sentir perdonados sin el sacramento de la confesión.

Al terminar, me dirigía entonces a la cárcel La Victoria a celebrarle a los presos, nunca olvidaré que, al cruzar el patio de la cárcel, para llegar al salón donde celebrábamos, rodeado de ladrones, violadores, asesinos… sentía siempre temor y repetía en silencio, “Señor mío y Dios mío acompáñame”.

En un gran salón se reunían todos, leían las lecturas, cantaban y mis prédicas eran muy especiales, pues tenía que hacerlos sentir acogidos y perdonados por Dios, tenía la obligación de trabajar el corazón de ellos para que sintieran dolor de corazón, arrepentimiento y llevarlos a la reflexión profunda. Cada domingo me esperaban con ansías, deseosos de escucharme y de conectar con el mismo Dios.

Cómo no extrañar los domingos, si cuando al terminar me dirigía a mi Parroquia El Buen Pastor, ubicada en un salón de mi colegio, donde me esperaban tantas familias buenas del Evaristo Morales, para escuchar la Palabra, casi siempre en compañía de un celebrante sacerdote, como mi gran amigo, el Padre Fidel, entre otros.

Capilla Siervas de María, con Monseñor Amancio, Parroquia Divina Providencia con el Padre Marcial, Parroquia Nuestra Señora de la Altagracia del Ministerio de las Fuerzas Armadas, fueron lugares en los que por muchos años compartía los domingos, con la presencia del Señor, para luego reunir a mis hijas y nietos a compartir una sencilla y sabrosa comida en mi Comunidad Familiar.

Han pasado los años, las semillas ya están sembradas, hoy solo me toca recordar desde la distancia, mientras continúo sembrando en otras parcelas, jardines, corazones, la Palabra de Dios.

Este mensaje fue escrito un domingo, día hermoso con un bello sol que, aunque no calienta mucho, por el clima de este lugar, en Turquía, me recuerda aquellas mañanas en las que Dios conducía mis pasos, no con sandalias, pero sí con sabiduría divina, humildad en mi corazón y deseos de sembrar Su Palabra.

Gracias a la hermana Virginia Serulle, este mensaje ha llegado hasta todos ustedes.

Hasta la próxima.

 

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