
AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
Nos hemos pasado la vida predicando acerca de un Dios misericordioso, Padre amoroso, que quiere lo mejor para nosotros y que siempre nos perdona cuando nuestra actitud es real, de arrepentimiento.
A Dios le llamamos Padre y lo asumimos con actitud paternal, de protección, amor, cuidado hacia nosotros, pero no queremos entender que, como buen Padre tiene el deber y la responsabilidad de reprendernos, corregirnos, guiarnos y presionarnos para que cambiemos los malos comportamientos que nos van a arruinar, y como ningún padre quiere ver a su hijo fracasar, Él, que es quien nos creó y quien más nos ama es tan fuerte en sus correcciones como lo es en su misericordia y amor.
El concepto del castigo divino es recurrente en la Biblia y se presenta a lo largo de ambos Testamentos. A menudo, se describe como una forma de justicia divina, donde Dios reprende o corrige a la humanidad por sus acciones equivocadas.
Todo esto lo podemos ver a través de la historia de la humanidad en la que Dios ha tenido una participación directa orientándonos, perdonándonos, corrigiéndonos y dándonos oportunidades.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento en Deuteronomio 28:15, nos dice: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.”
Y en Proverbios 3:11-12: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección; Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.”
Pues, tal como nos lo dice en Jeremías 21:14: “Y les castigaré conforme al fruto de sus obras, dice Jehová; y haré encender fuego en su bosque, y consumirá todo lo que está alrededor de él.”
De la misma forma en el Nuevo Testamento, nos encontramos como en Hebreos 12:5-6, se nos dice: “Y han olvidado ya, la exhortación que como a hijos se les dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
Son estas las razones por las que no debemos desobedecer a Dios, enojándolo con nosotros y debemos evitar desatar su ira, tal como nos lo revela Romanos 1:18, cuando nos dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad.”
Me apena ver cómo existen personas que no quieren conocer a Dios, que hacen caso omiso a todo lo que de Él venga, que viven agarrándose de excusas acusando a las Iglesias, ministros, para proclamarse ateos, o decir “yo tengo mis creencias a mi manera”, trazando sus propias normas de vida e ignorando y desobedeciendo la verdad, leyes de Dios, mandatos de Dios.
Nos lo dice bien claro la 2 Tesalonicenses 1:8-9 “En llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.”
Víctor Martínez ha disfrutado de la compasión y el amor de Dios, pero he sufrido las consecuencias del pecado teniendo que purificar mi alma con el sacrificio, sufrimiento, lágrimas, que, gracias a mi perseverancia en la oración, a mi confianza puesta en Dios y a los cambios reales en mi forma de ser, de pensar, de comportarme, hoy disfruto de la gracia y la misericordia de Dios.
Posiblemente te estés quejando de alguna situación en tu vida hoy, piensa si todo es consecuencia de tus malas acciones y desobediencia a Dios, entonces humíllate ante Él y reconoce tus pecados pidiéndole perdón y misericordia y haciéndote el propósito firme de no volver a cometerlos.
Las Escrituras ofrecen múltiples perspectivas sobre el castigo de Dios, mostrándolo no solo como un acto de justicia, sino también como una forma de corrección y enseñanza paternal. Hoy te invito a reflexionar sobre tus acciones y a buscar la rectitud y la obediencia a los mandamientos divinos.
Ten cuidado, porque, sí, Dios castiga al hombre. Este castigo se muestra como un acto de justicia contra la impiedad y desobediencia, así como una forma de corrección y enseñanza paternal. La finalidad del castigo divino es invitar a la reflexión sobre nuestras acciones y fomentar la rectitud y obediencia a los mandamientos divinos.
Este mensaje ha llegado a todos ustedes gracias al apoyo recibido por nuestra hermana Raquel Núñez Cruz.
Hasta la próxima.



