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Los obispos defienden la dignidad de los haitianos

 

Por Augusto Álvarez

Luego de los gritos de figuras y figurines en Mata Mosquitos, Higüey —donde se habían asentado ciudadanos haitianos en condición migratoria irregular—, la cacería se intensificó, y comenzaron a llover críticas contra las barbaridades cometidas por las autoridades.

Organismos de las Naciones Unidas, así como voces alineadas a intereses de Washington, condenaron con firmeza los actos de barbarie cometidos por oficiales de Migración, quienes irrumpieron en hospitales violando protocolos básicos para apresar y deportar parturientas.

Tras la ocupación militar de Mata Mosquitos por parte de las Fuerzas Armadas, el griterío se aplacó un poco, pero las presiones internacionales continuaron. Ahora, los obispos parecen reconocer públicamente que, durante esa “cacería humana”, al gobierno se le fue la mano.

La Iglesia —a través de sus obispos— observa, escucha en las parroquias y también ve con sus propios ojos las camionetas transportando a mujeres recién paridas hacia su país de origen. Muchas de ellas, con las heridas aún abiertas, cargan a sus criaturas envueltas rumbo a Haití, en un viaje que puede superar las seis horas.

Como se puede apreciar, nuestros obispos pisan terreno firme, y simplemente están diciendo lo que han visto y escuchado. Entonces, cabe preguntarse: ¿A quién creerle, a los obispos… o a las autoridades?

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