Infancias conectadas: el silencioso impacto de la nomofobia en la salud mental infantil
En un mundo hiperconectado emerge un “lado invisible” que pocas veces se mide, pero que está moldeando emociones, atención, relaciones y autopercepción. No distingue edades, aunque en la era digital sus efectos se sienten con más fuerza en las etapas más tempranas.

Por Ismael Ruiz
SANTO DOMINGO, R.D
La nomofobia infantil no es una moda ni un simple arrebato tecnológico: es una fractura silenciosa que penetra la afectividad, la atención, los vínculos sociales y la identidad de los más pequeños. Reconocerla es el primer paso hacia un acompañamiento integral que ayude a equilibrar la relación entre las personas y la tecnología.
¿Qué es la nomofobia?
La nomofobia —miedo excesivo a estar sin el teléfono móvil— se está manifestando cada vez en edades más tempranas. Existen señales que revelan el apego desmedido de los menores a sus dispositivos:
- Dificultad para tolerar tiempos sin pantalla o sin estímulo digital.
- Silencio prolongado, retraimiento o mal comportamiento al retirarles el celular.
- Irritabilidad cuando el dispositivo se descarga o no hay señal.
- Alteración de rutinas de sueño o siestas por el uso nocturno del móvil.
- Preguntas constantes sobre “dónde está el celular”.
“La estimulación visual y auditiva que los niños reciben del celular afecta directamente su cerebro, pues son estímulos rápidos que no pueden procesar ni retener adecuadamente por la inmadurez neuronal.
Esa búsqueda de satisfacción inmediata está asociada a la dopamina, la sustancia del placer, y el celular incrementa su liberación, generando un efecto placebo. Al suspender el uso del dispositivo, se alteran conductas y emociones por la falta de esa gratificación inmediata”, explica Anayeli Pérez, psicóloga clínica y especialista en neuropsicología.
Tiempos, pantallas y emociones: el lado invisible de la conexión
Esa sensación de “no tener el celular a la mano” trasciende la simple dependencia tecnológica: genera ansiedad, falta de concentración, conductas inapropiadas, desatención escolar e incluso aislamiento social. Todos estos factores están afectando seriamente la salud mental de niños y niñas, planteando nuevos retos para la crianza y el uso responsable de la tecnología.
Entre los principales efectos de la nomofobia infantil se encuentran:
- Ansiedad y reacciones emocionales intensas: aunque no siempre visibles, los menores pueden desarrollar angustia o miedo a “perderse algo” al no tener acceso al móvil. Este fenómeno, conocido como FOMO (Fear Of Missing Out), crea dependencia emocional y mental.
- Déficit atencional y bajo rendimiento escolar: la alerta constante ante notificaciones divide la concentración entre el entorno académico y el dispositivo. Según un informe de la UNESCO, “aunque la tecnología puede ser un recurso educativo, su uso inadecuado o excesivo afecta la concentración, el autocontrol y el rendimiento académico”.
- Aislamiento virtual: la interacción cara a cara se reduce, debilitando vínculos personales y habilidades emocionales.
- Validación externa a través del celular: muchos niños asocian su valor con el uso del móvil. Cuando se les restringe, experimentan inseguridad, baja autoestima o distorsión de la realidad.
- Riesgo de adicciones: la dependencia al celular puede derivar en otras adicciones —emocionales, afectivas o incluso químicas— en etapas más avanzadas.
Durante la pandemia, el tiempo frente a pantallas aumentó en promedio 50 minutos diarios entre niños de 3 a 8 años en países desarrollados, según la UNESCO. Esta tendencia, extrapolada al resto del mundo, ha incrementado la incidencia de nomofobia infantil.
Pérez advierte que muchos menores comienzan a compararse con modelos digitales de belleza o éxito, desconectándose de su propio “yo”.
No es espionaje, es acompañamiento inteligente
El celular no debe convertirse en un sustituto emocional ni en una herramienta sin límites. Enseñar su uso responsable es clave, pues el abuso puede exponer a los menores a ciberacoso, grooming y otras amenazas digitales. Un acompañamiento inteligente implica prácticas y hábitos concretos:
- Detección temprana: anticipar cambios de humor o conductas anómalas ayuda a identificar señales invisibles que requieren apoyo profesional.
- Educación digital: enseñar, según la edad, el uso consciente de la tecnología. Puede incluir orientación de expertos.
- Interacción social real: fomentar actividades físicas, juegos, lectura o talleres sin dispositivos.
- Apoyo especializado: ante signos de nomofobia, la intervención de un psicólogo infantil es esencial.
- Formación parental: los padres deben conocer el fenómeno y promover un entorno digital saludable, basado en la comunicación abierta.
Los adultos también deben dar el ejemplo. Un estudio de Nomophobia reveló que el 78% de los latinoamericanos se considera dependiente del smartphone para sus actividades diarias.
Un llamado a la acción
El futuro de la infancia no puede quedar atrapado entre notificaciones y juicios digitales. Debe construirse desde el contacto humano, la conversación, la cooperación y la empatía. No se trata solo de prestar un dispositivo, sino de acompañar, supervisar y respaldar emocionalmente a los menores en este entorno digital.
Finalmente, Pérez concluye señalando que: “El abordaje integral de los niños requiere compromiso de los adultos. Estar vigilantes ante señales anómalas frente a la tecnología es parte de una crianza con propósito. El llamado es a ser pacientes, presentes y acompañar con empatía una infancia que crece en un mundo cada vez más digital.”



