Del Diamante al Escándalo: Emmanuel Clase, el nuevo “Pete Rose” del Caribe
La República Dominicana vive la era de los escándalos, y ahora le toca el turno al béisbol, orgullo nacional, que se tiñe de sospechas, apuestas y vergüenza.
Por Tomás Aquino G.
SANTO DOMINGO, R.D.
La República Dominicana, tierra de campeones, vive la época de los escándalos. Lo que antes era motivo de orgullo —el béisbol— ahora se mezcla con los mismos ingredientes que han sacudido la política y la justicia: dinero sucio, poder y traición.
El martes, mientras el país entero quedaba a oscuras por un apagón de más de siete horas, la noticia que iluminó las redes fue otra: el arresto en Nueva York del lanzador estrella Emmanuel Clase, uno de los brazos más temidos de las Grandes Ligas, acusado de recibir sobornos para manipular apuestas deportivas.
Clase, de 27 años, tres veces All-Star y dos veces Relevista del Año, fue detenido en el aeropuerto John F. Kennedy al llegar desde su natal República Dominicana.
La fiscalía federal de Brooklyn lo acusa de aceptar dinero de apostadores dominicanos para alterar la velocidad y el resultado de sus lanzamientos.
El caso también involucra a su compañero de equipo, Luis Ortiz, quien ya se declaró no culpable.
Según los fiscales, entre ambos ayudaron a ganar más de 460 mil dólares en apuestas amañadas, incluyendo un episodio casi cinematográfico: durante un partido en abril contra Boston, Clase habría hablado por teléfono con un apostador segundos antes de lanzar, y —¡vaya coincidencia!— ese pitcheo generó una jugosa ganancia de 11 mil dólares para sus cómplices.
El contrato de Clase, valorado en 20 millones de dólares, podría convertirse ahora en su cadena más pesada.
Está acusado de fraude electrónico, lavado de dinero y conspiración para manipular concursos deportivos, cargos que podrían costarle hasta 20 años de prisión.
Su abogado insiste en su inocencia, pero el daño ya está hecho. La MLB ha reaccionado con nuevas restricciones a las apuestas sobre lanzamientos individuales, temiendo que este escándalo reviva el fantasma que nadie quería recordar.
La política también juega su propio partido… pero sin árbitro
Y mientras el béisbol enfrenta su peor inning, la política dominicana vive su propio campeonato de escándalos.
Hace apenas días, el país se estremeció con la detención del expareja de la diputada Jacqueline Fernández, acusada de tener vínculos con una red internacional de narcotráfico.
Las autoridades confirmaron que fue solicitado en extradición por Estados Unidos, un hecho que salpica directamente a sectores del oficialista Partido Revolucionario Moderno (PRM).
A eso se suma el rumor —ya convertido en secreto a voces— de que un influyente senador del Este podría ser el próximo en caer, señalado también por lavado de activos procedentes del narcotráfico.
Si las autoridades confirman esa información, el Congreso Nacional se convertiría en el próximo estadio, donde se jugaría la partida más peligrosa de la historia política reciente.
No es el primer capítulo: varios dirigentes del PRM, incluyendo un diputado, han sido condenados en Estados Unidos por tráfico de drogas, lo que pinta un panorama vergonzoso para un partido que llegó al poder prometiendo cambio y transparencia.
Entre apagones, denuncias y escándalos, la moral pública parece estar en tiempo extra, y sin posibilidad de desempate.
Un recuerdo amargo
Porque sí, la historia tiene un precedente, y se llama Pete Rose.
El legendario jugador y dirigente de los Rojos de Cincinnati fue expulsado de por vida del béisbol en 1989 por apostar en los partidos de su propio equipo. Rose, el hombre con más hits en la historia de las Grandes Ligas, terminó convertido en símbolo del pecado mayor del béisbol: traicionar el juego.
Hoy, muchos se preguntan si Emmanuel Clase seguirá ese mismo camino.
El que iba a ser una gloria del montículo podría terminar —como Pete Rose— fuera del templo del béisbol, no por falta de talento, sino por jugar con el demonio de las apuestas.
Y lo peor: el escándalo salpica de nuevo el nombre de República Dominicana, justo cuando la política, la justicia y hasta el deporte parecen estar jugando en la misma liga de la desgracia.



