¿Qué gobierno es mayor responsable del monto de deuda externa?

He estado pendiente al debate registrado con respecto a la deuda externa, el cual se origina al presidente de la República, Luis Abinader, expresar que los empréstitos tomados por la presente administración han sido para el pago de capital e intereses (amortizaciones) de los altos débitos heredados de gestiones gubernamentales anteriores.
Dando cumplimiento a la continuidad de los compromisos de Estado, en el ámbito económico internacional, el presidente tiene razón. Saldar religiosamente esos compromisos le ha generado elogios de organismos multilaterales. Sin embargo, no son datos halagadores para la salud de nuestra economía que solo por concepto de intereses se proyecte pagar en el año 2026 unos 322,000 millones de pesos ni que el 25% de la recaudación nacional se tome para responder a esas obligaciones financieras.
Tomar empréstitos para pagar viejos empréstitos es un círculo vicioso, a lo que algunos economistas denominan “juego Ponzi”. Lo ideal hubiera sido ir cubriendo los compromisos externos con recursos propios, generados por una alta producción nacional, que haga posible un incremento significativo de las exportaciones y alcanzar superávit en la balanza de pagos, lo que no se produce desde el 2016. Cada año tenemos déficit en el intercambio comercial con los países del mundo.
Es cierto, además, lo que alegan economistas opositores en el sentido de que una importante partida de los empréstitos se destina a cubrir el déficit fiscal, el cual, con la reformulación que se hizo al presupuesto de la nación de este 2025, desde las cámaras legislativas, se elevó del 3% al 3.47% del Producto Interno Bruto, solo porque el presente Gobierno no se ha atrevido a cobrar el impuesto sobre la renta a un segmento del empresariado que evade ese pago, lo que algunos atribuyen a compromiso de campaña.
El déficit fiscal, de igual manera, es el producto de los excesivos gastos corrientes, sobre todo de una hipertrofiada nómina pública, cuyo crecimiento no se detiene. En República Dominicana hay decenas de organismos estatales innecesarios. Hay muchas instituciones con atribuciones y nombres parecidos, que, en algunos casos, inclusive, uno desconocía su existencia. Algo más: aquí hay órganos que pueden operar perfectamente con 300 personas y tienen nómina de 10 mil empleados.
Naturalmente, la alternativa no es cancelar el excedente, porque agrava la situación social del país. Es preferible un decreto prohibiendo nuevos nombramientos. Con los que se jubilan y renuncian el personal baja automáticamente, aunque de forma lenta.
Actualmente el monto total de la deuda externa ronda los 73 mil millones de dólares, lo que representa el 46.9% del Producto Interno Bruto.
Ese porcentaje ha ido bajando por el crecimiento sostenido que ha registrado nuestra economía, después de alcanzar más del 56% durante la gestión de Danilo Medina, aunque hay que reconocer que ese antiguo presidente hizo grandes inversiones en obras de retorno para la economía del país, como son aquellas que van dirigidas a los servicios de educación y salud, sobre todo.
El actual porcentaje de la deuda externa no es motivo de alarma. Lo que sí es preocupante que Luis Abinader es el presidente (de todos) que más dinero ha recibido por concepto de empréstitos y es el que menos inversiones ha realizado (de todos). Joaquín Balaguer ha sido el gobernante que en término porcentual más inversiones hizo y casi todas con recursos propios, porque era contrario al endeudamiento externo.
Un alto porcentaje de la recaudación se tomaba para la construcción de obras en todo país, aunque nunca resolvió el problema de los apagones. Balaguer no fue mal administrador, sus defectos fueron de otro tipo.
El pico más alto de la deuda externa respecto al PIB se registró en el año 1985, durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco, que alcanzó un 74%. En ese gobierno no hubo derroche, se impuso la austeridad, pero heredó distorsiones económicas y hubo un escenario internacional desfavorable. Las exportaciones todavía se limitaban a azúcar, café y cacao, no disponíamos de la enorme diversidad de productos que hoy día vendemos al mundo, aparte de que la economía de servicio (turismo, remesas y zonas francas) era pobre y a esa administración le faltó creatividad. Se limitó en la administración de crisis financiera que derivaró en problemas sociales y políticos.
Sin embargo, en lo que toca al actual debate sobre la deuda externa, que llevan a cabo el Gobierno y economistas de la oposición política, lo ideal sería organizar un encuentro formal y transmitido por los medios electrónicos y redes sociales, porque el tema es de importancia capital para la opinión pública nacional. Hasta ahora cada sector ha expuesto verdades a medias, ocultando lo que no conviene.