La crisis de Ecuador y de Haití: ¿Destino?

El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, fue tiroteado este pasado martes en un intento de emboscada. Aunque salió ileso, su vehículo recibió varios impactos de bala, en un hecho que ha vuelto a sacudir la frágil estabilidad política del país andino.
El equipo de seguridad presidencial habría cometido fallas elementales en la elección de la ruta, lo que facilitó la acción de los atacantes.
Este incidente reaviva las dudas sobre la efectividad del cuerpo de protección de Noboa, pese a que cuenta con asesoría extranjera —“sabuesos gringos”, como se comenta en los pasillos del poder de Quito—.
Desde el asalto policial a la Embajada de México en Quito, el presidente Noboa ha estado en el ojo del huracán. Aun con una estructura de seguridad reforzada, sigue en la mira tanto de sectores de la oposición política como de redes del narcotráfico internacional, que se han infiltrado en los niveles más altos de la sociedad ecuatoriana.
La corrupción permea los mandos militares y policiales, y las cárceles del país se han convertido en auténticos bastiones del crimen organizado, símbolos de una desgracia compartida en la región.
Al expresidente Lenín Moreno se le atribuye haber sido una pieza clave en el engranaje que facilitó la llegada de Noboa al poder.
El actual mandatario, heredero de una poderosa familia bananera —su padre es el principal productor de banano de América Latina—, representa la fusión entre el poder económico y la ambición política.
Sin embargo, Noboa también ha sido señalado por intentar negociar proyectos turísticos en zonas de reserva natural, lo que ha generado tensiones con grupos ambientalistas y comunidades locales.
Entre Ecuador y Haití, dos naciones distintas pero golpeadas por la corrupción, la violencia y la ingobernabilidad, parece dibujarse un mismo destino: el de pueblos sometidos a la fragilidad del poder y al abandono del Estado.