El Tío Sam vuelve a Ecuador

El Tío Sam instalará bases militares en Ecuador. El lugar exacto aún se disimula, pero lo cierto es que, una vez concretado el acuerdo, toda la nación quedará bajo la sombrilla del Distrito de Columbia.
El águila imperial había posado su mirada en las islas Galápagos, ese santuario natural que representa el orgullo y la soberanía ecuatoriana.
Sin embargo, la presión de sectores nacionalistas —aquellos que aún respiran dignidad y memoria histórica— obligó al presidente Daniel Noboa a recular. Para evitar el escándalo, ofreció otros emplazamientos continentales, como quien cambia la fachada sin alterar la entrega.
Washington, pragmático como siempre, no protesta ni pierde el apetito: Manta y Salinas aparecen sobre la mesa como opciones viables.
A fin de cuentas, están dentro del mismo territorio, y para el águila del norte, Ecuador entero es pista y puerto cuando la geopolítica lo exige.
En los círculos de la oposición se comenta que, aunque la enajenación ya se ha consumado, si el proyecto se hubiera concretado en las Galápagos, la indignación nacional habría puesto a temblar al gobierno. Pero el poder tiene su modo de camuflar las concesiones: se habla de cooperación, de lucha antidrogas, de apoyo logístico… mientras la soberanía se desangra en silencio.
Ecuador vuelve a ser ficha del tablero del imperio, una pieza más en el ajedrez del Pacífico, y aunque el presidente Noboa diga que todo es por seguridad, la historia enseña que donde el Tío Sam instala una base, instala también su sombra.



