¿Vivir en la cárcel de El Salvador o morir en la de Ecuador?
Salir con vida de una prisión en Ecuador es casi como ganarse la lotería… pero en Nueva York.
Mientras tanto, en San Salvador, los miembros de la temible Mara Salvatrucha —contra todo pronóstico— siguen respirando.
Y como dice el refrán, la esperanza es lo último que se pierde… aunque sea entre barrotes.
En una cárcel ecuatoriana, cerca de la frontera con Perú, las propias autoridades del presidente Daniel Noboa revelaron que más de 23 reclusos murieron en un solo episodio sangriento.
Sí, es verdad que en las prisiones de muchas naciones bananeras —y en otras que se creen más serias, como México o incluso Estados Unidos— ocurren fugas, motines y crímenes. Pero lo de Ecuador ya parece una película de terror sin final.
Entonces cabe preguntar: ¿Tiene el presidente Noboa el control real de sus cárceles… o los pranes son quienes gobiernan?
En Guayaquil, Cuenca y en la provincia de El Oro, la muerte ronda las prisiones como un huésped permanente. Morir en un calabozo se ha vuelto parte del menú carcelario.
Mientras tanto, el narcotráfico amplía su imperio, la miseria se multiplica y la muerte baila libremente por las calles del Ecuador.
