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La reforma policial nació coja… y hoy se hunde en un lodazal

¡Cógelo, Picante! En el PRM ya empezó la jaladera de greñas por la candidatura presidencial, mientras el país se desmorona

 

Buenos días…

Desde aquí lo decimos claro: ¡Jamás nos hemos opuesto a una verdadera reforma policial! Tampoco somos enemigos de la Policía. Lo que sí somos es enemigos de los engaños, de las medias verdades y de las reformas disfrazadas de circo.

Una reforma de verdad no se hace con bulto ni politiquería barata. Se hace con seriedad, con criterio profesional y, sobre todo, con respeto a la ciudadanía y a los propios policías.

La “reforma” policial de Luis Abinader nació coja. ¡Sí, coja! Desde el principio fue mal explicada, incluso para los propios miembros de la institución. ¿Y qué hizo el Gobierno? Puso al frente a un comisionado que ni siquiera era dominicano, que no conocía los códigos ni la cultura interna de la Policía Nacional.  Y aún continúa por esa misma línea.

Se prometió un aumento salarial digno, se vociferó por todos lados… pero la realidad fue otra. A un primer teniente se le dijo que ganaría RD$58,888.00, pero un general, hoy, apenas cobra RD$54,297.70… y recibe menos de RD$41,000 líquidos. ¡Un relajo!

Y ni hablar de la retaliación interna. Hay generales a los que ni el combustible que les toca les llega. ¿Eso es reforma?

Dentro de la propia institución hay un hervidero. Maltrato, humillaciones, abusos. Y el presidente Abinader, como si nada. Mira para otro lado.

¿Dónde está la transformación? ¿En el uniforme azulito que ahora promueven como si fuera el alma del cambio? ¡Por favor! Cambiar la tela no es cambiar la conducta. Ese uniforme es una fotocopia del colombiano.

Hoy, bajo la sombrilla de esa «reforma», hay más atropellos, más ejecuciones y más violencia de parte de la Policía hacia la población. Y como era de esperarse: la gente ya no les respeta. Les teme… o les odia. Y eso es delicado. Peligroso.

Que le duela a quien le duela: la reforma policial ha sido una estafa. Una frustración nacional. Un desastre de proporciones colosales. Una pérdida de tiempo, de dinero y de confianza. Se han ido miles de millones… ¿para qué? ¿Para que sigan matando gente en las calles?

Y mientras tanto, el presidente Abinader no solo ha sido incapaz de frenar los escándalos, sino que ha permitido medidas vergonzosas, abusivas y contrarias al reglamento policial. La ley ha sido pisoteada. Y el caos sigue.

¿Y el director de la Policía, Ramón Antonio Guzmán Peralta? ¿Actúa con transparencia? ¡Nooo, compai! Ha sido uno de los jefes policiales más cuestionados desde 1978. Ahora bien, en términos económicos, es otro cantar: de la noche a la mañana, ¡millonario! Porque en este gobierno no hay control ni supervisión. Nadie rinde cuentas.

Se han denunciado decenas de casos de corrupción en esta gestión… pero la Procuraduría, que actúa como fiera para todo lo que huele a PLD, aquí se queda calladita. ¿Y la lucha contra la impunidad? Bien, gracias.

En el PRM ya se tiran por la greña. Hay una guerra interna disfrazada de precampaña. Cada quien jalando para su lado. Ya empezó la greñita por la candidatura presidencial, aunque el país esté hecho un desastre.

La economía está patas arriba. La gente grita que no hay un chele en la calle. Que todo está paralizado. ¡Y tienen razón!

Los precios de los alimentos suben y suben, pero en el Palacio ni se dan por enterados.

El desorden en el tránsito es un caos total, mientras los agentes de DIGESETT se dedican a perseguir motores como si fueran criminales de guerra.

¿Y qué decir de la política hacia los motociclistas? Un completo desorden. Un motorista muestra sus documentos, todo en regla, ¡y aun así se lo llevan! ¿Eso es ley? ¿Eso es justicia?

Ahí está el caso de Elvis Martínez. El hombre mostró todos sus documentos. Pero se resistió a que le quitaran su motor injustamente, y entonces se lo llevaban a él. Se amotinó. Estaba esposado. ¿Y qué hicieron? Le pegaron un tiro en la cabeza.

¿Dónde estaban las cámaras corporales que deben portar los policías? ¿Dónde está la supervisión? ¿Dónde está el respeto a la vida?

Esa, señores, es la “reforma”. Un maquillaje. Una pantalla. Un fracaso estrepitoso.

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