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Melissa cambió de sexo y ahora golpea sin piedad a la pobreza

Por Augusto Álvarez

Dejó atrás su nombre original y su aparente calma. La tormenta Julissa cambió de sexo, se transformó en huracán Melissa, y hoy descarga toda su furia sobre los más pobres del Caribe.

En República Dominicana, Melissa trajo aguas, lodo y más pobreza, dejando al descubierto una vez más la desigualdad estructural.

Cada vez que un fenómeno natural azota al país, el resultado es el mismo: los ricos reconstruyen y los pobres se hunden.

Mientras miles de familias lo pierden todo, los constructores y contratistas del Estado ven ampliarse sus fortunas bajo el disfraz de “planes de reconstrucción”. Es el ciclo perverso de siempre: la miseria se multiplica, pero el cemento nunca pierde.

En un giro inesperado, Melissa cambió su rumbo y su fuerza. En Jamaica, el fenómeno alcanzó categoría 5, el tope de la escala, convirtiéndose en huracán Melissa, una bestia de vientos desatados y destrucción sin clemencia. Su desplazamiento lento, de apenas 4 km/h, hace que golpee con más dureza cada rincón que toca.

En suelo dominicano, su paso ya dejó secuelas en la agropecuaria, caminos rurales y viviendas vulnerables. Pero lo más devastador no es el viento ni la lluvia: es la pobreza estructural que cada tormenta deja más al descubierto.

Aún es temprano para conocer el destino final del huracán Melissa, pero su huella ya está escrita: golpea a los pobres con la misma precisión con que enriquece a unos pocos.

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