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La DGCP golpeó el desorden y el deterioro administrativo que corroe a la PN

¡Cógelo, Picante!  Si en el gobierno hubiese un organismo de ética y transparencia, uyyyy… Najayo estuviera repleto

Buenos días…

¡Cógelo, Picante!La anulación del pliego de condiciones por parte de la DGCP no es un simple trámite burocrático, es otra prueba del desorden, la improvisación y el deterioro administrativo que carcome a la Policía Nacional.

Que un proceso tan básico como la compra de productos farmacéuticos —reservado a Mipymes mujeres— terminara invalidado por errores elementales, como exigir una póliza económica en la fase técnica o descartar ofertas por direcciones que no coincidían, desnuda una estructura donde los procedimientos se manipulan, se tuercen y se ejecutan sin rigor ni control.

Esto no es un tropiezo aislado, es el retrato fiel de cómo la falta de profesionalización convierte cada compra en una carrera de obstáculos contaminada por irregularidades.

La resolución RIC-0135-2025 es un golpe directo al corazón del caos interno. La DGCP no solo anuló el proceso, sino que también tuvo que tumbar el contrato ya firmado, porque nació de un procedimiento viciado desde el origen. Que se hayan violado principios básicos —legalidad, igualdad, libre competencia y transparencia— confirma que en la PN se ha normalizado operar al margen de las reglas, como si estuviera blindada contra la rendición de cuentas.

La orden de identificar y sancionar a los responsables es un campanazo. O se limpia la casa de arriba abajo, o seguirán saliendo estos bochornosos episodios que dejan claro que la Policía Nacional, no solo tiene problemas en la calle, sino también en sus escritorios.

Y si en este gobierno existiera un verdadero organismo de ética y transparencia —uno de verdad, no de papel— hace rato estuvieran investigadas las denuncias gravísimas que han hecho miembros de la propia institución, incluyendo generales y coroneles, sobre el desorden administrativo que reina en la distribución de combustibles en la Policía Nacional.

Una pesquisa seria en la sección de gasolina y gasoil no encontraría solo “cucarachas”… ahí aparecen macos, ratones y hasta serpientes con corbata. Nos informan que lo que hay es un lodazal administrativo disfrazado de “procedimiento”. Y eso, debe investigarse.

Y atención, mucho ojo.  Se comenta que los mismos personajes que manejaron los combustibles en la DIGESETT, durante la gestión de Guzmán Peralta —sí, la misma gestión donde una auditoría detectó un desfalco de más de 155 millones de pesos— son los que hoy controlan ese “negocio” dentro de la Policía Nacional.
¿Escuchó eso, señora embajadora Francis Campos? Antes estas barbaridades se llamaban corrupción. Ahora, en tiempo de Abinader y su cambio, las bautizan como “debilidades”, pero las “debilidades” siempre le cuestan millones al Estado, nunca a los que se benefician.

¿Y de qué transparencia nos hablan? Que los organismos internacionales abran los ojos, porque después vienen con discursos y peplas, mientras aquí el pueblo está pasando el Niágara en bicicleta, con un gobierno que prometió “cambio”, pero llegó sin menudo y con la caja vacía.

Y lo más insólito: el presidente Luis Abinader, que en la oposición se vestía de paladín de la Constitución, ahora en el poder la rompe como si fuera papel de envolver empanadas.

Qué felices fuéramos los dominicanos si este presidente Abinader hubiera cumplido aunque sea un 10% de las promesas del 2020… y de las que repitió en 2024 como disco rayado.

Aun con la ley electoral violada y requeteviolada, como dicen algunos de sus adversarios  —que al final esas opiniones al pueblo no le resuelve nada— la Marcha del Pueblo fue un éxito rotundo, una demostración de que la paciencia nacional está agotada con la forma en que Abinader y el PRM están conduciendo el país.Y nadie puede tapar el sol con un dedo: todos los problemas nacionales, sin excepción, están peor que antes, y el pueblo es quien paga la factura. Por eso la marcha fue un palo: la gente salió porque ya no aguanta más excusas, más cuentos ni más maquillajes.

Y recordemos algo: la Marcha del Pueblo la organizó un partido político, y todo el mundo sabía que era una protesta política y pacífica. No como la famosa Marcha Verde, que resultó un engaño monumental, un instrumento político para promover a Luis Abinader. En cuanto él ganó, ¡puf!, desapareció como magia barata.
Y sus dos grandes promesas —combatir la corrupción y la impunidad— quedaron en nada. Otra estafa más. Una utopía que solo sirvió para llevar a un grupo al poder… y al pueblo a la desilusión total.

El presidente Donald Trump es una figura peligrosa, así que cuidadito con andar jugando a la impunidad.

Dejen el relajo, que todos los días no son de fiesta. Y para que no queden dudas, hablaremos claro, sin metáforas ni adornos: narcotraficantes, narcopolíticos y sus cómplices… de que se van, se van. No hay excusas, no hay discursos, no hay maniobras que valgan.

Todo aquel que recibió dinero del narco para comprar elecciones, torcer voluntades o financiar campañas turbias, tiene su destino marcado: e’ pa’ fuera que va… pero del país. Aquí no habrá salvavidas para nadie; el que jugó con fuego, que se prepare para quemarse.

Y eso no lo decimos nosotros: eso se comenta en ciertos pasillos, muy discretos, de una sede diplomática ubicada en los predios de Santo Domingo Oeste, que, por cierto, la están rodeando de bellas avenidas… no por casualidad. Ahí es donde se cocinan las conversaciones que ponen a temblar a más de uno, y donde ya muchos están fichados antes de que abran la boca.

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