Es imposible unificar la isla, pero ambas naciones están destinadas a compartirla

En la actualidad no hay evidencias que lleven a pensar que la República Dominicana y Haití se unificarían, pese a la importante presencia de inmigrantes en nuestro territorio, problemática enfrentada seriamente en la actualidad, en base a la Ley 285-04, con miles de repatriaciones, aunque de todas maneras no deja de ser un paliativo, si se parte del hecho de que solo un pequeño río separa a ambos países y la valla en construcción solo contribuye a elevar el precio del trasiego, el cual está bajo el control de militares en el área fronteriza.
Ese trasiego históricamente ha sido normal entre naciones que hacen frontera. Los ciudadanos de un país se trasladan al otro de mayor desarrollo económico en búsqueda de mejoría. La presencia de nacionales haitianos en República Dominicana se remonta al siglo XIX. Esa presencia fue creciendo paulatinamente, al punto que para el año 1937 Trujillo descargó todo su odio, dando instrucciones para que esos extranjeros fueran asesinados. Se calcula que entre nueve mil y 20 mil haitianos fueron muertos con armas de fuego, cuchillos, machetes y hachas por miembros de la Policía y del Ejército. El historiador Bernardo Vega estima el número en 35 mil.
Esa masacre no resolvió el problema, pero sí se convirtió en un escándalo mundial. El propio Trujillo formalizó la contratación de braceros haitianos a partir del 1952, para el corte de la caña de los ingenios azucareros, bajo el interés de incrementar la producción y exportación del azúcar, que tenía décadas siendo un sostén importante de nuestra economía.
Con el triunfo de Francois Duvalier en 1957, la economía haitiana experimentó crecimiento, llegando en 1960 a tener el mismo Producto Interno Bruto que la República Dominicana, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional. Con el paso de los años Duvalier, sin embargo, se convirtió en dictador y derivó en corrupto y asesino y ese país tuvo una economía estancada y en retroceso por períodos prolongados. Haití registró incremento de su PIB en 1980 y la última vez en el 2021, precisamente el año en que mataron al presidente Jovenel Moïse .
La historia haitiana ha estado matizada por las fluctuaciones políticas, lo que ha contribuido a dañar la economía de ese país. Haití nunca ha registrado estabilidad institucional por una década específica, carece de poderes públicos legítimos, de un ejército y hasta de un simple registro civil. Y la crisis se agrava cada vez más en todos los órdenes, ahora con pandillas que controlan en un 80 por ciento a Puerto Príncipe, sin que se evidencie una salida hacia la pacificación y ante la mirada indiferente de la comunidad internacional.
Quien más aporta a la solución de la problemática de Haití es República Dominicana, pero la población luce harta de la excesiva inmigración de haitianos, tal y como lo confirman las encuestas. Para un alto porcentaje de dominicanos el mayor problema del país es el tema haitiano, lo que ha motivado al Gobierno a disponer la repatriación de millares de esos extranjeros, inclusive restringir los gastos en salud, sobre todo en las parturientas.
Todo lo que haga el Gobierno en el marco de la Ley 285-04 es legal, máxime tratándose de un país soberano y en momentos en que Estados Unidos, Francia y otras naciones también toman medidas contra inmigrantes ilegales. Lo lamentable es que los partidos procuren beneficio político en torno al tema, pues todos se montan en la “ola nacionalista”, incluyendo a la Antigua Orden Dominicana, la cual no solo está motivada en aspectos raciales, sino, además, en presentar a Hitler y a Trujillo como personajes paradigmáticos. Es una aberración que amerita ser enfrentada rápidamente, porque inclusive la práctica del trujillismo está prohibida por ley. (Ver Ley 5880-62).
La Antigua Orden Dominicana aboga por la salida del cien por ciento de los haitianos, lo que resulta difícil e inclusive perjudicial para la economía dominicana, porque renglones como agropecuaria y construcción (que cada año aportan al PIB ciertos porcentajes) no funcionarían a corto y mediano plazos sin la mano de obra haitiana. Lo lógico sería tener un control de los haitianos en el país, sin permitir que su presencia siga creciendo y llegue a constituir una amenaza a la soberanía.
Los alegatos que levantan los antihaitianos son que tenemos idiomas, culturas y religión diferentes. Es evidente que ellos hablan creole y nosotros español, pero ese es un pretexto infeliz, porque un alto porcentaje de dominicanos desea irse a Estados Unidos, cuyo idioma es el inglés y no les importa pasar trabajo desde que llegan al Aeropuerto Kennedy. ¿La religión? El 94 por ciento de los haitianos es cristiano, aunque hay que admitir que un 40 a 50 por ciento de la población practica simultáneamente el vudú, que se expresa con rituales, cantos y ofrendas a los espíritus. Sin embargo, hay investigaciones que revelan que más del 40% de los dominicanos cree en brujería y santería, incluyendo a muchos que dicen ser cristianos.
El problema mayor que separa a los dominicanos y haitianos es económico. Algunos organismos señalan que la economía dominicana es 7 veces mayor a la haitiana, otros aseguran que la nuestra es once veces superior. Desde esa perspectiva, República Dominicana no gana nada y pierde mucho ante una eventual fusión con Haití, cuya posibilidad se reduce a cero en este momento. Si a un dato estadístico económico se le suma el racial, que por más que se niegue de forma hipócrita, es un importante motivo para el desprecio, hay que concluir que estos países no se unificarían, pero ambas naciones están destinadas a compartir la isla, porque ni ellos se van a mudar de la parte occidental ni nosotros tampoco del lado oriental.