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Guerra de abril e intervención del 65

Análisis de la historia reciente de República Dominicana

[Autoría: Claudia Fernández. Periodista por vocación y abogada de profesión. Directora de RELAMPAGOINFORMATIVO.COM].

 

Abril de 1965

Un experimento hacia Vietnam

 

Por Claudia Fernández

A modo de justificación

La vida está hecha de momentos. Y esos momentos marcan la vida. Sucesos acontecidos en un momento dado, nos dan la dimensión real de la historia, de una historia que a veces, es difícil de contar, precisamente cuando esos momentos se encuentran dispersos en la memoria, que muchas veces traiciona y maneja a su antojo, acomoda datos y distorsiona la percepción, especialmente cuando se es todavía inocente, niña, ajena a las grandes preocupaciones pero perceptiva de ellas.

Eso sucede cuando te toca ser testigo de un gran acontecimiento. Los recuerdos afloran maleados, acomodados a la memoria, pero siempre subyace el sustrato de la verdad. Una verdad que a muchos no les gusta recordar, y que para otros, marca de manera especial su existencia. Y eso precisamente, fue lo que me sucedió aquel sábado, 24 de abril, cuando apenas contaba 8 años, con el inicio de la Revolución de Abril.

Etapa que marcó de manera indeleble mi existencia, y me hizo rebelde sin saberlo. Un momento histórico del que todo el mundo ha hablado y dicho lo que ha querido. Un momento histórico que marcó la vida de una nación y que todavía sigue gravitando en ella.

A retazos, llegan los recuerdos de ese día. Era en la tarde. Recuerdo que mi abuela Rosalía me peinaba, cuando de improviso un grito de mi madre y un objeto que cayó en la falda de mi vestidito de tafeta a rayas, me hizo olvidar los jalones de cabello de mi abuela. Una bala había rozado la oreja de mi madre, y solamente sintió el calentón, y el casquillo fue el objeto que cayera en mi falda. Vivíamos en la calle Pina, Ciudad Nueva, lugar que fuera desde unos años atrás escenario de sucesos importantes. No lo supe hasta después de ser adulta.

Momentos después de ese disparo, la voz tonante de José Francisco Peña Gómez se dejó oír por Tribuna Democrática, anunciando el inicio de un movimiento popular que exigía la vuelta al país del derrocado presidente Juan Bosch, que vegetaba en el exilio. Y ese fue el momento que marcó mi vida y quedó gravitando y subyacente a lo largo de mi adolescencia, juventud y posterior madurez de la vida.

Y es este suceso histórico, que cambió el curso de la nación, el que marcó mi vida y mis acciones y habitó conmigo, cual amante despótico que exige a su pareja alabarlo. Y el recuerdo quedó subyacente…

No es hasta 1997, cubriendo la fuente de las Fuerzas Armadas para el periódico El Siglo, que se me ocurre escribir una serie de artículos sobre la Revolución de Abril de 1965. Y la idea me la da, sin que lo supiera, el mítico comandante de los famosos “hombres rana”, grupo élite de la Marina de Guerra, Manuel Ramón Montes Arache, al verlo en una misa de la Marina de Guerra, no me acuerdo cuál fue el motivo, que me tocó cubrir, precisamente en ese mismo año. Alguien me dice, ése es Montes Arache, y de inmediato me puse en acción, me acerco al personaje, me presento y le pido una entrevista, a la que él accede de muy buen gusto. Y la coordinamos, pero aún no tenía claro lo que quería hacer.

Días después, en una actividad de la Fuerza Aérea, el entonces jefe de Estado Mayor, mayor general Luis Antonio Luna Paulino, me aborda para decirme que tiene en su poder un documento desclasificado del gobierno norteamericano sobre… ¡la Revolución de 1965! Y me hace llegar el documento, base primordial para estos trabajos, que pretendo publicar en forma de libro y que en su momento, como siempre, fueron publicados en serie en el periódico El Siglo. ¿Coincidencias? No sé, ni me lo he preguntado.

El aguijón de la investigación veraz se apoderó de mí y no cejé hasta conseguir la autorización de la dirección del periódico para hacer el trabajo. Fue uno de los momentos más felices y que mayores satisfacciones me ha dado en mi carrera como periodista.

Ahí comienza este experimento histórico, en la búsqueda de la verdad, porque siempre hubo un personaje funesto, que cargó con el baldón de la traición. Porque me interesaba saber la realidad de una etapa que me tocó vivir muy de cerca, aunque en su momento no la entendiera.

Hoy desfilan por mi mente personajes que en ese momento me parecieron fabulosos. En esa calle Pina de mis recuerdos, llegué a ver a una pequeña mujer, con más valor que cualquier hombre, con un fusil que me parecía mucho más grande que ella. Me enteré después que se trataba de Piqui Lora, mujer como pocas. Un pelirrojo, alto, desgarbado y con pintas de extranjero, también fue de los habituales en ese inicio de la Revolución de Abril. Era el italiano Illio Capocci y ni qué decir de Montes Arache, a quien lo veía y me parecía más grande que todo el mundo, aunque décadas después cuando lo entrevisté, me dí cuenta que la imaginación infantil es especial y traicionera. Era el jefe de los hombres rana, un ser humano como pocos he conocido y he conocido bastantes.

Un militar un poco entrado en carnes, con la camisa llena de sudor debajo de las axilas, y a su lado siempre, otro más pequeño. Después me entero que en esa calle Pina de mis recuerdos de infancia, en los bajos de la residencia de don Rubén Lembert Peguero y su esposa doña Ramonita, se reunía la crema de la crema de la Revolución. Ese militar sudado era nada más y nada menos que el héroe de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó. Y los recuerdos siguen fluyendo, como cuando llegaron los “pariguayos”, miembros de la Fuerza Interamericana de Paz, a invadir los hogares de Ciudad Nueva, buscando armas escondidas y destruyendo los espejos colocados en las azoteas para deslumbrar a los aviones de Wessin durante los bombardeos.

¡Qué tiempos aquellos! Escaseaba la comida, pero la solidaridad era el apoyo. Durante las noches, cuando iniciaba el toque de queda, era obligatorio bajar a la primera planta, que había sido abandonada por sus inquilinos y entre cucarachas, ratones y mosquitos tratar de dormir en el suelo, gentes de distinta formación, unidos sólo por la solidaridad. Y esa, junto a la de mi abuela, fue mi primera escuela para saber que la lealtad es lo más preciado de un ser humano.

Pero ya basta de recuerdos, llenaría un libro aparte solamente con ellos. Es necesario poner punto final y motivar a la lectura de este proyecto-concepto que inició en 1997 y más de una década después se hace realidad. Dejo al libre albedrío de los lectores, lo que se ha plasmado en el papel. Para mí, el valor de este proyecto, porque no le puedo decir libro, es que muchos dominicanos, especialmente las nuevas generaciones, puedan entender el proceso que llevó al país por los derroteros por los que hoy transita. Y que sepan el por qué, en República Dominicana existe una generación rebelde y perdida, producto de los acontecimientos ocurridos desde aquel sábado 24 de abril de 1965, cuando un grupo de héroes se casó con la gloria, y todavía no se les reconoce su labor. Cosas de República Dominicana y su idiosincrasia.

 

[Ante la imposibilidad de hacer realidad en forma de libro para ilustrar al país de acontecimientos históricos recientes, como la Revolución de Abril de 1965, suceso del que fui espectadora inocente, decidí iniciar la publicación de una serie de artículos sobre el tema, aparecidos en el periódico El Siglo en el período 21 de abril al 6 de mayo de 1997, junto a una serie de entrevistas a protagonistas de primer orden, ya fallecidos, por lo que este legado histórico, considero, no debe perderse. Ahora lo reproducimos en RELAMPAGOINFORMATIVO.COM/RELAMPAGOINFORMATIVO.NET, para que los nuevos lectores adquieran conocimientos reales de esta gesta histórica].

 

La guerra de abril y la intervención del 65’

Vista desde la perspectiva de Estados Unidos

Un gobierno débil, impopular, con la mayoría de las fuerzas militares en contra. Corrupción en los más altos niveles armados. Descontento por la falta de apoyo a esos mismos mandos de parte del primer mandatario. Cancelación de cuadros militares que apoyaban la vuelta a la constitucionalidad.
Estos fueron algunos de los factores que dieron por resultado la Revolución de Abril de 1965 y la subsiguiente invasión norteamericana, que

Los antecedentes a la cruenta guerra civil y la participación militar y diplomática de los Estados Unidos desde el punto de vista del gobierno norteamericano, encabezado por Lyndon Bird Johnson, está contenido en los Documentos de Leavenworth, un análisis del profesor Lawrence Yates, de la Escuela de Combate, Comando y Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, en Texas.

El documento ofrece los detalles pormenorizados de toda la estrategia, causales y condicionales que llevaron a Johnson y su equipo de asesores a determinar el desembarco de los primeros 536 infantes de marina, el miércoles 28 de abril de 1965, desembarco que en su momento no fue considerado “intervención” porque las tropas “eran demasiado pocas y su misión demasiado pasiva”.

El informe, que consta de 218 páginas, se titula “Los documentos de Leavenworth. Número 15. Power Pack: Intervención de Estados Unidos en la República Dominicana, 1965-1966”.

El prólogo, escrito por el teniente general Gerald T. Bartlett, expresa que “el doctor Yates analiza los intereses que llevaron a la intervención norteamericana, después de remontarse a los orígenes de la crisis dominicana”.

El planeamiento conjunto, los arreglos de mando y control, y los esfuerzos de acopio de inteligencia que precedieron y siguieron a la introducción de los infantes de Marina y los paracaidistas norteamericanos en el país; las misiones de esas fuerzas y las dificultades que encontraron; la formación de una fuerza interamericana de paz que unilateralmente transformó la intervención en una empresa multilateral y la manera cómo las fuerzas militares proporcionaron la base sobre la cual se negoció una conciliación política”, aparecen de manera vívida y explicativa en este documento.

En la República Dominicana, a raíz del estallido armado para derrocar el Triunvirato presidido por el doctor Donald Reid Cabral, Estados Unidos desplegó en el curso de una semana una fuerza militar lo suficientemente grande como para ponerle fin a la guerra civil, suprimir una posible insurrección, asistir en la restauración del “orden y la democracia” y prevenir la toma del poder por los “comunistas”.

Para el general Bartlett, “la intervención en la República Dominicana representa una aplicación exitosa del poder y la diplomacia norteamericana y un caso de estudio para los oficiales profesionales de hoy”.

Es decir, que en el gobierno norteamericano, el despliegue de las tropas de ocupación fue considerado como un éxito rotundo, ya que cumplió con la misión de impedir que los comunistas tomaran el poder y hacer sentir la presencia militar para posibilitar una conciliación política.

Pero, como siempre existe un pero, el informe da cuenta que la intervención experimentó una serie de errores en sus planes operacionales, que califica de obsoletos: malas comunicaciones y coordinación, planeamiento improvisado e instalaciones y personal inadecuados, sin embargo, refiere que “el verdadero valor de esta obra estriba en la identificación de estos problemas en un esfuerzo por comprender por qué ocurrieron y evitar que vuelvan a ocurrir”.

Y para el general de división del Ejército de los Estados Unidos, Frederick M. Frankls, hijo, director del Departamento de Interoperabilidad y Planes Operacionales (J-7) de la Junta de Jefes de Estado Mayor, “el caso de estudio de la República Dominicana confirma de esta forma el valor de la historia militar para los oficiales que tratan de comprender las clases de operaciones militares combinadas y conjuntas que podrían ocurrir con mayor probabilidad en el mundo actual”.

Convulsión política

A raíz de la muerte del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina y la salida de sus descendientes directos y familiares del país, el doctor Joaquín Balaguer asumió la Presidencia de la República pero comenzó a retractarse de sus promesas democráticas. “En esto procedió igual que la familia a la cual sirvió”, dice el documento de Leavenworth.

Washington ayudó a forzar su renuncia y luego bloqueó un intento militar por devolverlo al poder. Finalmente, a inicios de 1962, el presidente John F. Kennedy consideró que existían buenas probabilidades para convertir a República Dominicana en lo que él llamó “un buen ejemplo de democracia” con la Alianza para el Progreso, y por tanto, le concedió su reconocimiento a un Consejo de Estado que había prometido elecciones libres al país.

El gobierno estadounidense también reanudó la ayuda económica y de otro tipo, que había sido eliminada durante el bloqueo al régimen de Trujillo. Es así cómo, para aumentar las posibilidades de instaurar una verdadera democracia y orden en el país, la administración Kennedy trató de organizar las fuerzas policiales y reducir el tamaño y las simpatías trujillistas en las Fuerzas Armadas regulares.

“Se volvió a instalar el Grupo Asesor de Asistencia Militar para la República Dominicana y se firmó un nuevo acuerdo de asistencia militar. El presidente Kennedy imaginó a la República Dominicana como un campo de prueba entre la ideología revolucionaria de Cuba y los ideales democráticos de las sociedades libres”.

En este tubo de ensayo en que se convirtió la media isla, el principal obstáculo para unas verdaderas elecciones libres y democráticas no lo constituían los seguidores de Trujillo, “las amenazas norteamericanas los podían contener”, sino la herencia política del extinto dictador.

“Su reino de 30 años había dejado al país privado de una oposición política organizada y responsable. En 1962 emergieron no menos de 8 partidos importantes que se disputaban la candidatura presidencial y las posiciones en la Asamblea Nacional. Estas organizaciones representaban todas las inclinaciones políticas, desde conservadores hasta comunistas. Pero los dos partidos que tenían más seguidores eran el centroderechista Unión Cívica Nacional (UCN) y el centroizquierdista Partido Revolucionario Dominicano (PRD)”.

De esta última organización política, el informe dice que fue fundada por Juan Bosch, a quien califica de «idealista, poeta y reformista”. Para sorpresa de las autoridades norteamericanas, Bosch ganó la Presidencia con un evidente margen de dos a uno contra Viriato Fiallo, el candidato de la Unión Cívica Nacional, realizándose la toma de posesión en enero de 1963.

Al principio de su mandato, Washington ofreció a Bosch ayuda económica, técnica y militar, ésta última incluía un aumento en el grupo de asesores de asistencia militar de 5 a 45, y el Presidente Bosch, en respuesta, promulgó una Constitución “en un inicio, favorable a un experimento al estilo democrático norteamericano”.

El optimismo de Washington se fue al suelo cuando el primer mandatario dominicano “evidenció su ineptitud como político y administrador”, refieren los documentos de Leavenworth, y agrega el informe que “habiendo pasado en el exilio los últimos 24 años anteriores a las elecciones, Bosch se había apartado de las realidades de su país, pocos en la administración Kennedy habrían podido estar en desacuerdo con el retrato que de Juan Bosch, hiciera George Ball, calificándolo de “una persona irrealista, arrogante y errática”, considerándolo como “incapaz de administrar hasta un club social, mucho menos un país en caos. No me parece un comunista…sólo un estúpido pedante antiamericano obstinado en reformas sociales inalcanzables”. Hasta ese punto llegaban los norteamericanos cuando de sus intereses se trataba.

Las reformas iniciadas por el profesor Bosch, contenidas en la Constitución de 1963, entre las que se encontraban la negación de privilegios a la Iglesia Católica, la cláusula que prohibía la expulsión de dominicanos hacia otras naciones, hizo fracasar las relaciones del mandatario con las autoridades norteamericanas y con la mayoría de los grupos económicos de República Dominicana.

En esta situación, el programa de reformas fracasó, “para desilusión de la izquierda, mientras que la renuencia a tomar una posición más fuerte contra los radicales, alarmaba a Washington, a los elementos conservadores en la sociedad dominicana y a los anticomunistas dentro de las Fuerzas Armadas. Mientras el gobierno degeneraba en un caos, un segmento archiconservador de las fuerzas militares dominicanas, dirigidas por el coronel Elías Wessin y Wessin, derrocó a Bosch el 25 de septiembre de 1963”.

Los antecedentes de la Revolución de Abril comienzan a gestarse a partir del golpe de Estado de 1963. Ya el gobierno de Washington tenía la mirilla puesta en República Dominicana y, aunque no se atrevió a romper las relaciones diplomáticas, suspendió la ayuda y retiró a la mayoría de su personal oficial, “pero la oposición norteamericana fue débil y efímera. Pocos lamentaron el exilio de Bosch, y Kennedy, desilusionado por las pocas probabilidades de democracia y de progreso de la Alianza, no sólo en la República Dominicana, sino en la mayor parte de América Latina, decidió reconocer el nuevo gobierno, sin embargo, antes de dar a conocer públicamente su decisión, el Presidente Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, en noviembre de 1963”, dos meses después del derrocamiento del gobierno electo por el pueblo en elecciones libres.

Las fuerzas militares comandadas por Wessin y Wessin decidieron elegir un gobierno civil que respondiera a sus ideas y formaron el Triunvirato, compuesto en sus inicios por los doctores Emilio de los Santos, Ramón Tapia Espinal y el ingeniero Manuel Tavárez Espaillat. Entonces, “sorpresivamente” el doctor Emilio de los Santos renunció a la presidencia del Triunvirato en protesta por las medidas tomadas por las Fuerzas Armadas contra el movimiento guerrillero que en noviembre de 1963 encabezó el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo), líder del Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4) y fue sustituido por el doctor Donald Reid Cabral, quien asumió al poder en 1964.

De Reid Cabral, los documentos de Leavenworth refieren lo siguiente: “En 1964, Donald Reid Cabral, distribuidor de automóviles y miembro de una poderosa familia dominicana, surgió como la principal figura política en el período posterior a Bosch. Una renuncia dio como resultado el nombramiento de Reid Cabral como presidente de lo que en seis meses se había convertido en un Triunvirato compuesto por dos personas”.

En esta posición ejerció considerable poder, aunque no fue un poder absoluto. “Al igual que Bosch, podía recetar tratamientos para curar viejas enfermedades del país pero no podía forzar al paciente a tomar la medicina”.

Los bajos precios en las exportaciones agrícolas habían creado una grave crisis económica que Reid Cabral trató de aliviar imponiendo un régimen de austeridad en el país, cuya rigurosidad, junto a la tolerancia que evidenciaba hacia la corrupción y al contrabando, le ganaron la enemistad de grupos laborales, de negocios, de consumidores y de profesionales.

Igualmente, el informe militar indica que “los bien intencionados esfuerzos del Triunvirato por eliminar los excesivos privilegios de los militares y la corrupción de la Era de Trujillo, encolerizaron a los oficiales de alta jerarquía porque fueron despedidos o porque por lo menos tuvieron que padecer algunas penurias económicas, y también a los oficiales de rangos inferiores, que, consternados por la corruptibilidad de sus superiores, o simplemente ansiosos por encontrar oportunidad en las listas de ascensos, criticaron la lentitud y estrechez de las reformas. Bajo estas condiciones, la ascensión de Reid Cabral al poder no fue presagio de época dorada para la política dominicana”.

Es en este caldo de cultivo, en medio de una inestable fermentación de incesantes conspiraciones, intrigas y maquinaciones, que los asuntos prácticos opacaban a las cuestiones de principio, aunque nunca las suprimieron totalmente. En tanto, los grupos de oposición actuaban inspirados en una mezcla de practicidad e ideología de principios y rápidamente el tema de la legitimidad del gobierno de Reid Cabral se convirtió en el punto medular de las discusiones políticas de entonces.

“En la extrema izquierda, los tres partidos comunistas del país: El Partido Socialista Popular –pro-Moscú-, el Movimiento Popular Dominicano –maoísta-, y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio -de la línea de Fidel Castro-, el más grande y militante de los tres, denunciaron la ilegalidad del Triunvirato en un esfuerzo por desacreditar al régimen y volver a ganar la libertad de acción de que habían disfrutado bajo la Constitución de 1963.

Aunque los tres partidos buscaban apoyo popular exigiendo la reinstalación de Bosch como Presidente de la República, reñían entre ellos acerca de las tácticas, y, a pesar de un frente unido, esquivaban la cooperación de partidos imperialistas más moderados, que también buscaban el regreso de Bosch al poder”, precisa el documento.

Así las cosas, los seguidores más moderados de Bosch, miembros del depuesto Partido Revolucionario Dominicano y efectivos del Ejército Nacional, la Fuerza Aérea Dominicana y la unidad élite de hombres rana de la Marina, se reunían a menudo para tratar el tema de la reinstauración del expresidente en el Palacio Nacional.

Algunos de los miembros de las Fuerzas Armadas deploraban sinceramente el golpe de Estado de 1963, y otros actuaban con miras a ascender en sus “estancadas carreras”, cualquiera que fuera el motivo, una facción numerosa de las fuerzas militares conspiró junto a varios líderes del PRD para derrocar a Reid Cabral y restaurar a Juan Bosch en la Presidencia.

Debido a que a Bosch no se le había permitido completar el término de su mandato, los conspiradores militares y del PRD argumentaban que su reinstalación no necesitaba confirmarse con nuevas elecciones; los miembros militares a favor de Juan Bosch, “desempeñarían una función vital en los sucesos futuros, gracias a su habilidad para mantener en secreto su complot y al éxito que tuvieron llenando sus filas con compañeros conspiradores después de la purga gubernamental realizada contra oficiales acusados de deslealtad”.

Un ejemplo de la recuperación de su poder ocurrió poco después del golpe contra Bosch en septiembre de 1963, cuando el Triunvirato despidió 18 tenientes y capitanes proBosch que enseñaban en una academia militar cerca de la ciudad. El director de estos académicos, el teniente coronel Rafael Fernández Domínguez, fue asignado a España, pero aún así, Fernández Domínguez y los instructores continuaron conspirando y alistaron al teniente coronel Miguel Angel Hernando Ramírez, amigo cercano de Fernández Domínguez, como el nuevo jefe de los disidentes militares.

El documento de Leavenworth, respecto de esta situación refiere «en ningún momento el gobierno del Triunvirato, Reid Cabral o el personal de la Embajada de los Estados Unidos llegó a imaginar el grado en que los seguidores de Bosch habían infiltrado las filas medias e inferiores de las fuerzas militares, especialmente en el Ejército”, lo que significa un voto de reconocimiento a la labor de los “conspiradores”.

Expresa el informe que la mayor preocupación del triunviro Donald Reid Cabral la constituían los oficiales de mayor graduación del Ejército asignados a la base militar de San Cristóbal. “No era secreto su disgusto con el programa contra la corrupción, ni el hecho de que varios de ellos estaban conspirando conjuntamente con los seguidores de Balaguer para traer al ex presidente del exilio. La pregunta de que si Balaguer podría reclamar la Presidencia por derecho, o si optaría por iniciar una campaña electoral durante la cual una junta militar podría gobernar en lugar de Reid Cabral, fue lo que dividió a los generales”.

Entre los que favorecían la idea de la junta militar encontraron simpatizantes dentro del Partido Reformista, cuyo líder era el expresidente Balaguer -en el exilio-, y “sorprendentemente, entre muchos de los miembros del Partido Revolucionario Dominicano de Bosch, y para complicar el panorama aún más, algunos de los generales de San Cristóbal estaban confabulando para establecer una junta militar independiente alineada lejos de Bosch y de Balaguer”.

Es en esta situación, que el gobierno de Reid Cabral se mantenía de manera precaria, y en tono a este estado de cosas, el documento de Leavenworth es bastante explícito cuando expresa:

“Considerando que grandes porciones del Ejército regular y prácticamente todos los grupos políticos interesados se inclinaban por derrocar a Reid, es un milagro que éste sobreviviera su primer año en la Presidencia. El hecho de que sí lo hiciera sugiere que no estaba desprovisto de una base de poder”.

De hecho, su régimen se apoyaba en dos pilares. Uno era Estados Unidos, el otro, Elías Wessin y Wessin, recién ascendido a general después de su desempeño en el golpe de Estado contra Bosch, y comandante del Centro de Entrenamiento de las Fuerzas Armadas, el temido CEFA, un grupo élite de casi dos mil soldados de infantería especialmente adiestrados y entrenados, los que, a diferencia de las unidades regulares, poseía tanques, cañones sin retroceso y artillería, cuerpo creado por Trujillo como una unidad independiente para proteger su dinastía y también para vigilar al mismo tiempo a la Marina de Guerra, la Fuerza Aérea y el Ejército Nacional.

Aunque los oficiales que integraban los cuerpos castrenses tradicionales estaban al mando de tropas numéricamente mayores que las del CEFA, éstas estaban dispersas en toda la geografía nacional con excepción de tres batallones del Ejército y una unidad de hombres rana de la Marina, las fuerzas militares comunes estaban entrenadas y equipadas mediocremente.

“Por esta razón, las fuerzas militares regulares se sentían ofendidas y temían al mismo tiempo a las fuerzas del CEFA y al poder que Wessin y Wessin había reunido como su comandante. Con base en San Isidro, a menos de diez millas al Este de Santo Domingo, el CEFA se encontraba ubicado en la Base Aérea 19 de Noviembre; reunido, este poderoso conjunto concentraba en San Isidro a 4 mil soldados armados, todos los tanques de las Fuerzas Armadas y la mayoría del poderío aéreo del país. Todos en la República Dominicana saben que quien controla a San Isidro, controla al país”, revela el informe militar norteamericano.

Elías Wessin: El poder detrás del trono

Del controvertido oficial, quien ha participado en el devenir del país de los últimos 35 años, el documento de Leavenworth lo define como “competente oficial y enérgico anticomunista, Wessin controlaba San Isidro y por lo tanto se le consideraba el poder detrás del trono. Se consideraba a sí mismo el guardián del orden y el principal defensor contra la ideología izquierdista en el país. Respondía únicamente al Presidente, quien, en el caso de Reid Cabral, incentivó o se esforzó muy poco por mejorar las condiciones de vivienda y alimentación para mantener al general y a sus hombres aplacados”.

Wessin, al decir del profesor Yates, consideraba que él y sus hombres le habían allanado el camino del poder a Donald Reid Cabral, por lo que pensaba que “con igual facilidad podrían remover de la Presidencia, aun bajo la protesta norteamericana”, pero a medida que pasaba el tiempo, Reid Cabral empezó a dar por sentado el apoyo irrestricto de Wessin y en un movimiento calculado para acallar las críticas de las fuerzas militares regulares respecto de su favoritismo hacia el CEFA, el presidente del Triunvirato hizo saber públicamente que consideraba temporal su alianza con el general.

Esto constituyó un desaire para el alto oficial, quien, no obstante, continuó ayudando al gobierno a eliminar a todos los enemigos que podía descubrir en las fuerzas militares. “Reid había hecho un disparate que podría costarle bastante, ya que, en el caso de un intento de golpe de Estado, ¿podría Wessin apoyar al régimen que lo había desairado deliberadamente? Los conspiradores apostaron que no lo haría, pero al igual que con sus predicciones sobre el comportamiento de los Estados Unidos, no estaban seguros de lo que haría. Habiendo sido esencial para forzar la renuncia de Bosch, Wessin no apoyaría fácilmente el regreso del presidente anterior”.

¿Razones? Sencillas. Wessin no apoyaría a quien había derrocado personalmente porque lo consideraba comunista, sin embargo, algunos conspiradores pro-Bosch creían que el general, frente a un hecho consumado y a deserciones masivas de los militares, tendría que acceder al retorno del profesor Juan Bosch. “Otros pensaban mejor. Si él abandonaba a Reid Cabral, era más factible que se uniera a aquellos generales que abogaban por una junta militar independiente”.

Lo más raro de todos estos sucesos, fue que a medida que aumentaban los rumores de un inminente golpe de Estado, el embajador norteamericano en el país, William Tapley Bennett, hijo, y el general Wessin seguían apoyando a Reid Cabral, cada uno por diferentes motivos, aunque tenían uno en común, “pensaban que a pesar de sus defectos, Reid era preferible a Balaguer o Bosch, los dos únicos dominicanos que podían contar con suficientes partidarios para destituir al gobierno, ya mediante un golpe de Estado o elecciones libres. Según sucedió, la promesa de elecciones libres precipitó el golpe de Estado”.

Con todo, Reid Cabral programó las elecciones para septiembre de 1965 y la Embajada de los Estados Unidos aplaudió la decisión, anticipando que “el actual gobierno temporal ganaría los escrutinios, pero en la búsqueda de ese fin, el presidente mostró ser su propio enemigo. El caótico escenario político y el desmejoramiento de la crisis económica lo habían dejado vulnerable”. Estos fueron los próximos pasos para el desenlace final que provocó la guerra civil y la posterior invasión norteamericana, serán tratados en un segundo trabajo.

 

EL SIGLO: Lunes, 21 de abril de 1997

RELAMPAGO INFORMATIVO: Lunes, 6 de mayo de 2019

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