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La última litera quebrada

Ese fue un momento de lágrimas y temor para los campesinos deudos, al ver el cadáver fuera del ataúd.

Desde El Limón, entre montañas que parecían o nacen en Diego de Ocampo, bajaban con las 190 libras del difunto, hasta la frontera de Las Lavas y Palmarejo, y por un animal asustado, quienes transportaban la litera, tropezaron.

Parientes y vecinos de Agapito Almonte (ese era el nombre del muerto), al ver el cadáver fuera de la litera, en una rústica cajuela, el miedo se apoderó de todo.

Un campesino de edad preguntó ¿al pasar por el frente de doña Jacinta votaron agua? Si al cruzar la litera con su carga fúnebre, nadie votó agua, entonces llegó el accidente.

En la vieja creencia campesina, constituía casi una obligación, lanzar agua para que el muerto, a decir de ellos, no se fuera seco.

Una litera se confeccionaba con «forro de catre», aunque las precariedades campesinas, obligaba a la utilización de mala calidad.

Al llegar a una especie de cementerio improvisado, Agapito Almonte fue enterrado, entre gritos y lágrimas, con la ocurrencia de una dama que pregunta, cuando se rompió la litera ¿el difunto se golpeó?

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