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Ellas,  mis grandes amores

Después de cruzar los 70 años realizando algunas ¡escalas técnicas!,  ahí van los nombres de algunas de las mujeres que no han estado al doblar de la esquina.

Algunas se me adelantaron en el viaje y no regresarán (Isadora, 1929, e Inés Bryan, a la cual no conocí), dejándome atrapado con la doctora Germán Brito y la magistrada Yeni Berenice Reynoso.

Algunas de esas figuras de mis sueños, se precipitaron e hicieron el viaje sin regreso, tal como fue el caso de Isadora Duncan, que en 1929, quedó en las calles de un Moscú, que bailó al ritmo de los soviets, perdió la vida en un accidente de tránsito.

Y siguiendo por esa misma ruta, decidí querer (‘sin conocerla físicamente) a la diputada reformista por San Pedro de Macorís, la doctora Inés Bryan, luego de escuchar su discurso en la Cámara de Diputados, discurso que ningún legislador, de ninguna época se atrevió a pronunciar. Se despidió en grande.

Al escuchar a la legisladora, y sin hurgar en su pasado ni lo que fue hasta su muerte, su presente  político, nos dijimos, “Inés es una mujer de la revolución en el cuerpo de la contrarrevolución».

En cuando a esa negra norteamericana, preñada de cultura, feminismo y deseo de confrontar la brújula y torcer el rumbo, en un momento especial en Estados Unidos, su nombre, Ángela David (Davis) nos impactó e hicimos de ella un amor especial.

Hasta que en nuestro entorno, la honestidad y la formación se conjugaron en dos mujeres que el pueblo asimiló (hablo en presente, el mañana no lo he visto), Miriam Germán y Yeni Berenice.

Si partimos del dicho de que «cada paso del movimiento real es lo que importa», es por la razón por la cual me siento complacido de saber de esas que han sido mis amores, sin conocerlas.

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