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Los políticos y la reelección

Los historiadores deberían ser más precisos a la hora de enfocar a la totalidad de quienes han hecho de la reelección un mal endémico.

Finalizando la revuelta de abril, en 1965, las caras son las mismas de extremo a extremo, así como en las distintas organizaciones políticas u otras instancias de organización social.

La ambición quizás tenga más fuerza que la honradez, por ello, reiteramos, la reelección aflora desde el primer día en que ya está en la cima, aún sea una junta de vecinos, un club barrial o un partido político.

Así como algunos deciden casarse con la fama, otros sienten amor y pasión desenfrenada por agarrarse a las alturas, pues desde que se acostumbran a mandar, entonces, ¿cómo resignarse a obedecer?

Ejemplos sobran en las distintas instancias, desde un país en el cual la reelección fue evidente desde su nacimiento, y en otras naciones, donde los cantos de guerra y de victoria han dado el poder a guerreros aparentemente diferentes.

El volver y volver (¿para corromperse y corromper?) ya forma parte de la cotidianidad, desde antes, incluso, de que el primer ejecutivo perciba algo menos de 65 dólares al mes, si jugamos la actual cotización del dólar.

Inmediatamente se rompió la cosecha colorada, llegaron los ¡reyes de la honestidad! y la escalada de sueldos de lujos se elevó escandalosamente, reeligiéndose la pobreza.

En vista a la realidad de un reeleccionismo que envuelve a todo, la moral entre los hacedores de leyes y las altas cortes, también es igual, aunque en la estructura religiosa, nada y que San Agripino Núñez diga: ¿cuántos años más?

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