Drácula, entre historia y leyenda

Cada nación podría tener una leyenda o historieta que bordea al Conde Drácula, así como al castillo donde habitó.
Fue difícil tejer en un rojo telón, eso que se vendió vía la cinematografía de un sanguinario personaje de terror, aunque de carne y hueso.
Al decir de los rumanos que nacieron y crecieron en Transilvania, cuna del conde Románov, este personaje diabólico, solía devorar a sus oponentes dentro de su propio castillo.
Rumanía es un país balcánico de que al igual a otras naciones de la denominada Europa del Este, fue ¡liberado! por la Unión Soviética durante la segunda guerra mundial.
Sin embargo, pese a estar aferrada al bolchevismo militante, reminiscencias del pasado continuaron gravitando en la historia de los rumanos.
Gracias a vivir el presente sin obviar la tradición, el turismo interno como el externo a Transilvania, en procura de visitar la mansión de Dracula, se amplió.
Tras extinguirse las denominadas democracias populares en muchos países, luego del giro de la Unión Soviética, los nuevos vientos en los Balcanes, siguen aferrados a su cultura.
Según la traducción, Drácula significa diablo, de ahí la importancia para el elemento autónomo como extranjero, en saber de dónde viene ese personaje de leyenda.
Si cada gobernante o funcionarios civil o militar, de repente se involucra en hechos sangrientos, entonces podríamos afirmar que Drácula es una epidemia universal.