Abril 1965: EU trataba de contener desbordamiento “rebelde”

La situación en la ciudad capital se deterioraba rápidamente y la Embajada de Estados Unidos trataba, desesperadamente, de contener el desbordamiento “rebelde”. Las conversaciones entre rebeldes y norteamericanos se mantenían en un punto muerto, mientras el apoyo de Washington a los “leales” era criticado por la población. Para poner en práctica la demostración de fuerza exigida por Benoit a las tropas que vigilaban la evacuación de los extranjeros, el comodoro Dare y sus subordinados se las vieron color de hormiga.
¿Razón? Tuvieron que maniobrar a través de varias corbetas, lanchas cañoneras y barcos mercantes dominicanos. “Era una situación insegura. Esta demostración de fuerza –escribiría Dare posteriormente- se realizó bajo circunstancias que le hubieran sacado canas a cualquier capitán de barco. Añadió que durante la maniobra “pareciera como si el embajador hubiera estado al timón”, según señalan los documentos de Leavenworth.
El sube y baja entre rebeldes y leales llegó a un punto en que parecía que los militares “de aquel lado” –léase San Isidro- llevaban ventaja, al extremo que los norteamericanos consideraron que las medidas militares ordenadas por Bennett no serían necesarias, excepto la evacuación y la demostración de fuerza.

“A las 16:00 (4 de la tarde) un Rafael Molina Ureña nervioso y afligido entró a la Embajada con 15 ó 20 de sus asesores políticos y militares. Bennett se reunió con el grupo por una hora. El propósito principal de Molina era que el diplomático sirviera de mediador para llegar a un acuerdo negociado, a lo que Bennett se negó, acusando al PRD, en la persona de Molina Ureña, de ser responsable de que los comunistas sacaran provecho del legítimo movimiento y le recordó al presidente provisional que el lunes, su personal había persuadido en cuatro ocasiones a la Fuerza Aérea Dominicana de bombardear a los rebeldes”.
Lo que no sabía Bennett era que los constitucionalistas habían monitoreado conversaciones telefónicas entre oficiales leales y agregados militares, en las que los planes de atacar posiciones rebeldes “habían sido discutidos y, por lo menos tácitamente, aprobados por los agregados”.
Cuando posteriormente Bennett informó a los líderes rebeldes que el personal de la Embajada desconocía de esos planes, comprometió inadvertidamente la credibilidad de la legación en lo que respecta a la neutralidad e imparcialidad de los funcionarios norteamericanos. “Molina Ureña se decepcionó, pero no se sorprendió con el rechazo de Bennett a actuar de mediador…y cuando el presidente Johnson se enteró, escribió que la negativa de Bennett fue una decisión personal”, pero se ajustaba a la guía que había recibido del Departamento de Estado y a la política norteamericana de no intervención en asuntos “domésticos”, claro, siempre y cuando no afectaran sus intereses.
Con asilo de Molina y otros, entra en escena el “Coronel de Abril”
Antes del inicio de la Operación Power Pack, como denominó el Departamento de Estado a la intervención militar norteamericana en el país, y frente a “una inminente derrota militar y frustrados por la negativa de Bennett a interceder a su favor, Hernando Ramírez, Molina Ureña y otros líderes rebeldes moderados buscaron asilo político en la embajada norteamericana; al enterarse Bennett del acontecimiento, asumió que la extrema izquierda ahora tomaría todo el control de la insurrección”.
A partir de ese momento, y en los días siguientes, el gobierno del presidente Johnson se convenció de que el martes 27 de abril fue el día crucial de la crisis dominicana, “en que la causa constitucionalista fue dominada por los comunistas”.
El estado de ánimo de la legación diplomática en esos momentos previos a la invasión, lo describe Yates: “El optimismo del martes en la noche duró poco, ya que la montaña rusa emocional en que estaban las autoridades norteamericanas desde el inicio de los disturbios se precipitó nuevamente el miércoles. El cambio esta vez se debió a un hombre, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, el oficial rebelde que había arrestado a Reid Cabral el domingo, solamente para buscar él asilo más tarde, cuando empezó la guerra civil”.
Dice que cuando Molina, Hernando Ramírez y otros líderes rebeldes solicitaron asilo, Caamaño “se convirtió, como una formalidad, en el líder de las fuerzas constitucionalistas. Pocas autoridades norteamericanas consideraban a Caamaño comunista, aunque desde el principio existía la especulación, que pronto se convirtió en convicción, de que su recién adquirido liderazgo dentro del movimiento constitucionalista era meramente nominal y no real, dadas las restricciones que le habían impuesto los radicales que ahora estaban en control de la rebelión”.
Pero Caamaño, el “Coronel de Abril”, no tuvo tiempo para pararse a pensar en tales cosas, y luego de la reunión en la Embajada se apresuró a llegar al punto de resistencia donde los rebeldes se mantenían, en el sudeste de la capital, en Ciudad Nueva, en donde la noche del 27-28 de abril, se hizo cargo de la enorme tarea de reagrupar las tropas rebeldes y planear un contraataque contra las fuerzas leales de Wessin.
“Las armas adicionales para el contraataque procedían de dos estaciones de Policía capturadas por los rebeldes el miércoles en la mañana, y Caamaño participó en el ataque a la primera estación; en la segunda, sus seguidores ejecutaron a los policías capturados, incidente que puso en tela de juicio el control real de Caamaño sobre una cantidad de grupos armados en la ciudad”.
Un importante contraataque contra los leales se puso en marcha poco después. Wessin tomó las riendas del ataque “y pronto descubrió que sus tanques eran de poca utilidad en las angostas calles de Ciudad Nueva”. Este fue un momento decisivo en la guerra civil, pues la ofensiva de los leales se había detenido después del avance de los rebeldes.
“Wessin había establecido posiciones en el banco occidental del río Ozama, pero mostró poco interés por expandir su área de control. El general Montás Guerrero, que había dirigido al batallón Mella al terreno de La Feria, en el occidente de la capital y recapturado el Palacio Nacional, había detenido su avance el martes en la tarde y dividido sus fuerzas en pequeñas unidades que ahora se encontraban esparcidas en posiciones desconocidas”, refiere el informe de Leavenworth.

Agrega, asimismo, que ni Wessin ni Montás Guerrero tenían una idea clara de la oposición que encontrarían y “ninguno de los dos confiaba totalmente en el otro”. Un informe adicional sugiere que Montás, pro-balaguerista, detuvo su operación porque dudaba del curso que Wessin tomaría si salía victorioso y, por lo tanto, quería que el jefe del CEFA compartiera la responsabilidad y el peso del combate.
Otro de los problemas que se suscitaron entre Montás y Wessin, además de la rivalidad personal, fue el de la coordinación y comunicación, ya que “no solamente sus dos fuerzas estaban fuera de contacto, sino que no contaban con comunicaciones directas con las unidades navales y aéreas de los leales”, y cuando Bennett trató de solucionarles el problema, Washington se lo negó. Mann ordenó que los transmisores-receptores solicitados fueran enviados únicamente hasta el Boxer, en caso de que la situación se deteriorara.
Sin embargo, Washington no aceptaba el hecho de que la situación se estuviera deteriorando y que los rebeldes estaban ganando terreno, hasta el miércoles en la tarde. “Mientras tanto, Bennett informó que los militares leales habían anunciado la formación de una Junta Militar dirigida por un oficial de la Fuerza Aérea Dominicana -el coronel Pedro Bartolomé Benoit-, junta que, para ajustarse a los deseos norteamericanos, declaró que su propósito principal era preparar las elecciones y regresar a un gobierno constitucional”.
Un segundo mensaje de Bennett a Washington daba cuenta de que Ciudad Nueva ya había caído en manos de los rebeldes, aunque no revelaba que las viviendas se habían constituido en pequeñas fortificaciones, que se habían construido barricadas en las principales intersecciones y que los rebeldes dominaban los servicios públicos y patrullaban las calles, y solicitaba encarecidamente el envío de los transmisores-receptores para la comunicación entre los jefes leales.
Paco después de las 15:00 -3 de la tarde del miércoles 28-, el coronel Benoit “llamó telefónicamente a la Embajada solicitando el envío de mil 200 infantes de Marina para ayudar a restaurar el orden en este país”.

Bennett envió un cable a Washington pero no recomendaba el envío de los soldados, sino que actuó con cautela, al igual que el agregado naval en cuanto a que “los soldados de la infantería de Marina no se usaran en ninguna operación de limpieza de las calles”. Sin embargo, enfatizó en que se estaba librando una guerra de nervios y los agregados militares “consideran aún inciertos los resultados, sugiriendo algunos planes de contingencia en caso de que la situación se deteriorase rápidamente, hasta el punto de que tendríamos que necesitar de apuro a los infantes de Marina para proteger a los ciudadanos norteamericanos”.
Para cuando el presidente Johnson y sus asesores fueron informados de la situación durante la reunión de la tarde del miércoles para discutir los preparativos norteamericanos en Vietnam y la crisis dominicana, llegaron dos cables más de Bennett marcados como “crítico cuatro” y “crítico cinco” en menos de media hora; el segundo de éstos llegó a las 17:15 (5:15 de la tarde) en el que el embajador informaba que la situaciones iba deteriorando rápidamente, pues el jefe del grupo asesor de asistencia militar, que había regresado ese día de Panamá y había visitado San Isidro, había informado que la atmósfera entre los líderes leales era “desalentadora y emotiva, y que una cantidad de oficiales deploraban la situación y que Benoit afirmaba que sin la ayuda norteamericana, los oficiales tendrían que abandonar la lucha”.
En vista de estos acontecimientos, el personal de la Embajada llegó a la conclusión unánime de que “había llegado la hora de que desembarcaran los soldados de Infantería de Marina”. La última oración de Bennett es inequívoca: “Recomiendo que desembarquen de inmediato”.

La peligrosa situación descrita por Bennett no dejó más alternativa a Washington que acceder a los requerimientos del embajador. “Johnson le dijo a McNamara que alertara a sus fuerzas en el área sobre el posible desembarco; Mann también llamó a Wheeler con la noticia de las instrucciones del presidente Lyndon B. Johnson de seguir adelante”.
A las 17:46 (5:16 de la tarde), tanto Dare como el comandante de la Frontera Marítima del Caribe, que tenía control operacional sobre el Grupo de Tarea 44.9. recibieron instrucciones de alertar a los soldados del posible desembarco y esperar más instrucciones.
A las seis de la tarde, catorce minutos después que McNamara informara a Johnson que las tropas estaban listas, el Presidente autorizó el desembarco de más de 500 soldados de infantería de Marina para realizar operaciones defensivas. También ordenó a algunos asesores específicos que le notificaran a la OEA las intenciones de Estados Unidos, para que convocara una reunión con los jefes congresistas y que redactara una declaración que fuera transmitida al pueblo norteamericano. Así se planificó la segunda invasión a República Dominicana.
Si Benoit no firma, no hay invasión…y Benoit firmó
Los asesores de Johnson querían que el coronel Benoit, “cuya Junta Militar Washington consideraba casi como el gobierno interino de República Dominicana”, que Benoit, decíamos, declarara explícitamente que su solicitud de intervención se basaba en el peligro de las vidas norteamericanas, “un peligro que Benoit no había mencionado en su solicitud original para el envío de tropas. Bennett le había asegurado a Mann que Benoit había mencionado el tema del peligro de las vidas norteamericanas en comunicaciones verbales con el personal de la embajada”.
Expresa el informe que contiene la Operación Power Pack, que Mann le dijo al embajador Bennett que solamente una declaración escrita del jefe de la Junta Militar satisfaría los requisitos de Washington, y añade que “presumiblemente a Benoit se le daría la impresión de que el desembarco de los infantes de Marina dependía del recibo de esa declaración”.
Y ciertamente, la predicción del embajador Bennett de que Benoit aceptaría enviar la comunicación se dio. En esta, el coronel Benoit indicaba: “En referencia a mi solicitud previa, deseo añadir que las vidas de los ciudadanos norteamericanos están en peligro y que las concisiones de desorden público imposibilitan proporcionarles protección adecuada. Por lo tanto, le solicito intervención y asistencia temporal para restaurar el orden público en este país”. El agregado militar de la embajada, quien fuera comisionado para convencer al oficial dominicano, regresó a medianoche con la declaración escrita “horas después de que Jonson se había reunido con los líderes congresistas y se había dirigido ya al pueblo norteamericano”. La trampa funcionó y el coronel Benoit cayó en ella.
Al momento en que Benoit redactaba su carta y las acciones presidenciales se llevaban a cabo en Estados Unidos, “más de 500 soldados de combate de la Infantería de Marina habían desembarcado en República Dominicana, en medio de un impresionante movimiento que contrastaba con la confusión que caracterizaba la coordinación y el control del empeño de las tropas en toda la cadena de mando”, expresa el informe.
El desembarco el día 28 se llevó a cabo en dos fases: la primera, consistía en traer varias unidades pequeñas a la costa para establecer una zona de desembarco en el campo del polo del hotel El Embajador y ayudar a evacuar a los norteamericanos que habían llegado tarde al hotel y reforzar la guardia de seguridad de la embajada y, la segunda, un elemento guía, la policía militar y un pelotón de soldados armados, reforzado por dos escuadras, seguiría para ser utilizado en la embajada.
“La solicitud de estas unidades iniciales pasó directamente de Bennett a Dare y se le comunicó al comodoro en cierto momento, entre las 17:22 y las 17:45 (5:22 y 5:45 de la tarde), es decir, antes de que el presidente Jonson hubiese autorizado el desembarco a gran escala de tropas de combate. La información de que se dispone no indica si Bennett o Dare recibieron autorización para empeñar estas unidades iniciales que incluían a un pelotón armado”.
Tropas en camino antes de autorización Jonson
Yates manifiesta que “aparentemente Dare asumió que el embajador había recibido tal autorización, aunque una declaración del Ministerio de Defensa indica que la solicitud de Bennett fue una iniciativa local. No se sabe con certeza cuándo Washington se enteró del desembarco inicial”, aunque una teleconferencia iniciada las 6:30 de la tarde entre el personal de la embajada con funcionarios claves del Departamento de Estado ya estaba en conocimiento de estos movimientos”.
Cuando las unidades de evacuación y seguridad solicitadas por Bennett se encontraban ya camino al campo de polo del hotel El Embajador, Dare recibió una orden del comandante en jefe del Comando del Atlántico a través del comandante de la Frontera Marítima del Caribe, que le ordenaba desembarcar a todos los infantes de Marina que Bennett había solicitado.
El coronel Daughtry inmediatamente se puso en comunicación con Bennett para discutir las medidas que se implementarían, y a éste último le tomó sólo tres minutos decidir a favor desembarcar más tropas de combate. “Daughtry conferenció con Dare, y después de esto dos compañías de fusileros del Tercer Batallón, Sexta de Infantería de Marina, y un escalón avanzado de la comandancia del batallón empezaron a movilizarse”. A las 7:00 de la noche ya más de cien soldados de la Infantería de Marina habían desembarcado en esta segunda fase; les seguirían más, muchos más.
Es decir, que el desembarco de los primeros marines yankees se produjo antes de que el presidente Jhonson diera la orden, y antes, también, de la que la Junta de Jefes de Estado Mayor la completara, lo que evidencia la falta de control y el desconocimiento que sobre la situación y los acontecimientos que se desarrollaban en Santo Domingo, tenía el gobierno norteamericano, así como la falta de coordinación y comunicación existente entre los distintos funcionarios claves.
El Siglo: Viernes, 25 de abril de 1997
RELÁMPAGO INFORMATIVO: Viernes, 10 de mayo 2019.