Participación OEA da apariencia multilateral a intervención norteamericana

Después de la Operación Limpieza efectuada por el general Imbert Barreras a mediados de mayo de 1965, las tropas norteamericanas establecidas en la línea de comunicación tuvieron que asumir una doble función. Pues aparte de “embotellar” a las fuerzas constitucionalistas, tenían que protegerlas de los esfuerzos del Gobierno de Reconstrucción Nacional para imponer una solución militar a la crisis, precisa Yates en el informe de Leavenworth.
Esto así porque el hecho de que la proclamada “neutralidad” de Estados Unidos estaba más allá de las apariencias, “fue una desagradable sorpresa para Imbert, ya que cuando el incrédulo general declaró que las tropas no lo detendrían si no había otra solución que suspender el cese de fuego y atacar a Caamaño, los funcionarios diplomáticos emprendieron una rápida acción para aclararle la situación”.
Por tanto, Imbert tuvo que “aprender” rápidamente que la presencia militar norteamericana estaba ahora dirigida a “hacer cumplir el cese de fuego y desarrollar un acuerdo que pudiera proporcionar un gobierno representativo de un amplio sector del electorado y que a la vez defendiera los intereses norteamericanos”, por lo que el 2 de junio, Imbert aceptó, aunque de mala gana, esta realidad, al anunciar su total apoyo a la OEA y “propuso que se llevaran a cabo elecciones patrocinadas por ese organismo, como una manera de salir de los estancados temas políticos”.
En esa tesitura, la OEA se movió con entusiasmo poco peculiar dentro del vacío creado por la salida de Bundy. El doctor José A. Mora, secretario general del organismo internacional, quien había estado en Santo Domingo desde el 1º de mayo, trató de mantener abiertas las puertas de las negociaciones hasta que pudiera transferir sus funciones de paz a un nuevo comité de tres miembros de la OEA.
“Otro indicio de que la crisis estaba entrando en una nueva fase, era que el músculo militar al que Palmer se refería en la forma de una Fuerza Interamericana de Paz, estaría bajo la jurisdicción de la OEA. Con estas iniciativas políticas y militares, la OEA, según una fuente norteamericana, asumió la responsabilidad de la Operación de Estabilidad”, aunque en el campo político el liderazgo del organismo era más nominal que real, pues el embajador Ellsworth Bunker, de Estados Unidos, encabezaba la comisión tripartita como negociador principal, y éste seguía más la guía de la Casa Blanca que la de la OEA.
A pesar de la apariencia multilateral, Estados Unidos mantendría un severo control sobre el proceso político pero “no puede decirse con certeza que Estados Unidos haya ejercido gran control sobre la Fuerza Interamericana de Paz”, dice Yates como tratando de resarcir la injerencia norteamericana en todas las decisiones de la FIP, ya que su origen fue sugerido, precisamente, por la gran nación del Norte en 1961.
FIP se convierte en el “paraguas” de Johnson
La decisión de establecer lo que inicialmente se llamó la Fuerza Armada Interamericana dio al presidente Johnson, según refiere un estudio reciente, “un paraguas legítimo bajo el cual podría operar” hasta que se definieran los detalles sobre composición, organización, mando y apoyo de esta unidad, iniciándose una discusión en el seno de la organización para determinar cuáles países darían apoyo a la creación de esta fuerza, que operó por primera vez, desgraciadamente, en República Dominicana.
Los primeros en llegar al país, con un preaviso de sólo dos horas a las autoridades norteamericanas en Santo Domingo, fue una compañía reforzada de fusileros hondureños, cuyo apertrechamiento desanimó a los oficiales que la recibieron, pues “la totalidad del equipo orgánico de la unidad consistía en una cocina embalada que nunca se había desempacado; en cuanto a los soldados, cada uno tiene solamente un equipo individual de rancho, un poncho, un fusil M1 y veinte cartuchos de munición”.
La unidad de Honduras presentó el peor caso, aunque el Pentágono y el Departamento de Estado habían previsto tal situación y había ofrecido abastecimientos y adiestramiento norteamericano de los equipos A de las Fuerzas Especiales a las unidades latinoamericanas pero ninguna de las dos agencias había supuesto hasta dónde llegaba el ofrecimiento y tuvo que dar, aparte de lo mencionado, uniformes de fatiga, medias y ropa interior, por lo que a los comandantes norteamericanos, en el escenario de los hechos, “el Programa de Asistencia Militar para América Latina parecía gravemente deficiente”.
“Los hondureños agotaron en tal medida los abastecimientos existentes en República Dominicana que Palmer, a través del almirante Moore, le solicitó al Comando Sur que no desplegara más contingentes de la OEA hasta que estuvieran lo suficientemente bien equipados para existir y funcionar en campaña”, pero esta solicitud murió por falta de apoyo presidencial. Pero si el establecimiento de la Fuerza Armada Interamericana demostró ser un dolor de cabeza logístico, no fue nada “comparado con la pesadilla de Palmer tratando de poner el mando bajo control norteamericano”.
Llegan los brasileños. Primer fiasco de la FIP
Cuando la brigada latinoamericana estuvo en condiciones de operar, sus contingentes llevaron a acabo una variedad de tareas. El 29 de mayo, tropas brasileñas relevaron a las fuerzas norteamericanas en la zona de seguridad internacional y en el extremo occidental de la línea de comunicación, “los brasileños se empeñaron en operaciones de acción cívica, mientras que equipos de observadores internacionales integrados por 3 personas, patrullaban todas las áreas de Santo Domingo, excepto Ciudad Nueva”.
El grueso de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) estaba compuesto por mil 130 soldados de Brasil; 250 de Honduras; 184 de Paraguay; 160 de Nicaragua; 21 policías militares de Costa Rica y 3 oficiales de Estado Mayor de El Salvador. En total, mil 748 efectivos, que estaban bajo el mando del general brasileño Hugo Panasco Alvim, de ingrata recordación para los dominicanos.
El 15 de junio tuvo lugar “la batalla más sangrienta de la intervención de las tropas norteamericanas contra las fuerzas de Caamaño”, en la que la 82ª división sufrió 31 bajas; los brasileños que tenían la orden de permanecer a la defensiva, tuvieron 5 heridos, “fuentes norteamericanas estimaron las bajas rebeldes en 99 muertos y más de 100 heridos, incluyendo civiles”. Esta constituyó una de las grandes manchas de la ocupación.
De manera irónica, Yates refiere que “la paliza que recibieron los constitucionalistas el día 15 de junio los hizo más dóciles pero aún no cedían a un acuerdo negociado, mientras que los infortunios rebeldes solamente reforzaban la determinación del Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidido por Imbert Barrera, de ganar reconocimiento como el gobierno provisional del país”, aunque Palmer sentía poco aprecio por cualquiera de las partes en ese momento.
En torno a éstas, Palmer escribió, “aunque Imbert no es un ganador y no se le debe considerar como tal, Caamaño y sus asociados comunistas son definitivamente perdedores”. Dadas las pasiones y diferencias políticas entre los dos contendientes, la diplomacia prometía poco más que prolongadas negociaciones para finalizar la guerra civil, sin embargo, representaban la mayor esperanza de restauración y más importante aún, “del mantenimiento de la estabilidad sin necesidad de optar por el recurso de una dictadura militar”.
OEA propone a García-Godoy para Gobierno Provisional

El 18 de junio de 1965 el comité de la OEA presentó a ambas partes un conjunto de proposiciones generales que podrían servir de base para un acuerdo negociado, las cuestiones claves eran el establecimiento de un gobierno provisional que representara a todos los sectores del país, gobierno que debería continuar los planes de las elecciones “patrocinadas por la OEA”.
Ni los constitucionalistas ni el Gobierno de Reconstrucción Nacional se apresuraron a aceptar la fórmula del organismo, “en el campamento rebelde, elementos comunistas proclamaron su intención de continuar combatiendo, aun cuando Caamaño aceptara un gobierno provisional, mientras que desde Puerto Rico, Juan Bosch complicaba el asunto llamando a sus seguidores a rechazar ese gobierno encabezado por Héctor García-Godoy, un negociante y diplomático moderado dominicano, quien era el candidato escogido por la OEA (Estados Unidos) para que ocupara la Presidencia interina”.
En tanto, Imbert vacilaba entre apoyar los intentos de la OEA de crear un gobierno provisional y proclamar que el Gobierno de Reconstrucción Nacional en sí constituía ese gobierno, “cada lado, leales y constitucionalistas, buscaban mejorar su respectiva posición en las negociaciones, librando una guerra de nervios contra el otro, que incluía demostraciones, propaganda y provocaciones militares”, reza el informe.
Tres semanas de intensas negociaciones no conducían a ningún lado, ya que el Acuerdo de Reconciliación se revisó varias veces, modificando puntos a exigencia de Caamaño e Imbert, hasta que el 22 de agosto, Alvim y Palmer declararon que no aceptarían ningún otro cambio.
“Imbert fue más allá rechazando el acuerdo propuesto e ignorando su promesa de renunciar a favor de García-Godoy, pero la posición de Imbert para entonces era bastante débil, pues las revelaciones sobre las atrocidades realizadas por las tropas de su gobierno, habían socavado su imagen pública y su autoridad política había sufrido debido a la decisión norteamericana de suspender el financiamiento al Gobierno de Reconstrucción Nacional hasta que se llegara a un acuerdo”.

En esa situación, Bunker fue donde el jefe de estación de la CIA, quien, en una reunión con Imbert le aseguró que Estados Unidos no permitiría la desintegración de las fuerzas militares dominicanas o la caída del país en manos de los comunistas, con estas afirmaciones, Imbert renunció el 30 de agosto, manifestando que la presión norteamericana había sido una de las razones de su decisión.
El 31 de agosto Caamaño firmó el Acuerdo de Reconciliación por los constitucionalistas, después de recibir aclaraciones escritas de García-Godoy sobre ciertas partes un poco ambiguas en el acuerdo, relativas a la desmilitarización, desarme y reintegración de los soldados constitucionalistas. Los jefes militares que habían servido a Imbert firmaron un acuerdo a nombre del Gobierno de Reconstrucción Nacional.
merecía reconocimiento por este acuerdo era Ellsworth Bunker, quien fue la figura dominante en las conversaciones, muy independiente y su interpretación de la situación latinoamericana sirvió de guía en las negociaciones. América Latina diría Bunker, se está moviendo inexorablemente hacia la izquierda, Estados Unidos no puede detener este movimiento pero con paciencia y conocimientos puede moderarlo antes de que llegue al a extrema comunista”.
García-Godoy se tambalea ante exigencias constitucionalistas
La inauguración del gobierno de García-Godoy no puso fin inmediato a la violencia y a las pasiones políticas, aunque en su mayor parte éstas permanecieron bastante moderadas, y con la instalación del nuevo gobierno se reasumió el repliegue oficial de tropas norteamericanas después de una laguna de dos meses.
“Entre el establecimiento del Gobierno Provisional y las elecciones celebradas en junio del año siguiente,1966, la Fuerza Interamericana de Paz tuvo que intervenir apenas unas pocas veces para salvar la tambaleante administración de García-Godoy y para reprimir desórdenes que amenazaban la estabilidad del país; la primera prueba de la nueva función de la FIP como protectora tuvo lugar antes de una semana después que el nuevo mandatario asumiera el mando”. Era la difícil tarea de hacer que el general Wessin y Wessin abandonara el país.
En torno a esta situación, los documentos de Leavenworth indican lo siguiente: “Siempre agraviado debido a su privilegiada posición, el general se había convertido en el objeto de mayores controversias debido a su decisión de bombardear y atacar la ciudad de Santo Domingo el 25 de abril, desatando así otra guerra civil”.
Antes de la formación de un gobierno provisional, se asumía que García-Godoy tendría que asumir las demandas constitucionalistas de sacar a Wessin con el fin de lograr que “los rebeldes se adhirieran al Acuerdo de Reconciliación”.
La convicción de Wessin de que la Presidencia de García-Godoy era el primer paso hacia la toma del país por los comunistas, debilitó aún más la posición del general porque cuando el Gobierno Provisional fue una realidad, la Fuerza Interamericana de Paz facilitó el acceso a la línea de comunicación y a la zona de seguridad internacional pero continuó bloqueando el puente Duarte para impedir que las tropas del CEFA entraran a Santo Domingo en un intento de derrocar al gobierno y desatar nuevamente la guerra civil.
Wessin intenta un segundo golpe de Estado
El 5 de septiembre –dos días después de asumir el alto cargo- el nuevo Presidente abolió el CEFA como fuerza separada y ordenó que se integraran sus miembros al Ejército dominicano, orden que fue olímpicamente ignorada.
Al día siguiente, después que Wessin celebrara una conferencia de prensa para declarar su deseo de dirigir al país en una cruzada contra el comunismo, García-Godoy no pudo detener lo inevitable, y el día 8, delante de los jefes militares y de Bennett, el Presidente le dijo a Wessin, cara a cara, que tendría que abandonar el país.
Wessinaceptó pero temprano al día siguiente empezó a movilizar sus unidades en una marcha por la ciudad. La Fuerza Interamericana de Paz reaccionó de inmediato.
Cuando las fuerzas del CEFA empezaron a movilizarse fueron rápidamente interceptadas y escoltadas a su Centro de Vehículos Blindados en donde el oficial al mando decidió confinarlas a la instalación, por órdenes de Palmer. Las tropas de la FIP bloquearon el Centro, rodearon la comandancia de Wessin y con la ayuda de helicópteros se movilizaron a la zona de aterrizaje, cerca de la residencia del general.
Con las tropas en sus posiciones, Alvim, Palmer y los jefes militares dominicanos fueron a la vivienda de Wessin, en donde Alvim “invocó a todos los santos en una emotiva petición al general de que abandonara el país. Cuando Wessin contemporizó, Palmer le ordenó con firmeza al intérprete: Dígale que no tiene otra alternativa, ¡se va! Palmer también hizo que le transmitieran a Wessin el mensaje de que usaría la fuerza si era necesario. Wessin cedió, por fin”.
El asunto ya estaba arreglado, aunque hubo momentos de gran tensión, según expresa Yates en su informe, “cuando los emisarios escoltaban a Wessin a través de un grupo de enfurecidos guardias que temían fueran a ejecutar a su jefe”.
Antes de ir al aeropuerto, el general ElíasWessin pidió que le permitieran despedirse de sus tropas en una academia cerca de San Isidro –suponemos que la Batalla de Las Carreras–. Palmer consintió pero perdió el carro del general en la oscuridad; en ese punto, según Palmer, “arrancamos hacia San Isidro cada uno en un vehículo diferente, siguiéndonos unos a otros.
Cuando Wessin no se apareció en el aeropuerto, Palmer le ordenó al subcomandante de la 82ª división, Jack Deane, que fuera a traer al general”.
Continúa narrando Yates, “en un acto de extraordinaria valentía, Deane se valió de artimañas para entrar a la fortaleza del CEFA y regresó a San Isidro con el voluntarioso oficial dominicano”.
En palabras de Palmer, fue una misión delicada, pues Wessin tenía todo un complejo de instalaciones y sus subalternos estaban armados hasta los dientes. “Verdaderamente fue una suerte que nada sucediera allí, una chispa habría encendido aquello y no sé qué diablos habría sucedido”. Esa noche, después de una “triste” despedida en San Isidro, el general Elías Wessin y Wessin abordó un avión que hizo escala en Panamá, antes de llevarlo rumbo a Miami, en donde ocupó el cargo de cónsul general de la República Dominicana.
La partida de Wessin, observó Palmer, “fue un gran golpe para los extremistas derechistas y conservadores”. Con la salida del general comenzó el proceso de desmilitarización de Ciudad Nueva.
El episodio del hotel Matum según los Documentos de Leavenworth
El episodio de Wessin y la desmilitarización de Ciudad Nueva le hicieron ver al débil García-Godoy el hecho de que la Fuerza Interamericana de Paz era esencial para su supervivencia en la primera magistratura y además constituía un escudo de protección contra los antiguos rebeldes mientras estuvieran en Santo Domingo.
Lo que sucedería cuando esto no fuera así, fue ilustrado vívidamente con el incidente del hotel Matum, en la ciudad de Santiago. Al respecto, Lawrence Yates relata que:
“A mediados de diciembre, Caamaño insistió, contra todos los consejos, en asistir a una misa en memoria de un constitucionalista asesinado –el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez–, cuyo entierro se llevaría a cabo en Santiago, un bastión leal al Norte de la capital. Cuando la población se enteró de la llegada de Caamaño y sus acompañantes, la situación en Santiago se tornó extremadamente volátil, como se pudo anticipar.Repentinamente, empezó un tiroteo en el cementerio y Caamaño y más de cien de sus seguidores tuvieron que huir a refugiarse a un cercano hotel llamado Matum”.
Trescientas tropas leales acantonadas en Santiago rodearon el hotel y abrieron fuego. Caamaño contestó al fuego y comenzó una batalla que duró varias horas, tomando “los rebeldes de rehenes a los integrantes de un circo de Puerto Rico que se encontraban hospedados en el lugar y a un consejero del Departamento de Estado de Estados Unidos que fue a tratar de negociar. Un oficial norteamericano perteneciente a la inteligencia militar que se encontraba en el pueblo, fue quien informó de la situación a Santo Domingo, y movió a la FIP a actuar”.
El comandante de estas fuerzas, teniente coronel John Costa, al llegar se declaró a cargo de la situación, para disgusto del comandante dominicano Salvador Lluberes Montás, quien quería acabar con el hotel. Pasaron varias horas de tensión y la disposición de las fuerzas se parecía a un modelo en pequeña escala de Santo Domingo durante el punto culminante de la intervención norteamericana, dice el informe.
Se solicitaron helicópteros para evacuar a los ocupantes del Matum, pero las aeronaves se retardaron por el mal tiempo. Pero el lunes, “la evacuación del grupo de Caamaño se llevó a cabo pacíficamente. Un incidente que pudo haber sumergido al país en otra guerra civil, se había prevenido por un pelo, a pesar de las bajas sufridas por ambos bandos cuatro constitucionalistas –Montes Arache afirma que tres—y once leales muertos; 18 más habían sufrido heridas, aunque el cálculo real nunca fue dado a conocer de manera oficial.
Otro intento de golpe de Estado contra García-Godoy tuvo efecto en enero de 1966, cuando el contralmirante Francisco Rivera Caminero y otros oficiales que habían apoyado de mala gana al Presidente provisional, intentaron derrocarlo.
La crisis fue de nuevo solucionada por la Fuerza Interamericana de Paz y se convenció a estos oficiales de que renunciaran en febrero.
El 1º de marzo comenzó la campaña electoral de tres meses, a fin de celebrar elecciones el 1º de junio. Los dos candidatos eran Joaquín Balaguer y Juan Bosch, que habían regresado al país, el primero, el 1º de junio de 1965, y el segundo en septiembre.
“La mayoría de las autoridades norteamericanas predijeron la victoria de Juan Bosch pero desde su regreso, éste se había confinado en su residencia, en donde permaneció gran parte de la campaña, ganándose el epíteto de “Juan de la Cueva”. Balaguer hizo una enérgica campaña y ganó con el 57 por ciento de los votos.
Los últimos contingentes de la FIP empezaron a replegarse antes de asumir Balaguer la Presidencia, el 1º de julio, y el 21 de septiembre de 1966, salieron las últimas unidades dejadas en el país como parte de la intervención norteamericana en República Dominicana”.
Eso fue, según la visión de Estados Unidos, lo ocurrido en el país a raíz de su intervención militar. Casi todos los protagonistas dominicanos quedaron mal parados ante la crítica disección del Departamento de Estado, tanto aliados como sublevados.
La gran nación del Norte se salió siempre con la suya, cargando el dado de las culpas a varios hombres que sirvieron de instrumento a sus maquinaciones.
El Siglo: Sábado, 3 de mayo de 1997.
RELÁMPAGO INFORMATIVO, 17 de mayo de 2009.