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La resurrección de Jesús y el asesinato de Rubirosa

Por Augusto Álvarez

¡Lluvia de balas! Así amaneció la barriada de Filipina, en San Pedro de Macorís, en 1978, domingo de resurrección.

La cristiandad celebrando el viaje de Jesucristo y su regreso donde el padre espiritual, y otra parte de la religiosidad vistiendo uniformes de gente de armas, celebrando la muerte de Guillermo Rubirosa Fermin.

Ubicado y emboscado en la barriada más golpeada por la miseria, en un extremo de Miramar, de la sultana del Este, tropas élite bajo la dirección del Servicio Secreto, de la Policía Nacional, acorralaron al hombre y con él repicaron ¡Bingo!

Con la aniquilación de Guillermo Rubirosa, en pleno domingo de resurrección, el gobierno del presidente Joaquín Balaguer se sacó un clavito del zapato y celebró la muerte.

El cerco y aniquilamiento del dirigente de Los Trinitarios fue celebrado, incluso, por quienes marcharon por un tramo del camino junto a él, aunque en silencio.

Aquella casucha del Macorís del Mar, aquel viejo vecindario cargado de miseria e inocencia, nada recuerda, pues la generación se extinguir en el tiempo, al igual que la industria azucarera.

Mientras Jesucristo subía al encuentro de su padre, según la cultura religiosa, el júbilo de las autoridades de la época aproximó más a su colapso, al régimen del doctor Joaquín Balaguer.

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