La inocencia tuvo trillizo

Por Augusto Álvarez
Especial para el censo. El pasado jueves, en cualquier nación golpeada por una pandemia, que una niña dé la vida tres criaturas, habría sido un gran acontecimiento.
Ser madre, con apenas 15 años, requiere de un organismo especial, y mayor aún cuando el joven vientre es portador de tres proyectos de vida.
Así, quienes tienen en su quehacer, el censo de natalidad, escribir en mayúscula que constituye una inmensa alegría nacional, al regalo de vida de una niña, en un momento en el cual, el coronavirus nos reduce.
Las preguntas para luego, ahora lo que importa es el regalo de vida que la quinceañera madre ha traído en su vientre, tan infantil casi como ella.
Amamantar el fruto de su vientre por partida triple, ya en su rol de madre ¿cómo lo hará? ¿Tendrán a su lado a sus padres y abuelos?
Al tratarse de un parto de una adolescente en la maternidad del Estado, un razonamiento lógico no hace pensar que el Gabinete Social del Gobierno, así como el Despacho de la Primera Dama, estarán ahí, al pie del cañón, con la parturienta.
Ya se extinguió la leyenda de la pobreza, relativa a que los niños nacían con el pan bajo el brazo, y al llegar sin él ¿quién lo aporta?