La Victoria al desnudo

Por Augusto Álvarez
De manera regular, Estados Unidos deporta a muchos dominicanos que han estado en cárceles de esa nación por graves delitos, y otros, hasta casos de simple policía.
Ninguno de los que regresan, van a nuestras prisiones, pues tras ser ¿interrogados? y fichados, son entregados a sus parientes.
Las autoridades saben que ningún prisionero en cárceles norteamericanas, maneja dinero ni nada de valor que entre a la prisión.
Y en realidad, el encarcelado dispone de una tarjeta de ahorro, en la cual sus parientes depositan lo que hacen llegar al reo, lo que se anexa al aporte oficial, y al obtener su libertad, recibe lo que es suyo.
Además, dispone de una especie de bodega en donde puede adquirir alimentos a precios bajísimos para cumplimentar la comida que sirve el penal.
Todo lo que maneja el encarcelado, es proporcionado por la prisión, incluido el cubierto, el cuchillo y la cuchara, y ni el súper creador estará más interesado que el reo en garantizar el control de sus utensilios de comer.
¿Es tan difícil prohibir que los prisioneros dominicanos manejen dinero, mantengan negocios y conviertan el penal de La Victoria en una fortaleza impenetrable?
En la parte de La Victoria que tiene que ver con la población carcelaria, ¿de qué corrupción se habla, o se quiere decir corruptores?
El uniforme debería ser una obligatoriedad, aunque donde la puerca de la corrupción retorció el rabo, se verifica en la alta tecnología instalada en el penal, gracias al cansancio de los uniformados que nada extraños observaron.
Fuentes policiales dan cuenta de que unos cuatro oficiales superiores estarían siendo investigados por la mafia existente en el penal de La Victoria y que, por fin, ¿fue desmantelada?
¿Y ahora, qué pasará?