En la sede policial de Puerto Plata, a Ángel Martínez le quitaron todo
¡Cógelo, Picante! El comunicador paga caro por enfrentar al monstruo de mil cabezas. Y sí, lo dejaron con lo puesto. Ni un centavo. Ni su celular. Nada.

Buenos días…
¡Cógelo, Picante! estableció contacto con el comunicador y detective Ángel Martínez, y lo que narró sobre el incidente en un crucero turístico, donde viajaba junto a sus familiares, es, como poco, alarmante. Una escena que, si las autoridades dominicanas realmente desean fomentar el turismo de cruceros, no puede repetirse jamás.
Martínez narró que aproximadamente 18 marinos, con armas de guerra en mano, irrumpieron violentamente en el barco, haciendo alusión, incluso, a una supuesta bomba. El caos fue inmediato: gritos, pasajeros encerrándose en sus camarotes, niños llorando. El miedo flotaba en el aire como gas lacrimógeno.
Una actuación de ese tipo —sin orden judicial, sin respeto al debido proceso— no solo es cuestionable, sino que debería ser objeto de una investigación seria. Pero, quién investiga? Quienes deben investigar son parte del problema. Tal vez sólo organismos internacionales podrían garantizar una respuesta justa, si la hay.
Martínez relató que fue esposado durante casi 20 horas, sentado, incomunicado y sometido a presiones psicológicas. Lo despojaron de todo: documentos, dinero, su teléfono celular… incluso videos de una investigación que, según dijo, estaba destinada al Departamento de Estado de EE. UU., relacionada con el empresario haitiano-libanés Gilbert Bigio.
Bigio, recordemos, fue sancionado por el gobierno de Canadá por sus presuntos vínculos con bandas armadas en Haití, y nos cuentan, figura también en los registros del Tesoro de EE. UU. como parte de redes consideradas altamente peligrosas. No es cualquier nombre.
Lo más grave, según Martínez, es que los agentes forzaron el desbloqueo de su celular y borraron en su presencia archivos confidenciales. ¿Qué contenían esos archivos? No lo sabemos. Pero él sí lo sabe… y dice que también lo saben ellos.
En este caso, la Policía Nacional, encabezada por di director, el todopoderoso Ramón A. Guzmán Peralta, tiene mucho que explicar. Y también, por qué no, el presidente Luis Abinader, quien ha prometido transparencia y respeto a los derechos ciudadanos. Porque, como dice el refrán, el que calla otorga.
Este no es un tema menor. Ángel Martínez es conocido por su estilo directo, por su guerra abierta contra el narcotráfico, la corrupción y sus redes de protección. No es un improvisado, ni un agitador cualquiera. Sus denuncias, muchas veces incómodas, le han ganado enemigos poderosos. Y ahora teme por su vida y la de su familia. Y desde allá, en territorio gringo, du familia dice abiertamente: si algo le sucede, responsabiliza al narcotráfico y al Estado dominicano. Así de claro.
Es una papa caliente en manos del gobierno dominicano. Pero, como también se dice, el que no puede con el fuego, no debe estar en la cocina. Y en esta cocina ya huele a quemado.
Mientras tanto, el país se desliza por la cuesta resbaladiza de una reforma fiscal silenciosa, que avanza sin freno: impuestos a remesas, tarjetas de crédito y débito, y más por venir. Todo sin oposición, aplicando la ley del más fuerte.
En otro frente, y este si ha demostrado fortaleza, Carlos Peña, líder político y evangélico, denuncia la desaparición de 9 mil millones de pesos del impuesto a los residuos sólidos. Señala como supuestos responsables a Paíno Henríquez y Príamo Ramírez, altos funcionarios del área ambiental y del fideicomiso OD Sostenible. Grave, gravísimo. Pero, ¿quién va a investigar esa situación? Es más fácil pegarle a la luna desde la tierra.
También hace ruido el silencio alrededor de la denuncia de que más de 800 personas fueron ingresadas ilegalmente al Colegio Dominicano de Periodistas (CDP). Periodistas empíricos, sin los requisitos mínimos, beneficiados por clientelismo gremial. ¿Dónde están los «dueños» del gremio? Que hablen. Que den la cara. Que no se burlen del oficio.
Y la extensión del Metro, del kilómetro 9 a Los Alcarrizos, podría ser una solución de hoy y un problema de mañana. Porque muchas veces el desarrollo llega, pero sin planificación, y termina costando más cara la sal que el chivo.
La corrupción y la impunidad siguen como estaban: intactas. La inseguridad campa por sus anchas. Y por más promesas que se hagan, si no se actúa con firmeza y verdad, todo seguirá igual o peor. Para el que sabe leer entre líneas, pocas palabras bastan.
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Nos vemos. Nos esperan en el Palacio de la Policía Nacional. Pero adelantamos algo: la Policía Nacional sólo se salva con un buen gerente, uno que sea profesional de verdad, sin historial dudoso, sin cola que le pisen, y mucho menos, que jamás haya sido vinculado a corrupción… ni a esas otras cositas raras, que no son tierra, pero sí dejan mucho polvo.



