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En Gaza, la muerte es rutina

En Gaza, la muerte ya no sorprende: forma parte de la cotidianidad. A juzgar por los crímenes que el sionismo perpetra día tras día, podríamos decir, con amarga ironía, que estamos ante una nación donde los cadáveres florecen.

Israel, esa tierra que muchos llaman “santa”, también alberga demonios. Y esos demonios —con nombre y apellido— actúan bajo el mando de Benjamín Netanyahu, quien encabeza un régimen que ha convertido la masacre en política de Estado.

Más de 60 mil personas ejecutadas por el régimen sionista. Las principales víctimas: niños, mujeres y ancianos. Las cifras no son estadísticas frías: son gritos silenciados bajo los escombros de una guerra injustificable, en abierta violación a fallos de tribunales internacionales y resoluciones de organismos multilaterales.

Israel se autodefine como “la única democracia” del Medio Oriente. Pero en esa democracia la libertad de prensa no existe. ¿Cuántos periodistas han sido ejecutados o silenciados por el Estado judío?

Los grandes medios internacionales, presionados por el auge de la prensa alternativa, han tenido que filtrar algunos casos, porque por más que quieran solidarizarse con la causa israelí, no se puede tapar el sol con un dedo. La barbarie, el exterminio y el nuevo holocausto del sionismo se hacen imposibles de esconder.

Gaza ha sido convertida en un cementerio sin cruces, donde la esperanza se resiste a morir. Pero llegará el día —más temprano que tarde— en que esa tierra resurgirá de las cenizas, y el pueblo palestino podrá al fin ver florecer un mañana de dignidad y paz verdadera.

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