Abinader se hunde en su propio teatro
¡Cógelo, Picante! La seguridad es un caos, la corrupción apesta y la credibilidad presidencial va en picada

Buenas tardes…
Aunque sus bocinas se desgañiten tratando de ocultarlo, la popularidad del presidente Luis Abinader está en picada libre. Se hunde lento, pero sin pausa. Y cuando quiera reaccionar, será tarde… muy tarde.
La verdad es cruda: la gente ya no cree en lo que dice el presidente. Su discurso suena hueco. Ya han pasado casi cinco años desde que asumió el poder y, si no deja la politiquería para comenzar a gobernar en serio, ni en tres vidas haría las maravillas prometidas en campaña.
Un ejemplo claro es el circo semanal, la famosa reunión de los lunes, donde se habla mucho y se hace poco. Las cifras que presentan están maquilladas, y los resultados brillan por su ausencia. La seguridad que pregonan no se ve por ningún lado. En la calle, la gente tiene miedo, no confianza.
¿Y el “Ministerio de Justicia”? Una jugada política descarada. Se comenta que será un traje a la medida de Aura Celeste Fernández, esposa de Guillermo Moreno, como pago por su apoyo a la reelección. Así se compran lealtades: con poder.
Mentiras con uniforme. ¿Y qué decir del jefe de la Policía, Ramón A. Guzmán Peralta? Alega que las designaciones en áreas educativas reafirman el compromiso con la “capacitación” de los agentes. ¡Mentira! Lo que no dijo fue que con esas movidas intentan tapar el desastre en la Escuela de Entrenamiento, donde estalló otro escándalo de corrupción.
Otro más. Uno de tantos. Su gestión ha sido, sin exagerar, la peor en la historia de la Policía Nacional. Y eso es mucho decir. La violencia, el sicariato, los atracos, los abusos, los “intercambios de disparos”… son pan de cada día. Y mientras tanto, Abinader ni ve, ni oye, ni escucha. Solo sonríe y se toma fotos.
Una mujer de 70 años murió y cinco personas resultaron heridas en el Condominio Dorado IV, en el corazón del Ensanche Naco. ¿Dónde estaban los famosos “cuadrantes”? Desaparecidos, como siempre. Nos cuentan no llegaron a tiempo. Eso es violencia e inseguridad.
La seguridad está en manos de incompetentes, de señalados como corruptos y violadores de derechos humanos, pues el país parece una selva, donde el más fuerte oprime al más débil para sobrevivir.
¿Pruebas? El caso de los tres ejecutados (dos militares y un agente de la DNCD) en una cabaña de 12 de Haina, en diciembre de 2023.
¿Otra prueba? El caso de Baní, donde mataron a un joven desarmado que, aunque tenía antecedentes, merecía un juicio, no una ejecución.
Esto ya no es un problema de percepción. Es una realidad insoportable. Se le fue de las manos al gobierno y al PRM.
Premiar al corrupto, castigar al honesto. Lo advertimos desde que Guzmán Peralta era director de la DIGESETT, donde irregularidades administrativas, detectadas en auditorías, lo envolvían en acciones de corrupción. ¿Y qué hizo el presidente? En vez de sancionarlo, lo premió con la jefatura de la Policía.
Peor aún: puso en retiro —violando la ley— al coronel auditor que destapó el escándalo. Lo sacó para proteger a los corruptos.
¿Transparencia? ¿Lucha contra la corrupción? ¿Contra la impunidad? Farsas. Promesas rotas. Otro engaño más.
La gente debe abrir los ojos. Abinader se ha rodeado de una cúpula podrida, y se ha convertido en cómplice del desastre.
Y cuando la impunidad gobierna, la justicia desaparece y el pueblo paga con sangre, miedo y silencio.



