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¿Hasta dónde llegan los derechos de un ciudadano en EE.UU.?

 

Por Augusto Álvarez

Durante la administración del presidente Donald Trump, surge una pregunta inquietante: ¿hasta dónde puede aspirar un ciudadano estadounidense sin que su origen o afiliación política lo conviertan en blanco de persecución?

Recientemente, un senador demócrata de origen latino fue lanzado al pavimento, golpeado y esposado por agentes del ICE… y no pasó nada. Silencio institucional. Impunidad total.

Ahora, Zoram Mamdani, un demócrata de origen musulmán y aspirante a la alcaldía de Nueva York, gana limpiamente las primarias. ¿Y cuál fue la reacción del presidente Trump? “¡Arréstenlo y que lo deporten!”, exigió públicamente.

¿De verdad alguien nacido en suelo estadounidense debe complicarse la vida aspirando a cargos públicos durante una era en la que se criminaliza el apellido y la fe?

Tal vez los norteamericanos de origen cubano o judío —especialmente los de primera generación— logren escapar de esta cacería política si están del lado correcto del poder. Pero si un senador, Alex Padilla, en funciones fue humillado y arrestado por el ICE en Los Ángeles, ¿qué le espera a un simple aspirante con apellido musulmán?

En este contexto, cobra más vigencia que nunca la clásica pregunta de Hemingway:
¿Por quién doblan las campanas?

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